La familia de Pedro César Carrizales, El Mijis, ha identificado este miércoles el cuerpo sin vida del activista en el instituto forense de Ciudad Victoria, en Tamaulipas. Su esposa, Miriam Martínez, había ido hacia allá el viernes, tras el aviso de la Fiscalía. La investigación de las autoridades ha concluido que Carrizales, que estaba desaparecido desde el 31 de enero, tuvo un accidente de coche en la madrugada del 3 de febrero. Esta noticia pone fin a semanas de espera e hipótesis sobre el paradero de una de las figuras más reconocidas del activismo en México. Del barrio y las pandillas a resultar elegido diputado en San Luis Potosí, la historia del Mijis se convirtió en un ejemplo de lucha.
La reconstrucción de sus últimos pasos comienza en el hotel Las Fuentes, en Saltillo (Coahuila). Ahí llegó junto a su esposa, con quien tenía un bebé de nueve meses y un niño de dos años y medio. Habían salido desde San Luis Potosí y el destino final era Monterrey (Nuevo León), donde el activista estaba llevando a cabo un proyecto de rutas migrantes. Ante el largo trayecto de coche, la familia decidió descansar. “Pasó todo el día completo del 31 de enero. Se puso a jugar con mi niño en el hotel, lo llevó a la alberca, a los toboganes”, cuenta destrozada Miriam Martínez a EL PAÍS unos días antes de su identificación. Allí, él quiso continuar el camino, pero ella estaba todavía agotada. “Me dijo: acabo, voy y vengo. Antes de la 1 de la mañana estoy aquí y nos regresamos. Ni siquiera amplié las noches de hotel”.
Supo de él de nuevo en la madrugada del 1 de febrero. Necesitaba la clave de uno de sus dos teléfonos. “Se la pasé y me dijo: ‘Hay un detalle, me detuvieron. Pero espérame, ahorita te digo y ahorita te marco”. De ahí a la siguiente comunicación pasaron más de 24 horas. A las 23.18 horas del 2 de febrero, Martínez recibió un mensaje de voz. “Mi amor, ya voy para allá, gracias a Dios ya me soltaron, me tenían los policías, los GAFES [agentes de las fuerzas especiales], pensaban que era de los malos, pero ya voy para allá, no te preocupes, te amo”, decía El Mijis. Ante las preguntas de Martínez, el activista contesta que no puede llamarla, porque iba manejando en la carretera: “Te sigo marcando sobre el camino mija, no puedo ir hablando porque me tenían detenido y lo que quiero es ir saliendo de aquí ya”.
Después de ahí, solo silencio. Miriam Martínez esperó durante dos días más. Encerrada, asustada sin atreverse a salir del hotel. “No me quise mover de ahí. Porque yo no conozco la ciudad de Saltillo, me dio miedo”. El día 4 se decidió a volver a San Luis Potosí para avisar a la familia de la desaparición. Al día siguiente fue a la Fiscalía a presentar la denuncia. “No me la querían tomar porque no fueron los hechos en San Luis Potosí, pero le pedí ayudar a un asesor de él. Y finalmente empezaron la colaboración con las otras Fiscalías”. Por ese motivo, explica, pasaron tantos días hasta hacerse público que el popular activista estaba desaparecido.
En un comunicado conjunto de las Fiscalías de San Luis Potosí, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, las autoridades informaron ayer de que el 3 de febrero a la una de la madrugada, aproximadamente, se registró un accidente de coche en el kilómetro 27 de la carretera Piedras Negras-Nuevo Laredo, en el límite entre los dos Estados. “Yo no sabía nada de Tamaulipas, no estaba en la ruta”, dijo Martínez.
Según una fuente cercana a la familia, la versión de la fiscalía mantiene que tras un choque, la camioneta roja del Mijis salió de la calzada, el pasto seco se prendió por las chispas de la fricción y el vehículo acabó incendiado. La familia ha emitido un comunicado en el que rechaza hacer nuevos comentarios ante la situación de extremo dolor.
Una historia de lucha
El rostro de ese hombre chaparro, moreno y lleno de tatuajes era desde hace años una referencia en la lucha social en México. Integrante de las pandillas en su juventud y diputado en San Luis Potosí en 2018, su historia se convirtió en ejemplo. El Mijis fue duramente atacado por su imagen cuando fue electo, tuvo incluso que desmentir que tuviera antecedentes penales. “Me han dicho naco, cholo, brayan, me han barrido con la mirada por mi apariencia”, contó a este periódico tras ser elegido. Centró su discurso político precisamente en visibilizar las demandas de los sectores más desfavorecidos del país, en la pobreza, exclusión, racismo y violencia.
Terco y valiente, perseguía sin cesar cada causa que creía injusta. Hizo una huelga de hambre por el encarcelamiento ilegal de un maestro rural, utilizaba su altavoz por cada desaparecido, ponía su imagen al lado de las víctimas de feminicidios.
Esta visibilidad en un país letal para los activistas le puso en muchas ocasiones en la diana. En 2019, sobrevivió a un atentado cuando todavía era diputado. Su coche recibió seis disparos de bala desde una motocicleta. Salió ileso. Reconoció que había recibido amenazas previas: “Debido a la gravedad e intenciones de ciertos grupos, temo por mi seguridad y la de mi familia”, aseguró entonces en su perfil de Twitter. Hace apenas cuatro meses fue secuestrado durante 12 horas. Fue localizado por la Guardia Nacional en el municipio de Zaragoza, en San Luis Potosí, golpeado pero vivo.
“Yo sé que si yo estuviera en su lugar, él me hubiera buscado en todas partes. Pero yo no podía meterme en esos lugares, peligrosos, tan lejos. Aquí en San Luis Potosí no me hubiera importado dónde meterme”, decía entre lágrimas Miriam Martínez, que llevaba desde el 31 de enero sin comer, sin dormir, esperando un mensaje, una llamada. “Pero no llega”.
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