Un perro avanza por las calles con una pierna humana en la boca. Sucede en el fraccionamiento Santa Fe, a la entrada de Irapuato, en Guanajuato, uno de las Estados mexicanos que más está sufriendo la violencia. Los vecinos dan el aviso a la policía y al colectivo de buscadoras Hasta Encontrarte. La pista del animal lleva a un terreno abandonado, en pleno núcleo urbano, al lado de una escuela preparatoria y de varias tiendas. Después de cuatro días, se han encontrado 53 bolsas de plástico negras, selladas, con restos humanos. La historia de terror empezó el viernes y se ha cerrado este martes. La Fiscalía de Guanajuato ha confirmado a EL PAÍS que las labores de búsqueda y exhumación en el predio han terminado este martes, mientras las buscadoras exigen identificar lo antes posible a quién pertenecen los restos.
El horror alcanza siempre nuevas cotas en México. El mismo día que la imagen de un perro paseando en Zacatecas con una cabeza humana en la boca escandalizará a un país acostumbrado a la violencia, otro animal hacía lo mismo, pero sin ser fotografiado, a 300 kilómetros de allí. La Fiscalía de Guanajuato afirmó que se trataba de una “extremidad inferior”, pero Bibiana Mendoza, del colectivo Hasta Encontrarte, apunta a este periódico que la dueña del perro les dijo que lo que el animal portaba era una mano humana.
Al rastrear de donde venía el perro, los agentes de la Fiscalía llegan hasta un terreno de unos 1.800 metros cuadrados, colonizado por la maleza y rodeado por una barda de ladrillo. Tenía dos entradas, que ni siquiera estaban cerradas. Este predio está muy cerca de la carretera que conecta Irapuato con León, cerca de los bulevares principales. A unos metros, colindante, está la escuela CBTis 65, Josefa Ortiz de Domínguez, al otro, una pastelería. “Nos preocupa mucho que se encuentren una de las fosas más grandes de Guanajuato en una zona como esta, que está poblada, urbana, donde hay vecinos. No es una zona abandonada”, dice por teléfono Mendoza. Para Raymundo Sandoval, académico y activista de la Plataforma por la Paz y la Justicia en Guanajuato, este hallazgo “en plena zona urbana evidencia un control territorial prácticamente total de la delincuencia organizada y un omisión total de las autoridades en los tres niveles de Gobierno”.
Los agentes llegaron en la mañana del viernes. Ese día se exhumaron 22 bolsas, le siguieron nueve el sábado, 10 el domingo y 12 el lunes. En total, 53 en cuatro días de búsqueda. Bibiana Mendoza explica que estas bolsas se dan “en un contexto muy particular” que no habían visto todavía en Guanajuato: eran de plástico negras, pero estaban selladas, con cintas, “como si fueran un paquete”.
Esta buscadora, que pudo entrar con su colectivo desde el sábado, explica que las fosas tenían hasta dos metros de profundidad: “Los fueron enterrando por capas. Cuatro bolsas embaladas, después una capa de medio metro de tierra, otras cuatro bolsas, de nuevo la tierra, y al final otras bolsas”. Esta división les hace pensar que la temporalidad de los restos es distinta. “Los primeros estaban muy arriba, casi por encima de la tierra, se hablaba de que tenían menos de medio mes”, señala Mendoza, que también se encontró una osamenta de mujer, sola, sin estar dentro de ninguna bolsa. Además de que había zonas dentro del terreno donde parecía que se había quemado algo. El colectivo Hasta Encontrarte ha identificado zonas de incineración y restos de ácido en este tipo de hallazgos.
Los restos encontrados —que todavía se desconoce a cuántas personas pueden corresponder— han sido trasladados al servicio forense hasta la ciudad de Guanajuato, la capital del Estado. Las buscadoras han exigido a la Fiscalía una pronta identificación, así como determinar el sexo de las víctimas, sus edades o si tenían tatuajes. “Era una tristeza para nosotras cuando estaban sacando las bolsas porque no sabíamos si lo que estábamos despidiendo en esas bolsas eran nuestros seres queridos”, narra Mendoza, que busca desde hace cinco años a su hermano Manuel, de 34 años, que fue sacado por hombres armados de su casa en Guanajuato. Todavía no ha recibido ninguna pista de su paradero: lo busca con vida.
La tragedia de los desaparecidos ha explotado en Guanajuato en los últimos cinco años, explica Raymundo Sandoval, desde entonces el número se ha multiplicado por seis. Según los datos de la secretaría de Gobernación, en el Estado hay 2.888 personas desaparecidas, de esas, 1.900 faltan desde 2017. Una cifra que avanza pareja al número de asesinatos: solo desde 2019 se han acumulado más de 15.000 homicidios dolosos.
El hallazgo en Irapuato se da apenas dos años después de haber encontrado 80 fosas clandestinas en Salvatierra y 104 bolsas con restos humanos en el cerro del Toro, en Acámbaro. Sandoval explica que consideran ya estos lugares como “zonas de exterminio” y que después de todo este tiempo apenas se ha podido identificar a qué personas correspondían esos restos. “Prácticamente a dos años, el colectivo de Acámbaro no ha podido individualizar todos los restos, no sé sabe a cuántas personas exactamente correspondían. Aunque la mitad de las buscadoras de ese colectivo, unas 20, encontraron restos de sus seres queridos en esas 104 bolsas”, refiere Sandoval.
En un país con más de 107.000 desaparecidos, según la cifra oficial del Gobierno, el peso de la búsqueda sigue recayendo en las familias, principalmente en las madres, hermanas y esposas. Sumado a una alarmante crisis forense, por todo el país se acumulan los miles de restos sin identificar. En el caso de Guanajuato, Sandoval habla de 800 a 1.400 casos sin identificar, un rezago al que ahora se le añaden brutales hallazgos como el de Irapuato.
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