Alejandro Alvarado Téllez ha sido destituido este martes de su cargo como director del Cereso número 3 de Ciudad Juárez, el penal donde el pasado 1 de enero murieron 17 personas entre reos y guardias, tras un ataque y posterior motín que permitió la evasión de 30 personas. Entre ellas estaba El Neto, líder desde la cárcel del grupo criminal Los Mexicles, uno de los grupos que más violencia genera en la ciudad fronteriza.
La Fiscalía General del Estado de Chihuahua ha abierto una investigación al director de la cárcel y al resto de los trabajadores del recinto, aunque lo sucedido es el reflejo de un problema en los reclusorios de todo México. El hacinamiento de muchos reos contrasta con el lujo en que viven otros, con celdas convertidas en habitaciones de lujo, protegidos por los guardias y enriqueciéndose con la venta de sustancias dentro del penal.
Personal operativo, administrativo y de otras áreas del Cereso están bajo investigación para “esclarecer quién o quiénes están involucrados en el ingreso de objetos prohibidos”, dice la Fiscalía en un comunicado, y se esrán realizando entrevistas, análisis y estudios para “dilucidar los hechos y capturar a los responsables”. En la inspección posterior a los altercados, militares y agentes policiales encontraron “celdas de lujo, muy bien arregladas”, según el reporte de la Secretaría de la Defensa Nacional. Contaban con pantallas de plasma, celulares, y cajas fuertes. Los agentes decomisaron 1,7 millones de pesos en efectivo, supuestamente procedentes de la venta de drogas. También hallaron 84 dispositivos móviles, 14 armas largas, tres de ellas de las que usan los carceleros, y 20 kilos de drogas.
El Neto, personaje neurálgico del operativo orquestado contra el Cereso número 3, fue detenido en 2009 y sentenciado a 224 años de cárcel por los delitos de secuestro y homicidio, cuando apenas tenía 19 años. La banda criminal que controlaba desde dentro, Los Mexicles, asolan desde hace años Ciudad Juárez con asesinatos y secuestros perpetrados, en parte, por antiguos pandilleros deportados de los Estados Unidos. Se le recuerda como un jefe implacable, que ordenaba el envío de cabezas de sus víctimas en hieleras rotuladas. Ahora está de nuevo en la calle.
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