Hay víctimas de la crisis climática que están condenadas irremediablemente a la muerte. Porque, tras décadas de ignorar las alertas científicas, la enorme cantidad de gases de efecto invernadero que el ser humano ya ha expulsado ha generado un calentamiento que causará impactos irreversibles durante cientos o miles de años. En un lugar destacado de la lista de daños está la pérdida de glaciares, las grandes masas de hielo y nieve que se acumulan en las zonas montañosas y las regiones polares. La Unesco ha realizado un estudio para evaluar el impacto del calentamiento en los 50 sitios declarados Patrimonio de la Humanidad en los que hay glaciares. Este organismo de la ONU concluye que en 17 de estas áreas de alto valor ecológico, paisajístico y cultural a mediados de este siglo ya no existirán esas formaciones independientemente del nivel de calentamiento que se alcance.
En total, son 460 glaciares que la crisis climática borrará del mapa. En ese listado de condenados a muerte están los últimos glaciares de África (ubicados en las montañas Kilimanjaro, Kenia y Rwenzori-Virunga) y otros muchos de algunos emblemáticos lugares de Europa y Norteamérica, como los Dolomitas (Italia), los Pirineos-Monte Perdido (entre Francia y España) y los parques nacionales estadounidenses de Yellowstone y Yosemite.
Eso es lo que el informe de la Unesco sostiene que se perderá con el nivel de calentamiento actual, que ronda los 1,1 grados Celsius respecto a la época preindustrial. Pero, aunque la tendencia de reducción del volumen de hielo y nieve es muy negativa, lo que ocurra con los glaciares de los otros 33 lugares Patrimonio de la Humanidad analizados está todavía, en cierta forma, en manos del ser humano: “podrían salvarse si las emisiones de gases de efecto invernadero se reducen drásticamente para limitar el calentamiento global a los 1,5 grados Celsius”, el objetivo más ambicioso del Acuerdo de París. Para ello la ciencia ha dejado claro que es imprescindible que la humanidad deje atrás lo antes posible los combustibles fósiles: el petróleo, el gas y el carbón.
En estos momentos, hay identificados “más de 200.000 glaciares en el mundo de los que alrededor de 18.600 están ubicados en sitios Patrimonio Mundial”, señala a EL PAÍS Tales Carvalho Resende, el autor principal de este informe de la Unesco. “Los glaciares del Patrimonio Mundial abarcan una superficie de unos 66.000 kilómetros cuadrados, lo que representa casi el 10% de la superficie glaciarizada de la Tierra”, añade Carvalho.
La Unesco tiene reconocidos en estos momentos 1.154 lugares Patrimonio de la Humanidad y el estudio se centra en esos 50 en los que hay formaciones de hielo de este tipo, entre los que están los más altos del mundo —ubicados en el monte Everest—, los más largos —en Alaska— y los últimos que quedan en África. A través de imágenes de satélites el informe hace un análisis de la evolución de estos glaciares durante el siglo XXI. La conclusión es que todos “están retrocediendo”.
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“Todos los sitios glaciares del Patrimonio Mundial tuvieron un balance de masa negativo de 2000 a 2020, lo que significa que perdieron más hielo del que ganaron”, apunta el estudio. Los autores calculan que en estas dos décadas han perdido de media unas 58.000 millones de toneladas de hielo cada año, lo que equivale al consumo de agua total en Francia y España juntas. “Suponiendo que toda el agua de deshielo finalmente llegó al océano, la pérdida de hielo en los sitios del Patrimonio Mundial causó alrededor del 4,5% del aumento global observado del nivel del mar de 2000 a 2020, unos 3,22 milímetros”, añade el informe de la Unesco. Aunque en todas las regiones se ha detectado una reducción de los glaciares ubicados en zonas Patrimonio de la Humanidad, los que acumulan una mayor pérdida de hielo durante este siglo se concentran en América del Norte y en Groenlandia e Islandia.
La desaparición de estas formaciones no solo supone la destrucción de paisajes seculares o milenarios, sino que también afecta a la “hidrología local”. El informe cita, por ejemplo, “la expansión de lagos glaciares” y los cambios en la forma de fluir de algunos ríos de Norteamérica como algunas de las consecuencias. En otros casos, ya se han registrado gigantescos tsunamis de montaña asociados a ese deshielo, como el deslizamiento que se produjo en octubre de 2015 en el Parque Nacional y Reserva Wrangell-San Elías de EE UU y que alcanzó los 190 metros de altura.
Aunque todos los glaciares que están en los lugares protegidos por la Unesco experimentan un retroceso debido al calentamiento global, “las tasas de pérdida de masa más rápidas” se localizan en los sitios con las “áreas glaciares más pequeñas”, aquellos que tienen una superficie inferior a los 10 kilómetros cuadrados y que son más sensibles ante el cambio climático. Esos son los glaciares que se perderán a mediados de siglo independientemente del nivel de calentamiento que se alcance, según el estudio de la Unesco.
Carvalho explica que los glaciares “más grandes pueden tardar cientos de años en responder a los cambios climáticos, mientras que los pequeños pueden tardar solo una o dos décadas”. Y añade: “los glaciares más grandes del mundo se extienden y crecen bajo el peso de las nevadas acumuladas, pero los pequeños dependen más de la nieve arrastrada por una tormenta o una avalancha y, por lo general, se mantienen en un solo lugar. Durante los veranos calurosos, los glaciares más pequeños pierden masa en forma de agua de deshielo, que alimenta los arroyos y los sistemas de riego de los valles inferiores. Por término medio, los glaciares crecen entre 1,5 y 2 metros cada invierno y se reducen entre 2,5 y 3 metros cada verano. En un verano especialmente caluroso, un glaciar muy pequeño puede perder hasta un 20% de su masa”. Por eso, el aumento constante de las temperaturas debido a la crisis climática los aboca a su desaparición.
Lo que ocurra con los glaciares más grandes dependerá de cómo evolucione el cambio climático vinculado a los gases de efecto invernadero que genera el ser humano. En el escenario más pesimista, de emisiones crecientes y un incremento de la temperatura de alrededor de 4 grados a final de siglo, los glaciares de otros 10 lugares Patrimonio de la Humanidad —que tienen una superficie de entre 10 y 100 kilómetros cuadrados— “podrían desaparecer casi por completo para 2100″. La pérdida de masa de hielo equivaldría en ese caso a un aumento del nivel del mar de 20 milímetros.
Pero si las emisiones se reducen drásticamente para limitar el calentamiento global a los 1,5 grados, se podría reducir la pérdida de hielo y los glaciares de los 33 sitios Patrimonio Mundial analizados “podrían salvarse”. “Estos resultados enfatizan la fuerte influencia que la reducción de emisiones podría tener en la magnitud de la pérdida de hielo y la preservación de los glaciares”, remacha el informe. En la misma línea, Audrey Azoulay, directora general de la Unesco, añade: “este informe es una llamada a la acción. Solo una rápida reducción de las actuales emisiones de CO₂ [el principal gas de efecto invernadero] puede dar esperanzas de salvar los glaciares y la excepcional biodiversidad que depende de ellos”.
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