Las olas llegan negras y la espuma, color café, hasta las playas de Oaxaca que colindan con Salina Cruz, donde está la terminal marítima de Pemex. Los ductos salen desde ahí mar adentro para cargar los buques petroleros y de tanto en tanto se produce un vertido al agua cristalina, uno cada dos años de promedio, dicen los pescadores. El que detectaron el domingo de madrugada ha afectado alrededor de 10 playas, algunas de las más bellas del Pacífico mexicano, y del mundo, sostienen los lugareños. Casi una semana después, Pemex está llegando a acuerdos con los pescadores para indemnizarles por los daños y limpiar el chapapote, porque desde que cambió el color de las olas y llegaron animales muertos a la arena todas las actividades productivas quedaron suspendidas.
De Salina Cruz hacia el norte, hay alrededor de 15 kilómetros afectados, según Rafael Mayoral, de la organización Pobladores, por un hábitat y un modo de vida sostenibles. Playa Brasil, playa Azul, playa Escondida, Chipehua, el Morro, Punta Chivo, playa Cangrejo. A todas las baña el color tinto y las arenas se ha vaciado de turistas que disfrutan de ese pedazo de paraíso y devoran las ostras, ostiones, almejas, lo que suben los pescadores de la zona y los buzos para los restaurantes. “Al principio, Pemex solo se hizo responsable de tres playas, pero hoy mismo está negociando en otros pueblos, como Guelaguichi”, todos ellos del municipio de Tehuantepec, relata Gubidxa Guerrero, que vive allí. “Normalmente, Pemex dice que no es culpa suya, que serán los buques que tiran crudo al mar, pero la gente de aquí también trabaja en la petrolera estatal y sabemos que las tuberías están obsoletas, no hay dinero para mantenimiento”, sigue Guerrero.
Hace ocho años se produjo otro derrame y Pemex se avino a negociar indemnizaciones, como está haciendo ahora, a decir de los afectados, porque la petrolera no ha contestado a las preguntas por escrito que solicitó a este periódico. “El de ahora es mayor aun que el de hace ocho años”, cuenta Guerrero, “y cada vez que hay temblores suele haber algún vertido”, añade. Los pescadores calculan que limpiar la zona llevará un mes y medio, es decir, que desaparezca el olor y el sabor del pescado y los moluscos, “pero eso no quiere decir que no haya tóxicos en el organismo”, advierte Guerrero, que se dedica al comercio en Gelaguichi.
El puerto de Salina Cruz es un núcleo petrolero importante para México. Desde su refinería salen los ductos que se internan en el mar para cargar los buques con gasolina, diésel y turbosina. La corriente del agua se desplaza hacia el oeste, en dirección a Huatulco, una de las zonas turísticas más apreciadas del Estado, pero aún muy lejos del vertido. La zona de Tehuantepec está poblada por pueblos originarios que se dedican a la pesca, con lanchas y redes, buena producción, pero de tamaño sostenible, por así decir. Las tortugas llegan a desovar y los turistas a comer pescado por esas arenas. Los pescadores cortaron las carreteras estos días reclamando indemnizaciones y limpieza, también ser incluidos en los trabajos temporales hasta que puedan volver a sus tareas. Los bloqueos han cesado, prueba de que las negociaciones con la petrolera están en marcha o en vías de resolución, según dicen.
Con las gafas de buceo en las manos y acompañado de otros compañeros, Héctor Manuel Velázquez Fuentes relataba este jueves en un video cómo habían suspendido sus inmersiones en busca del pulpo y de la langosta, cuya temporada empezaba ahora. “Con el chapapote, el animalito no se acerca”, decía. Y pedía recursos para sostener a las familias. Pescadores contra petroleros en una pelea recurrente cada vez que los ductos fallan.
Rafael Mayoral recuerda cuando hace años las playas siempre estaban limpias. “De chico me tocó verlo”, dice. Ahora está pendiente del corredor interoceánico proyectado y de una escollera de 1,6 kilómetros hasta la que se acercarían los buques de nuevo a cargar sin necesidad de llevar el combustible por el mar. “Eso queremos creer”, dice. En Salina Cruz ya existía la terminal marítima, pero “todo cambió entre 1977 y 1978 con la refinería. Por los años Ochenta las playas no volvieron a estar tan limpias como antes”.
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