Al frente de la Confederación Europea de Sindicatos (CES) está Esther Lynch (Reino Unido, 60 años), que antes de acceder al cargo en 2015 desempeñó un papel clave en el desarrollo de estrategias sindicales en Irlanda, su país de adopción, donde comenzó como representante de los trabajadores en los años ochenta.
Pregunta. ¿Cuáles son los principales retos a los que se enfrenta el sindicalismo en los próximos años?
Respuesta. Particularmente dos: el aumento del coste de la vida y la consiguiente necesidad de los trabajadores de obtener aumentos salariales que les permitan mantenerse a flote; y la irrupción de nuevas formas de trabajo que parecen tener más en común con lo que sucedía hace 100 años que con el futuro.
P. ¿A cuáles se refiere?
R. A las formas de trabajar que están fomentando las plataformas, que se caracterizan por avivar la competencia entre trabajadores, obligándolos además a convertirse en autónomos para evitar así que puedan negociar colectivamente para obtener un trato justo. La realidad es que los trabajadores sindicados tienen mejores condiciones de trabajo y mayores salarios.
P. ¿La irrupción del trabajo a distancia y la consiguiente pérdida del sentimiento de pertenencia a un colectivo ponen en riesgo la fortaleza de los sindicatos?
R. De la misma forma que existen múltiples herramientas tecnológicas que permiten al empleado conectarse a su puesto desde su domicilio, también existen otras que nos dan pie a que los sindicatos nos relacionemos con ellos de manera virtual. Pero no necesariamente tiene que ser así. Estamos buscando fórmulas que fomenten el debate entre los trabajadores, ya sean a distancia o de manera presencial. Los sindicatos siempre hemos sido muy innovadores.
P. ¿Cómo se están preparando los sindicatos para no perder su fuerza en un contexto en el que el empleado sea el que decida desde dónde trabaja?
R. Lo que estamos viviendo actualmente es un resurgimiento del sentimiento de injusticia por parte de aquellos trabajadores que durante la última década vienen observando cómo los beneficios de su trabajo no han repercutido en una mejora de sus salarios y con la subida reciente de los precios están sintiendo ese pellizco en sus bolsillos. Así que están tomando las calles para dejar claro que ya es suficiente y que la justicia tiene que volver. Todas nuestras acciones virtuales deben ser adicionales a la acción en la calle.
P. ¿Tienen verdadera capacidad de presión los sindicatos para forzar a las empresas a una subida salarial? En España no se ha conseguido todavía.
R. Hay dos cosas que están sucediendo en este momento. Hay empresas que están utilizando la guerra en Ucrania como un disfraz, como una forma de aumentar sus beneficios. Y así lo hemos visto con las empresas de energía, que duplicaron sus beneficios en 2022. Mientras que, al mismo tiempo, muchos trabajadores no pueden permitirse mantener un techo sobre su cabeza o poner un plato de comida sobre la mesa. Lo que queremos es asegurar el empleo y los ingresos de los trabajadores. También pedimos a todos los gobiernos del mundo que tengan en cuenta la realidad de lo que está ocurriendo y que pongan en marcha soluciones a medida. Y la mejor manera de crear y aplicar esas soluciones es a través del diálogo social. Lo que significa que tienen que sentarse con los sindicatos y discutir cuál es el problema y qué solución funcionaría mejor para combatirlo. No se nos debe ignorar en la elaboración de estas políticas de respuesta.
P. En España el salario mínimo ha subido un 47% en los últimos cinco años, una conquista que no se hubiera producido sin la presión de los sindicatos.
R. Es una medida importante que queremos que se tome en toda Europa, porque no concebimos que la competencia entre empresas se base en la devaluación salarial. Por eso estamos tan interesados en hacer campaña a favor de la directiva europea sobre el salario mínimo, que establece que el sueldo base de los Estados miembros debe representar el 60% del salario medio. Los convenios colectivos son una forma de devolver salarios justos a la economía.
P. ¿Se enfrentan los sindicatos a una de las mayores transformaciones de su historia?
R. Sí. Las épocas en las que los sindicatos funcionaron mejor fue cuando los trabajadores más los necesitaban. Y si nos fijamos en el momento actual, los trabajadores necesitan un cambio por todos los desequilibrios que se están produciendo no solo en el entorno laboral, sino también otras ramas como son la sanidad, la educación, el transporte o la vivienda. Todo esto está creando una necesidad real de que se afiance un enfoque colectivo de los trabajadores allá donde se encuentren.
P. ¿Suponen compañías como Twitter, Amazon o Google una amenaza para las futuras conquistas laborales?
R. Estamos centrados en la lucha contra todo tipo de actividades antisindicales que crecieron y se desarrollaron en Estados Unidos en los últimos años, y que después hemos visto cómo estas compañías han tratado de reproducir en Europa. Y eso es inaceptable, porque el modelo social europeo no funciona así. El modelo social europeo funciona sobre la base del diálogo social, el respeto a los sindicatos y el respeto a los trabajadores y al trabajo que realizan. Y creo que los trabajadores tienen claro que la mejor manera de hacerlo es a través del sindicato.
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