Vaya cara la que tenía Gerardo ‘El Tata’ Martino la madrugada del domingo, al regresar a México desde la lejana Qatar, donde el seleccionado nacional de futbol consumó su peor paso por los mundiales desde 1978, al no conseguir clasificarse a los octavos de final. Martino, serio por momentos, fúnebre en otros, bajo una lluvia de reclamos e insultos de los aficionados, se enfrentó cara a cara con las consecuencias de sus limitaciones, sus terquedades y su arrogancia. Fue contratado (por una suma millonaria) para que México llegara al quinto partido de la copa del mundo, luego de veintiocho años de intentos fallidos, y se quedó en el tercero. Un fracaso sin paliativos.
Poco importa que sus ayudantes, como el exportero Norberto Scoponi, se encararan con quienes le lanzaban improperios al jefe. Poco o aún menos cuenta que los jugadores “cerraran filas” con él cuando las críticas arreciaron durante el proceso de eliminación previo al mundial, debido al mal juego y los resultados apenas correctos del equipo, o las derrotas consecutivas ante Estados Unidos en las finales de la Copa de Oro y la Nations League. Poco ayuda, a estas alturas, los cheques en blanco que, una y otra vez, le extendieron las autoridades de la Federación Mexicana y la Comisión de Selecciones Nacionales. El Tata se ha unido a José Antonio Roca, en la memoria, como uno de los peores técnicos de México en los mundiales.
¿Cómo fue que los directivos discurrieron que Martino era el tipo indicado para llevarnos al dichoso quinto juego? Como jugador, el “Tata” fue mediano, con una larga carrera en Newell´s Old Boys y algunos breves pasos por Tenerife, Lanús, Barcelona (el de Ecuador) y O´Higgins, de Chile.
Ya como técnico, pasó por los modestos Almirante Brown y Platense (al que descendió en 1999). Fue Paraguay el país donde su carrera arrancó de verdad. Allí salió campeón con Libertad (en dos periodos) y Cerro Porteño. Volvió a Argentina, sin suerte, en el Colón, pero en 2006 le fue ofrecido dirigir a la selección paraguaya y la aceptó.
No ganó nada con los guaraníes, pero tuvo actuaciones sobresalientes, dado el historial del equipo, en el mundial de Sudáfrica 2010, en donde cayó ante España en cuartos de final, y en la Copa América 2011, en la que perdió la final 0-3 ante Uruguay. Dejó al combinado en 2011, tomó a su querido Newell´s, que coqueteaba con el descenso, y lo llevó al campeonato argentino en 2013, su primer triunfo como entrenador en su país.
Entonces dio un nuevo salto cuántico. El Barcelona (el de España) lo llamó a sus filas y Martino pudo darse el gusto de dirigir al club más poderoso de esa época. Ganó la Supercopa nada más llegar, pero luego fue derrotado en la Copa por el Real Madrid y en la Liga se las arregló para quedar segundo, detrás del rocoso Atlético de ‘El Cholo’ Simeone. Este fracaso (en aquel equipo estaban Messi, Neymar, Alexis, Javi, Iniesta, Cesc, Busquets, Mascherano, Puyol, Piqué, etcétera) selló su destino y el Tata dejó al cuadro catalán con el estigma de no saber manejar grandes plantillas.
Como si no hubieran aprendido esa lección, lo llamaron a dirigir a la selección argentina. Y en poco menos de dos años, Martino se las arregló para perder dos finales de Copa América ante Chile (ambas por penales). La afición no se lo perdonó y el Tata presentó su renuncia en junio de 2016.
Aún le dio tiempo de redirigir su barco, en la MLS, y ganar un título con el Atlanta United FC antes de que los dirigentes del futbol mexicano decidieran que era su hombre. Martino debutó con suficiencia en el Tri, ganando la Copa de Oro 2019. Pero en las eliminatorias su selección comenzó a mostrar las costuras. Las malas actuaciones se sucedieron. El Tata decidió apartar al goleador histórico, Javier ‘Chicharito’ Hernández y no negociar con el renuente Carlos Vela su posible regreso. El resultado de esa y otras terquedades fue un equipo sin gol, chato, que sufría con los chicos y era dominado por los grandes. Martino se enrocó: enfrentó a la prensa (que reportó que no solo no veía partidos de la liga local, sino que viajaba a ver los de Argentina), se aferró a sus decisiones, se la jugó con veteranos como Jiménez, Ochoa, Herrera, Guardado, etcétera, y dejó fuera de Qatar a novatos destacados como Giménez.
El resultado es sabido: eliminación en primera ronda, fracaso, reclamos e insultos de los aficionados al volver. A México no le queda nada provechoso de su era. A él, en cambio, le restará lo que su sueldo de más de tres millones de dólares al año le haya permitido ahorrar. Mal negocio para algunos, bueno para otro.
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