Un gol para nostálgicos madridistas permitió a Brasil apañarse sin Neymar ante Suiza, tan afanosa en defensa como en los huesos en ataque. Hasta dos veces tuvieron que coordinarse Rodrygo, Vinicius y Casemiro para que la Canarinha certificara su clasificación para octavos. Y, de paso, para que la selección de Tite ganara tiempo para el regreso de Neymar. Con Brasil del revés, tras un bingo anulado a Vinicius, el tanto que sentenció a los suizos fue de Casemiro. Tan protagonista como sus dos excompañeros en el gol invalidado y en el sellado. Y lo más notable, en la gran mejoría de la Canarinha. Irrumpió Rodrygo, se agitó Vinicius y se remangó Casemiro. Demasiado para Suiza.
Amputada sin Neymar, Brasil se quedó limitada a algún chispazo de Vinicius y Raphinha. Sin la agudeza de su gran estrella, a la Canarinha se le apagó la lámpara. Fred, su relevo, no viaja en preferente, como tampoco es un virtuoso de primera Paquetá. Lo mismo que Militão, la otra novedad de Tite junto a la obligada de Fred, como lateral. Como resultado, un Brasil menos Brasil.
Cuesta creer la regresión brasileña en las posiciones laterales, sector del que históricamente ha sido el mejor caladero. El vivero de Carlos Alberto, Junior, Cafú y Roberto Carlos parece haberse secado. Y no es una cuestión menor.
Nadie mejor que Brasil supo darle sentido y vuelo al puesto de lateral, profanado en muchos lugares por los que promocionan carrileros. Los laterales canarinhos eran extremos tan extremos como los extremos. Pero con otro punto de partida. Hoy tienen tan poco peso para Tite y otras escuelas locales que se tira de la ortopedia de Militão mientras se alista casi como una extravagancia a alguien con 39 años, como Dani Alves —junto a Marcelo, los últimos de la gran estirpe—. Para mayor morriña, en el estadio 974 de Doha, Cafú y Roberto Carlos, junto a Ronaldo Nazario en un palco, fueron testigos de la involución.
Sin los auxilios de Militão y Alex Sandro, Vinicius y Raphinha, forzados a sumar por Neymar, se quedaron aislados, sometidos a la custodia compartida por varios suizos. A la selección de Yakin Murat no le falta oficio para el pico y la pala. Otra cosa es cuando debe levantar la mirada. No lo hizo en toda la noche, apenas algún vistazo de pasada a Alisson. Suiza late mejor cuando se abriga cerca del veterano Sommer. Algo más expansiva en el segundo tiempo, de entrada el equipo helvético se paralizaba sin disimulo cuando debía dar un paso al frente. Lo que fuera con tal de no desordenarse. En ataque son muchas las ocasiones en las que Embolo, goleador ante sus paisanos de Camerún, juega al solitario.
Tampoco Brasil fue un desmadre ofensivo de entrada. Ni mucho menos. Una asistencia de Raphinha —cada vez mejor pasador que regateador— a Vinicius fue la única gracia brasileña del primer tiempo. Al del Madrid le salió un remate algo mordido y Sommer estuvo ágil.
Al descanso intervino Tite, que buscó en Rodrygo un Neymar que no fuera Paquetá. La entrada del madridista surtió efecto en el camarada Vinicius. Brasil se entregó al extremo, que comenzó a producir sobrecargas en la trinchera suiza. Hay otro Vinicius en Brasil. El mismo estupendo jugador, pero con otro talante. Ni un mal gesto, ni una mueca de reprobación al rival o al juez, nada de aspavientos. No se alteró cuando fue cazado más de una vez. Ni tan siquiera cuando al salvadoreño Iván Barton le chivó el canadiense Drew Fischer un fuera de juego de Richarlison. El ariete brasileño pujó por la pelota, la conquistó Rodrygo y Casemiro puso en órbita a Vinicius, sobrio y eficaz ante Sommer para cantar su primer gol como mundialista. En el tribunal supremo del VAR rebobinaron y condenaron a Richarlison, que al parecer intervino fuera de lugar.
Tite agitó y agitó la delantera. Tras Rodrygo, enhebrado a espaldas de Richarlison, emergieron Gabriel Jesús y Antony, todo el regimiento de vanguardia que abandera Neymar. A Brasil, pese a la tenacidad de Vinicius y la mejoría sustancial con Rodrygo por Paquetá, se le iba la tarde sin remedio. A Suiza, cada vez más atornillada, el partido se le hacía maratoniano. Hasta que llegó un cambio de papeles terminal. Rodrygo y Vinicius se las apañaron para conciliar con Casemiro, que largó un zapatazo a la red que dejó a la intemperie a Sommer y a toda Suiza. Un remate brusco, con mucha tralla. Muy de Casemiro, no tanto su posición, por delante de sus excompañeros Rodrygo y Vinicius.
Un gol para despachar un partido en un solo periodo, como ya ocurriera ante Serbia. Entonces se iluminó Richarlison, el otro Richarlison, no el de esta noche de lunes catarí. Esta vez, el trío Rodrygo-Vinicius-Casemiro. A Brasil, mejor o peor, más o menos lúcida o gregaria, iluminados jamás le faltaron.
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