El 23 de marzo de 2011 fallecía en el hospital Cedars-Sinai de Los Ángeles (California) una de las últimas grandes estrellas del celuloide: la actriz Elizabeth Taylor. Tenía 79 años. Tras siete décadas en el mundo del cine y más de 50 rodajes a sus espaldas, Taylor no solo era la actriz protagonista de cintas inolvidables como Mujercitas, Cleopatra, La gata sobre el tejado de zinc, Gigante o De repente, el último verano, sino que alcanzó un estatus de realeza dentro de Hollywood donde, perseguida por la prensa, todo el mundo parecía estar al tanto de su vida privada: de sus siete maridos y ocho matrimonios (con Richard Burton repitió), de sus cuatro hijos y 11 nietos, de su vida a bordo de barcos en aguas europeas para no pagar impuestos o de su adicción al alcohol. Una vida tan a la vista de todos que ella misma se resignaba a ello, tal y como afirmó en una entrevista en 2002 con The New York Times: “Soy de dominio público. He sido de dominio público desde que tengo nueve años. Te acostumbras”.
Once años después de su muerte, Kate Andersen Brower demuestra que, pese a las innumerables fotografías de los paparazis y las crónicas de la vida social publicadas en papel couché, la vida de Elizabeth Taylor todavía escondía misterios. Los que la periodista revela en la primera biografía autorizada de la actriz, titulada Elizabeth Taylor: The Grit & Glamour of an Icon (HarperCollins), para la que ha tenido acceso a 7.358 cartas personales de la artista: “Poder pasar por su vida, leer sus pensamientos internos y descubrir cómo estaba trabajando psicológicamente en las cosas que le sucedían todo el tiempo. Y también lo empática que era con otras personas, cómo luchó por ser una madre trabajadora de cuatro hijos, luchó por amor… Creo que había mucho más en ella de lo que podíamos ver”, ha contado Kate Andersen Brower en una entrevista para la revista People.
La escritora también ha entrevistado a más de 250 personas, entre las que se incluyen nombres tan notables como Demi Moore, Carol Burnett o Colin Farrell, así como a los cuatro hijos de la actriz y algunos de sus antiguos amores, como los actores George Hamilton y Robert Wagner, y a su último esposo, el senador John Warner, fallecido en mayo de 2021.
Publicada en EE UU el 6 de diciembre, algunas de las revelaciones más impactantes de su biografía ya han salido a la luz a través de distintos medios. Una de ellas está relacionada, como no podía ser de otra forma, con su vida amorosa: tuvo un romance tardío con el actor irlandés Colin Farrell, 44 años menor que ella. Ahora, el libro revela más detalles sobre esa relación. Se conocieron de casualidad, cuando Elizabeth Taylor, de entonces 77 años, se encontraba ingresada en el hospital Cedars-Sinai en 2009 a causa de un procedimiento cardíaco y Farrell (de 33) estaba en el mismo hospital por el nacimiento de su hijo. Después de un breve encuentro, el actor habló con el agente de Taylor para solicitar una visita privada con la intérprete en su casa: “Elizabeth estaba intrigada”, escribe Kate Andersen Brewer en la nueva biografía, “su acento irlandés y su reputación de inconformista le recordaban a su amado Richard [Burton]”.
Su primer encuentro fue en la mansión de Bel Air de Taylor, donde Farrell llevó como regalo una copia de la poesía de Yeats. “Le dijo que si alguna vez quería que él volviera y le leyera poesía, estaría feliz de complacerla”, según la biógrafa. Después de aquel encuentro, Taylor escribió al actor: “Qué placer fue conocerte. Y gracias a Dios… eres un verdadero celta. Me recuerdas a tantas cosas buenas… a tantas cosas felices. Gracias por ser tan real”. “Él fue una y otra vez, a leerle”, cuenta Brewer. “Se sentaba en un sillón junto a su cama y ella ocasionalmente ponía grabaciones de Richard leyendo poesía”. Una década después, en 2013, Colin Farell reveló algunos detalles de esta relación durante una entrevista en The Ellen Degeneres Show: “Y ese fue el comienzo de un año y medio o dos años de lo que fue una relación genial. Fue algo así como la última relación romántica que tuve, que nunca se consumó”. En aquella misma entrevista, Farrell reveló que le hubiese gustado ser su marido número nueve.
El libro también revela un flirteo con el director David Lynch, sucedido en la fiesta posterior a los Oscar en 1987, donde compartieron un beso: “Me incliné lentamente, mientras me acercaba a sus labios, pero hipnotizado por estos ojos violetas”, recuerda el director, “y me acerqué más y más y muy pronto mis labios estaban tocando los de ella y se hundían más y más en estos labios de almohada… Vi esos ojos cerrarse mientras nos besábamos y luego los míos cerrarse. Entramos en un sueño. Nunca lo olvidaré”.
“Eres demasiado guapa para matarte”
Sus adicciones son otra de las grandes revelaciones de la biografía, puesto que Taylor se sinceró en numerosas cartas con varias personas acerca de su lucha para superar su adicción a las drogas. Es uno de sus hijos, Chris Wilding, fruto de su matrimonio con el actor inglés Michael Wilding, quien ha hablado de algunos de los episodios más dramáticos durante la década de los setenta, cuando su madre estaba enganchada a un opioide llamado Demerol, que se administraba por vía intravenosa: “Su hijo contó que Elizabeth tenía la mirada completamente vacía mientras le entregaba una jeringa para que él le administrase la dosis”, explica la periodista en la entrevista en People, “y es como ‘Dios, crees que ella lo tiene todo’. Pero, en realidad, siempre había un vacío que ella intentaba llenar”.
“Elizabeth decía que toda su vida fue como una pelea”, revela Brower, “su resiliencia fue negarse a ser una víctima”. La periodista revela los abusos sufridos por Elizabeth Taylor durante su infancia, cuando su padre la maltrataba físicamente por sentir celos de que su hija ganase más dinero que él. Más adelante, Kate Andersen Brower también se refiere a episodios de abusos que sufrió de sus parejas; uno de los más violentos fue durante su matrimonio con el actor Eddie Fisher, su cuarto marido, quien la apuntó con una pistola en la sien para después decir: “No te preocupes, eres demasiado guapa para matarte”. “Elizabeth contó que estar casada con él era como un suicidio lento”, explica Brower, “así que necesitaba irse. Salió de estas situaciones abusivas a lo largo de toda su vida, pero creo que lo que pasa con ella es que siempre pensó que estaba mejor cuando estaba casada”.
Según declara la periodista, los hijos de la actriz le han agradecido su trabajo, aunque han reconocido que han encontrado episodios difíciles de digerir, “pero también han aprendido cosas de su madre al leerlo, porque su vida abarcó tanto que nadie estuvo allí para verlo todo”.