Buscaba consuelo Rafael Nadal, y llegó finalmente ante Casper Ruud. Después de caer en los dos primeros compromisos de la Copa de Maestros y de que las cábalas lo apartaran de las semifinales, el campeón de 22 grandes selló su recorrido en Turín con mejor sabor de boca; con mucho trabajo por hacer todavía, pero al menos brazos en alto. Doble 7-5 (en 1h 43m), victoria contra Casper Ruud y cierre de un año tan fabuloso como erosionante. El noruego espera rival para el sábado –Aliassime o Taylor Fritz, citados esta noche; 21.00, Movistar–, mientras él pone ya empeño en llegar a punto al despegue de 2023. Previamente hará una escala en Latinoamérica, en una gira benéfica en la que compartirá cartel precisamente con Ruud.
“Necesitaba demostrar que sigo siendo competitivo para poder volver a casa con calma; si no pongo la mejor actitud en cada momento, no puedo volver a casa feliz y calmado. Para mí, la satisfacción personal es más importante que cualquier título”, apuntó el número dos a pie de pista, refiriéndose de soslayo al ejercicio que ya termina. “No me puedo quejar, porque a mi edad, poder obtener éxitos [cuatro títulos, entre ellos dos Grand Slams] y ser competitivo significa mucho para mí. ¿2023? Solo intentar tener la preparación adecuada, trabajar bien y empezar la campaña con energía y actitud, y elevar el nivel para ser competitivo desde el inicio”, prorrogó tras batir a Ruud, al que ya había inclinado en junio en la final de Roland Garros.
Descartado ya el pase a las semifinales, a Nadal no le faltaban alicientes en este último cruce con Ruud. Para el que ganase, una jugosa recompensa en el aire –83.00 dólares por hacer diana, 370.000 euros– y un botín de 200 puntos; lo que, por contextualizar, viene a superar los premios concedidos por alcanzar las semifinales de un ATP 500 (180 puntos) o los cuartos de un Masters 1000 (otros 180). Pensando ya en 2023, al mallorquín no le convenía hacer la más mínima concesión, dado que se arriesga a perder la segunda posición de privilegio que ocupa actualmente en el listado. La amenazan el noruego y Tsitsipas; el primero le desbordaría si hace cumbre el domingo y el segundo si aterriza en la final. Es decir, lo que había en juego no era poca cosa.
Ahora bien, por encima de los euros o el ranking, para el español –que no para el nórdico, con dos victorias en el casillero y el billete para la siguiente estación del torneo como primero de grupo ya asegurado– significaba maquillar el trazado y no irse de vacío de Turín. Tampoco quería Nadal encadenar cinco derrotas consecutivas –US Open, París-Bercy y los dos primeros partidos del Masters–, ni mucho menos dar carpetazo a 2023 con mal sabor de boca. Es decir, se imponía ganar y definitivamente pasar de página. No hay día libre ni partido residual para él, siempre a destajo, aunque en esta recta final del curso su tenis está cogido con alfileres y llega hasta donde llega.
En un duelo parejo, pero con la tensión competitiva justa, le valió para inclinar a Ruud, formado en su academia de Manacor. Sin alardes, el balear edificó el triunfo sobre el servicio –93% de puntos con primeros saques–, profundizando con los golpes ganadores –38 frente a los 19 del rival– y aprovechando dos de las tres veces que el noruego abrió la puerta para firmar un par de breaks, uno por parcial. Logrado su objetivo, habiendo puesto la rúbrica con un revés cruzado, levantó los brazos de forma contenida y enfiló el vestuario pensando en el asalto a la próxima temporada. Dice Nadal seguir motivado y promete intentarlo. Se ve capaz. De aquí a Australia, un intervalo de dos meses; tiempo imprescindible para poner el contador a cero y rehacerse.
“No estoy contento por el torneo, eso seguro, pero siempre es positivo acabar la temporada con una victoria ante un jugador del nivel de Casper”, zanjó Nadal, que el año que viene cumplirá 37 años; “no ha sido la semana perfecta para mí, pero voy a trabajar duro para volver el año que viene”.
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