Como una especie de discurso programado, Cuauhtémoc Blanco se sienta ante la cámara y repite una serie de frases armadas que se pegan en la cabeza de quien le escucha. “No soy un político, soy un ciudadano como ustedes”. “Yo vengo desde abajo”. “Todo lo que tengo me lo he ganado con esfuerzo”. “Se burlan de mí porque soy futbolista”. Con un tono tranquilo, un cuerpo esbelto, y una dicción alejada de la corrección gramatical, se sigue vendiendo como un outsider de la política a siete años de haberse metido en ella. Hasta ahora, esa imagen de “ciudadano normal” que ya tenía dinero antes de acercarse a las arcas del Estado, le ha rendido frutos. Fue elegido en 2018 gobernador del Estado de Morelos, donde ni siquiera residía, con unos números apabullantes. Pero cuatro años después, tres saltos por distintos partidos y un reguero de polémicas, es de los gobernadores peor evaluados de todo México y uno de los aliados más incómodos del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Blanco, de 49 años, puede presumir mucho de su carrera como jugador del Club América y del Valladolid, todos le conocen en México por su historial deportivo como un chico de barrio. Pero en su página de Wikipedia hay muy poco material sobre sus logros en los siete años que lleva en la política. Antes de su reciente fichaje por Morena, había comenzado su carrera en el Partido Socialdemócrata de Morelos (PSM). La formación le ofreció la candidatura a la presidencia municipal de Cuernavaca, la capital del Estado, pese a que no era de allí y nunca había vivido en esa entidad. Blanco aceptó y triunfó en las elecciones por un puñado de votos. Al poco tiempo de ganar, rompió filas con su partido tras una serie de desencuentros y acusaciones de que había recibido dinero para participar en las urnas.
Por ese señalamiento, y por irregularidades en la inscripción de su candidatura, el Congreso de Morelos le abrió un juicio político en diciembre de 2016, un año después de tomar posesión. Blanco protestó en contra de la medida con una huelga de hambre y el caso llegó a la Suprema Corte de Justicia, que decidió paralizar el juicio. Fue un inicio convulso en la política de Morelos, que incluyó una variedad de irregularidades que iban desde la compraventa de favores hasta desvío de recursos a familiares.
Desde que se inició en la política, El Cuauh, como le llaman, ha pasado ya por tres partidos. Tras la ruptura con el PSM, contendió por el ultraconservador Partido Encuentro Social (PES) para la gubernatura. Sacó más del 52% de los votos y, en poco tiempo, se rodeó de los personajes más polémicos del Estado. Varios exfuncionarios que le conocen le describen como un hombre de “pocos recursos intelectuales” y de “razonamientos no muy profundos”, y coinciden en que el poder en la sombra lo maneja su medio hermano, Ulises Bravo, presidente del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) en la entidad. Para este perfil, este periódico envió una serie de preguntas al gobernador, porque así lo pidieron, pero hasta el momento de la publicación no han sido respondidas.
Blanco llegó a Morelos con la promesa de combatir la corrupción de la clase política —de la que él no se creía parte—, una campaña centrada principalmente en su predecesor, Graco Ramírez. Con esa propuesta, el activista Gerardo Becerra se sumó a la Administración como una especie de asesor anticorrupción. El año pasado, Becerra renunció “por congruencia”, cuenta en conversación con este periódico. “No tenía malas intenciones cuando llegó, pero con el tiempo me di cuenta de que adolecía de los mismos males que Graco”, dice. Ya fuera del Ejecutivo, el exasesor presentó 12 denuncias contra el gobernador por actos de corrupción, que van de irregularidades en la contratación de helicópteros a los desayunos escolares. “Pagan un sobreprecio terrible”, agrega.
Además de las acusaciones de corrupción, antiguos funcionarios del Ejecutivo estatal aseguran a este diario que hay “evidencias contundentes” de los vínculos entre su Gobierno y el crimen organizado. Uno de ellos, que prefiere mantener el anonimato, explica que como Blanco no conocía la entidad, le abrió la puerta a los primeros que se le acercaron, entre ellos, grupos del narco. “Ahora el crimen le da dinero, y así avanza la alianza”, dice.
La relación entre el gobernador y agrupaciones criminales ha quedado registrada no solo en la prensa, sino también en los archivos de inteligencia de organismos federales. Entre los millones de documentos recientemente filtrados de la Secretaría de la Defensa (Sedena), aparecía un seguimiento a Blanco. Lo que preocupaba al Ejército era la conexión con el cartel Comando Tlahuica, conocido por su presunta participación en el asesinato del activista Samir Flores. La revista Proceso documentó la semana pasada a partir de los papeles de la Sedena una serie de nexos entre el gobernador y varios grupos delincuenciales, incluido el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y Guerreros Unidos.
La Sedena documentó una relación puntual a través del Sistema de Agua Potable y Alcantarillado de Cuernavaca, cuyo control lo tomó el Comando Tlahuica después de un supuesto acuerdo político, señalan los documentos. “Es un secreto a voces que desde que asumió Blanco empezaron a suceder cosas raras con ese sistema”, dice Becerra, “no hace falta ser muy inteligente para darse cuenta de que hubo un pacto con el gobernador”. Esas cosas raras, explica, son tres asesinatos de gente relacionada con el sistema de agua.
Más allá de las especulaciones, lo que hundió la credibilidad del gobernador fue la difusión de una foto en la que se le veía abrazado con presuntos líderes del narco de la región, publicada en enero de este año por El Sol de Cuernavaca. Blanco intentó justificar la imagen diciendo que mucha gente le pedía fotografías por su fama, y él no preguntaba quiénes eran. La vaga explicación que dio de la foto, que databa, según el diario, de principios de 2019, se entremezcló en octubre de ese año con la sospechosa muerte en un motín de un penal en Morelos de Raymundo Isidro Castro, alias El Ray, presunto cabecilla del CJNG en la zona, que también aparecía retratado junto al gobernador.
Acorralado por las acusaciones e investigaciones judiciales en su contra, que llevan adelante la Fiscalía de Morelos y Anticorrupción de esa entidad, El Cuauh se ha refugiado en su mayor aliado. López Obrador ha salido durante todo este año al rescate del titular del Ejecutivo de Morelos. Esta misma semana, el presidente criticó abiertamente a Proceso por “tomar partido” en contra de Blanco. En otras ocasiones, cuando se le ha criticado por su relación con criminales, el presidente ha acusado a varios grupos de hacer “politiquería” contra el gobernador. La semana pasada Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de Ciudad de México, cargó públicamente contra el fiscal de Morelos, Uriel Carmona, uno de los enemigos más fuertes de Blanco.
Mientras Morena le apapacha, la imagen de Blanco se ha desplomado en su entidad en los últimos cuatro años, afirma Francisco Abundis, director de la encuestadora Parametría. “Fue un candidato muy popular por su historial deportivo”, comenta en entrevista, “pero en el ejercicio, su imagen fue muy perjudicada y su capital político está muy mermado”. Uno de los puntos que dañaron la percepción fue que pasara más tiempo en Ciudad de México que en el Estado que gobierna. Otro de los factores, quizás el más contundente, comenta Abundis, es el alza en los niveles de inseguridad que sufrió Morelos durante su gestión. En la última década, la tasa de homicidios en esa entidad se duplicó, de acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadística.
El triunfo de Blanco en las elecciones de 2018 fue importante, asegura Abundis, porque era un personaje que estaba por fuera del fenómeno López Obrador, que arrastró votos para muchos otros candidatos en todo el país. Pero no para él, porque entonces no era su aliado. Sin embargo, explica el director de Parametría, la predilección marcada que tiene Morelos por Morena actualmente tiene más que ver con la buena imagen del presidente que con la incorporación de Blanco a las filas del partido presidencial.
Las teorías de la prensa estas semanas sobre los motivos por los que el partido gobernante protege a Blanco apuntan a que Morena busca presentarlo en alguna candidatura en Ciudad de México. Se trata de un personaje fácilmente popular, que podría arrastrar muchos votantes, principalmente en su colonia nativa, Tepito, dentro de la alcaldía Cuauhtémoc, el bastión electoral perdido por Morena en las últimas elecciones.