El general boliviano Gary Prado ha fallecido en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra a los 84 años. Prado se hizo célebre tras capturar al líder guerrillero Che Guevara, en 1967, mientras este combatía en el sur de Bolivia. Ese mismo año, el Congreso boliviano lo nombró héroe nacional por su defensa del territorio nacional frente a lo que, en esa época, cuando gobernaba otro militar, el general René Barrientos, se consideraba una “invasión extranjera subversiva”.
Prado se fue distanciando de las posiciones de la derecha castrense y, en los años 70, cuando ya tenía el grado de mayor, se opuso a la dictadura del general Hugo Banzer (1971-1978), lo que ocasionó que se lo echara de la carrera militar y se exiliara en Paraguay. Luego de la caída de Banzer, retomó su puesto en el Ejército boliviano y fue nombrado ministro de Planeamiento del Gabinete del sucesor militar David Pereda. Desde entonces se le consideró un militar “institucionalista”, es decir, del grupo de oficiales que buscaba caminos para devolverle el poder político a los civiles.
También fue comandante del Colegio Militar y, tras el golpe de Estado del general Luis García Meza, que asesinó al líder socialista Marcelo Quiroga, quedó temporalmente marginado, pero luego García Meza, a causa de la relación personal que tenía con él, lo nombró comandante de la importante Octava División, afincada en Santa Cruz. Esta designación cambiaría radicalmente su vida. Su cargo le exigía, en ese tiempo, desempeñarse como la principal autoridad política de esta región. En 1981, un grupo de militantes de extrema derecha dirigidos por el político regionalista Carlos Valverde Barbery tomó el campo petrolero Tita, que era propiedad de la empresa petrolera Occidental. Gary Prado se acercó al lugar y, sin necesidad de disparar, liberó al rehén que el grupo irregular había apresado y convenció a Valverde de rendirse, con la promesa de que él y su grupo saldrían exiliados a Paraguay. Mientras el grupo se desarmaba, uno de los fusiles automáticos que pusieron sobre una mesa se disparó y el proyectil atravesó la columna vertebral de Prado, que desde entonces tuvo que vivir parapléjico.
Se retiró del Ejército con el grado de general y se dedicó a la política y la escritura. Durante la democracia, fue colaborador del partido que había alentado a los militares “institucionalistas” durante las dictaduras, el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria de Jaime Paz. Cuando este fue presidente del país, entre 1989 y 1993, Prado ocupó puestos ejecutivos y representó a Bolivia como embajador en el Reino Unido. Se convirtió en una de las figuras de la clase política boliviana durante tiempo de la “democracia pactada”, que rigió al país hasta la llegada de Evo Morales al poder.
Fue autor de varios libros de historia militar referidos al periodo de la guerrilla guevarista. El más célebre y reeditado de ellos se titula Cómo capturé al Che. También llevó a imprenta La guerrilla inmolada. Testimonio y análisis de un protagonista. Sin embargo, el final de su vida estuvo lejos de ser el retiro tranquilo de un soldado ilustrado. Participó de la oposición que presentó la élite de su región a los cambios económicos y sociales que intentaba aplicar el presidente Morales desde 2006 en adelante. Una vez, este lo acusó de haber “asesinado al Che”. Prado siempre negó que hubiera estado al tanto de la orden de ejecución del combatiente cubano-argentino, que, según la mayoría de los historiadores, provino del alto mando militar y del propio presidente Barrientos. El ejecutor de Guevara fue el suboficial Mario Terán, fallecido hace un año.
En 2008 y 2009, sectores radicales de Santa Cruz, que presuntamente querían aprovechar el momento político para lograr la independencia de esta región, contrataron mercenarios y formaron una milicia que realizó algunos atentados sin víctimas. El 16 de abril de 2009, un comando de la policía intervino el Hotel Las Américas, donde esta milicia se alojaba, y eliminó a tres de sus miembros, inclusive su jefe, el boliviano-húngaro Eduardo Rózsa-Flores, y detuvo a otras dos personas. El Gobierno de Morales acusó a este grupo de complotar para asesinar al presidente. Tras ello, se aprobó una norma contra el financiamiento al terrorismo y se tomaron otras medidas que obligaron a varios dirigentes regionales a exiliarse. También comenzó un juicio, llamado “caso terrorismo”, que se haría célebre. Duró diez años y solo logró la sentencia de unos pocos involucrados. Gary Prado fue acusado de haber apoyado, con sus conocimientos militares, la aventura de Rózsa-Flores. Como la mayoría de los otros acusados, él negó que la célula terrorista hubiera existido. Durante el proceso recibió detención domiciliaria, en consideración a su salud y su edad. En 2020, durante el Gobierno interno de Jeanine Áñez, el juicio acabó y resultó sobreseído.
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