“Hay que mochar la mano al que robe en el servicio público”. Jaime Rodríguez Calderón soltó la bravuconada durante el primer debate de la campaña presidencial de 2018. La presentadora le preguntó sorprendida si hablaba en sentido literal o era una metáfora de la dureza con la que se debía actuar contra la corrupción: “¿Cortarle la mano a los delincuentes?”. “Claro, así es”, confirmó el todavía gobernador de Nuevo León.
La boutade sintetiza como pocas la carrera de un político apodado El Bronco que encontró en la provocación y la distancia con los códigos de la política tradicional la vía rápida para auparse como el primer gobernador independiente de México. Y desde esa plataforma, lanzarse a la batalla presidencial, aunque fuera a costa de convertirse más en un meme que en un candidato con alguna posibilidad de victoria.
Las redes sociales fueron la gasolina que hizo correr el fenómeno de este ganadero bravucón que logró en 2015 capitalizar el descontento y el voto de castigo al PRI y el PAN en el segundo Estado más rico de México. Las mismas redes que ahora le están recordando al Bronco la paradoja de su drástico mensaje de cortar las manos a los políticos corruptos. Rodríguez ha sido detenido este martes por un presunto desvío de recursos públicos. La denuncia ha sido presentada por el actual gobernador, Samuel García, por la supuesta utilización de fondos públicos para recabar las firmas necesarias para su polémica campaña presidencial.
El Bronco, 64 años, es hijo de un campesino y un ama de casa del sur ganadero de Nuevo León. Fue vendedor de alfalfa, nuez, piñón y madera antes de entrar a estudiar para ingeniero agrónomo. Sus orígenes humildes han sido otra de vetas más explotadas para vender una historia de éxito a través del ascenso social alejada de las grandes familias del establishment político y empresarial del rico estado norteño.
Antes de su salto como candidato independiente, Rodríguez acumulaba en sus espaldas 33 años de militancia priista. Fue diputado federal, diputado y alcalde del municipio de García, en el área metropolitana de Monterrey. “Me exorcicé, me saqué al PRI de mí. Fui prinosaurio, ahora soy dinosaurio”, solía contar para tomar distancia con su pasado en un momento de horas bajas para la marca PRI en Nuevo León. El entonces gobernador Rodrigo Medina arrastró fuertes polémicas por corrupción durante el mandato que derivaron en su detención en 2017 por malversación de fondos y daños al patrimonio del Estado.
Superviviente a dos ataques del narco durante su época de alcalde, su carácter impetuoso y directo, muy al estilo norteño, y su condición de primer independiente en tocar poder, le valió comparaciones con Viente Fox, el presidente ranchero que desbancó por primera vez al PRI. El Bronco vendía pragmatismo y soluciones rápidas, alejado de ideologías o peajes partidistas. Sin embargo, su reservas con el derecho al aborto o su defensa de la pena de muerte lo situaban más en el flanco de la derecha conservadora. En materia económica, su postura a favor de bajar los impuestos, adelgazar el Estado y fortalecer a las empresas tampoco era ninguna novedad para un político salido de la cuna empresarial mexicana.
Su salto como candidato presidencial en 2018 fue otro de sus hitos mediáticos. Tras prometer que no abandonaría su cargo -”Yo estoy con Nuevo León y aquí estaré los seis años”- por la contienda electoral, solicitó la licencia en mitad de su mandato. Durante la precampaña para la obtención de firmas necesarias para su registro como candidato se sucedieron las denuncias. El Instituto Nacional Electoral (INE) encontró irregularidades en más de la mitad de los dos millones de apoyos al Bronco. Finalmente, y tras una polémica decisión, tuvo que ser el Tribunal Electoral el que volvió a meter a Rodríguez en un carrera, que a la postre, ha motivado ahora su detención.
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