Iván quería ser padre y no tenía pareja, así que decidió adoptar en solitario. Pilar e Ismael, en cambio, nunca han querido descendencia. Silvia y Noelia soñaron con ello desde siempre, se casaron y ya son cuatro en casa. Valle y Enrique tienen un hijo juntos, pese a que nunca han mantenido una relación sentimental. Quedan muy lejos los días en que en España había un único modelo familiar y todo lo que se saliera de ahí era socialmente reprobable. En las últimas décadas, el país ha vivido un cambio intenso y la diversidad familiar se ha abierto paso.
Pese al cambio en los últimos años, la única legislación que hay en el ámbito estatal sobre el asunto es la de familias numerosas. Ahora, la ley de familias plantea el reconocimiento jurídico de la diversidad familiar. El anteproyecto llegará próximamente al Consejo de Ministros en primera lectura. Podría ser el martes, según fuentes del Ministerio de Derechos Sociales. Ha habido varios retrasos en la aprobación de esta norma, el último hace dos semanas, cuando la víspera del Consejo de Ministros se cayó del orden del día, después de que Justicia pidiera más tiempo para revisar algunos aspectos del texto.
El borrador al que tuvo acceso este periódico, que puede haber sufrido algún cambio, ampara “las relaciones familiares derivadas del matrimonio o la convivencia estable en la pareja, la filiación y las familias formadas por un solo progenitor” con hijos. El grueso de las medidas de la ley va, por tanto, dirigido a los matrimonios, a las parejas de hecho que se hayan constituido como tal en un registro y a las familias monoparentales. Sin que pueda haber discriminación por razón de su sexo, orientación, identidad sexual o de género, origen étnico, discapacidad, edad… Reconoce, además de iniciativas para todos estos hogares, que determinadas situaciones familiares merecen especial protección. Entre ellas, las familias LGTBI, reconstituidas (cuando alguno de los miembros de la pareja tiene hijos de una relación anterior), en las que hay nacimientos múltiples, las económicamente vulnerables…
Una realidad que hace 50 años era impensable. “El modelo de familia nuclear heterosexual está socavado, la forma en que nos relacionamos de manera afectiva e íntima ha modificado las formas de convivencia, un cambio que se ha acelerado en los últimos 20 años”, opina la profesora de Sociología de las Familias en la Universidad de A Coruña Raquel Martínez-Buján. Seis familias cuentan aquí su historia.
Valle y Enrique, dos amigos que tuvieron un niño
Valle Rico y Enrique Graciani son amigos y tienen un hijo. Se conocieron con 14 años, tenían los mismos gustos y querían ser padres, aunque los modelos convencionales de familia no se ajustaban a su idea de futuro. Ahora, con 50 años, viven en una casa grande de dos plantas en Aranjuez, al sur de la Comunidad de Madrid; ella en una, con su actual pareja, y él en la otra. Su hijo Óliver, que tiene siete años, es el puente que une ambos espacios: “Se instaló sola la posibilidad, era un deseo que surgía en los dos”.
“Óliver es nuestra rutina en común. Valle tiene una, yo tengo otra”, explica Enrique, que trabaja en el Ayuntamiento de Aranjuez. Por lo demás, siguen el modus operandi de cualquier otra familia. Se turnan para llevarlo al colegio, para que haga actividades extraescolares, se van de excursión, comen juntos y tiran de familiares cuando lo necesitan. “Es un niño muy feliz, sano y receptivo, que tiene este ritmo de vida totalmente integrado”, cuenta la madre. “Eso nos permite tener tiempo para nosotros también”, apoya él. Los amigos y entorno más cercano de ambos recibieron la noticia con entusiasmo y se sintieron arropados, aunque a la madre de Enrique le costó años asimilarlo. “Ahora, superbién”, dice el padre. “Aunque el concepto de familia ha evolucionado, sigue estando muy ideologizado. Pero la realidad se impone”, expresa Valle.
En 1976, el año siguiente a la muerte de Franco, apenas el 2% de los niños nacieron fuera del matrimonio, la edad media a la maternidad fue de 28,6 años, y la de quienes se casaron se situó en 25,8. En 2020, casi la mitad de los nacimientos fueron de niños con padres que no estaban casados, la edad media de la maternidad fue de 32,6 y la de quienes pasaron por el altar (o el juzgado, ayuntamiento o el notario) se elevó a 38,1. Aquello de “hasta que la muerte nos separe” ha quedado ya muy atrás. La manera de formar pareja ha cambiado, hay relaciones abiertas, poliamorosas, la gente se divorcia y vuelve a emparejarse, a tener hijos. Aunque la pareja nuclear, es decir, la de dos progenitores con hijos, sigue siendo la más habitual, ya no tienen por qué ser papá y mamá. Hay dos mamás. Dos papás. Y también otras muchísimas fórmulas.
Valle, que es profesora de universidad, piensa que las nuevas generaciones entienden la paternidad y la maternidad de otra manera. Su amigo coincide: “La visión de la familia que tiene parte de la sociedad está ampliándose, se ajusta más a las realidades de las personas y eso genera una felicidad palpable”. Para ambos, el camino es enriquecedor. “No todo es bueno, no todo es malo. Se aprende”, dice Valle. Óliver crece “sin cuestionar nada”.
Silvia y Noelia: “Siempre soñamos con ser madres”
Silvia Tostado, de 40 años, y Noelia Velarde, de 46, son pareja desde hace 11. “Siempre soñamos con ser madres, desde el primer momento”, cuentan. Pronto comenzaron con el proceso de reproducción asistida y decidieron casarse. “Lo hicimos porque era un requisito y por activismo. No queríamos que nadie nos quitara nuestro derecho a estar juntas y tener una familia”, recuerda Silvia. Actualmente, en el momento del nacimiento no se permite la filiación de los hijos en parejas de mujeres que no estén casadas, la única opción es la adopción, algo que tanto la ley de familias como la conocida como ley trans prevén modificar.
Ahora, ambas forman un hogar de cuatro, con Julia, de nueve años, y Javier, de cinco. Primero se quedó embarazada Noelia, que es pedagoga, y luego Silvia, técnica de cooperación internacional. Viven en Miajadas, un municipio de Cáceres de 9.503 habitantes, lo cual les ha proporcionado una red de apoyo. “Nos sentimos arropadas”, dicen ambas. Silvia recuerda con especial cariño la reacción de sus abuelas: “Estaban orgullosas y han querido a sus bisnietos con locura”. “Uno podría pensar que podrían tener recelo, al ser personas mayores, pero en nuestro caso no hubo ningún tipo de reticencia”, comenta.
“Julia es consciente de que tiene dos mamás, un modelo que no es mayoritario, pero también sabe que tiene abuelos, primos y tíos como cualquier niño o niña”, explica Silvia. Aún les toca lidiar con formularios que hablan de “papá y mamá” y tienen que andar tachando y corrigiendo. También han tenido que lidiar alguna vez con malas experiencias. “En la escuela infantil, pedimos que abordaran nuestro modelo de familia, y una profesora nos dijo que ella tenía la obligación de defender los hogares tradicionales”, añade. Pero la mayor parte del tiempo han encontrado apoyo, recalcan ambas.
Beatriz y Eric: “En el colegio les preguntan si son hermanos de verdad”
El país ha dado un vuelco no solo en términos de familia, también demográfico-reproductivos, apunta Diana Marre, catedrática de Antropología en la Universidad Autónoma de Barcelona. “En 1975, España tenía uno de los índices de fecundidad más altos de Europa; en 1995, el más bajo. Entre tanto, ¿qué pasó? Prácticamente en 10 años se modificaron la mayor parte de normativas y leyes que tenían que ver con la situación reproductiva y con impacto en la familia. En 1978 se despenalizó el uso de anticonceptivos, en 1981 se aprobó el divorcio, en 1985 se permitió la interrupción voluntaria del embarazo y en 1988 se aprobó la primera ley de reproducción asistida”. Marre añade que, “posteriormente [en 2005], llegó la ley del matrimonio igualitario, y que entre 1997 y 2004 España se transformó en el segundo país del mundo con más adopciones internacionales”. En “otros contextos culturales como en Estados Unidos, Inglaterra o Francia”, los cambios se espaciaron más en el tiempo, prosigue.
Beatriz Piñeiro, de 35 años, afirma que “la gente piensa que lo de reconstituir una familia no va a acabar bien”. Cuando conoció a su marido, Eric Nieves, de 47, ella ya tenía un hijo de seis meses, que no tiene relación con su padre biológico. Él, tres hijas ya mayores de edad. Ahora, la pareja espera el nacimiento de su tercer hijo en común. En total serán nueve. “La economía es lo peor, intentar cuadrarlo todo para que llegue y sobre es complicadísimo”, relata la madre, que es administrativa en una empresa. Eric trabaja de lo que va saliendo, fundamentalmente como pintor. Para ellos, compatibilizar horarios laborales y en casa es también una odisea.
“Al principio nos dijeron que saldría mal, que él se iba a cansar porque ya había criado a sus niñas… Pero míranos, lo hemos llevado genial”, añade. Los dos viven con sus tres hijos más pequeños en Torrent (Valencia), y dos de las hijas de Eric ya se han independizado en un pueblo cercano. La tercera está en Venezuela, de donde es Eric. “Los peques tienen apoyo, a ellas les encanta estar con los niños y entre nosotros nos ayudamos mucho para poder organizarnos”, explica Beatriz.
“En el entorno del colegio, como no comparten el primer apellido, les preguntan muchas veces si son hermanos de verdad”, explica Beatriz. “Si tuviéramos el chip cambiado y supiéramos que hay familias de todo tipo, hay preguntas que no haríamos”. Aunque el inicio no fue fácil, ahora sus amigos y familia están más convencidos, al ver que ambos padres ponen mucho de su parte. Beatriz asegura que sus hijos están creciendo “normal, felices y sin prejuicios”. “En los niños se demuestra todo, lo hemos hecho bien”, dice.
Pilar e Ismael: “Nadie nos espera en casa. Vamos libres”
Pilar Herráez y su marido, Ismael Herrero, se conocen desde hace más de 20 años y viven en Alcalá de Henares (Madrid). “Llevamos juntos casi toda una vida”, dice emocionada Pilar. Hace más de 10 años, ambos decidieron que no querían ser padres. “Vivíamos disfrutando y viajando, pensábamos que algún día llegaría ese instinto de paternidad”, cuenta. Pero no llegaba. Hasta que un día, recuerda, se plantearon la pregunta de si querían tener hijos: “Decidimos que no. No nos costó porque ya veníamos disfrutando el papel de tíos y sabíamos la responsabilidad que implicaba. Lo tuvimos bastante claro”.
Recuerda que cuando se lo contaron a sus familias fueron respetuosos. Aunque asegura, aún sorprendida, que no faltan las preguntas e incluso opiniones de personas extrañas. “Una vez nos dijeron que una pareja sin hijos es como un jardín sin flores y nos preguntaron: ‘Quién les cuidará cuando sean mayores”, recuerda ahora con humor.
Ambos se han centrado en cumplir sus metas profesionales. Pilar, de 51 años, es coach y acompaña a otras mujeres, tanto a quienes desean ser madres y no lo han logrado como a otras que no quieren tener hijos. Su marido, de 52, es director tecnológico de una empresa en Madrid. En el tiempo libre, Pilar cuenta que hacen planes sobre la marcha. “Si nos apetece, damos un paseo por el centro, si queremos ir el mes siguiente a Londres, cuadramos y nos vamos”, sigue. “No planificamos mucho porque no tenemos a nadie que nos esté esperando en casa. Vamos libres”, añade entre risas.
Otras veces salen con otras parejas de amigos que sí tienen hijos. “Somos una familia que disfruta juntos”, relata esta pareja. “Nos complementamos y nos dimos cuenta de que no necesitábamos esa supuesta alegría que solo dan los hijos”, finalizan.
Iván: “Hace años era impensable que un hombre gay tuviera niños”
Iván Hernán Saiz no tenía pareja, pero tenía claro que quería ser padre y no estaba dispuesto a posponer su decisión. Con 38 años, decidió adoptar. “Hace años era impensable que un hombre gay tuviera niños a su cargo, ahora es posible debido a años de lucha por la igualdad”, reivindica. Así que se lanzó a por ello. Ping, que tiene origen chino y nació en la Comunidad de Madrid, llegó a la vida de Iván con apenas 15 meses. Su padre recuerda aquel día como “maravilloso”. “Imagínate, algo que llevas esperando toda tu vida y de repente se materializa”, dice emocionado.
El proceso de adopción tardó dos años y medio, un tiempo lleno de entrevistas y papeleo, pero mereció la pena. Iván, que es enfermero, cuenta que lo más difícil es poder compaginar la vida profesional con las necesidades del niño. Por ello agradece el “apoyo incondicional” de sus padres. “A veces me echan una mano y van a recoger a mi hijo”, dice. Criar en solitario es complicado. Si no fuera por la ayuda familiar, tendría que contratar a una persona, y con un solo sueldo, poder cubrir los gastos del hogar sería complicado. Las familias monoparentales, de hecho, están más expuestas al riesgo de pobreza o exclusión social. Más de la mitad están en esta situación, casi el doble que la población en general.
Iván y Ping viven en Alcorcón (Madrid). El niño, que nació sordo, puede oír gracias a dos implantes cocleares. Los primeros años fueron “un poco duros”, rememora su padre, pero con las terapias auditivas y de lenguaje los avances fueron significativos. Ahora tiene ocho años e Iván presume de que es “el que mejor lee en clase”.
La amplia mayoría de las familias monoparentales están encabezadas por mujeres. Él cuenta que muchas veces le han preguntado por la madre de su hijo. “Al sacarle el pasaporte, hace meses, un policía me dijo que era imposible que no tuviera madre”, recuerda. “Nuestras familias necesitan equidad”, recalca.
Todos los expertos consultados destacan que en España hay una alta tolerancia a la diversidad familiar, algo que corroboran las seis familias de esta historia. Luis Ayuso, catedrático de Sociología en la Universidad de Málaga, recalca que, paralelamente, el papel de la familia sigue siendo central: “Es la institución mejor valorada en las encuestas”. Que en otros países costara más tiempo aceptar la diversidad familiar y aquí fuera más rápido se debe, en su opinión, principalmente a tres motivos: “A partir de la década de los ochenta, los comportamientos familiares se consideran algo privado, antes era una cuestión pública y se controlaban socialmente; ha habido un proceso de individualización, un fenómeno que ocurre en toda Europa, antes la familia era la unión de dos linajes, ahora se convierte en la unión de dos personas, y la familia se entiende cada vez más como una unidad emocional”. “Hay que añadir más factores, como el trabajo de la mujer fuera de casa, la globalización, y la erotización de la vida cotidiana, lo erótico, lo sexual, que tradicionalmente era un tabú en la vida familiar, ahora está más presente que nunca”, añade.
Olvido y José María: “Antes sentía que éramos raros, ya no”
Olvido Macías siempre quiso adoptar. En cuanto ella y José María Rabaneda se casaron lo tuvieron claro. Ahora son seis: ellos dos y cuatro hijos, dos biológicos y dos adoptados, de entre 18 y 26 años. Compaginar la vida familiar y los horarios de cada uno siempre ha sido lo más difícil para ellos, pero Olvido asegura que forman un buen equipo. Para su hija Vera, que llegó a España desde China cuando tenía 11 meses, no es lo más complicado: “La gente tiende a suponer que mis padres son chinos, y siempre tengo que aclarar que mis padres son españoles y que mi cultura es la española”.
Olvido y José María, de 62 y 57 años, son periodistas y llevan toda la vida en Majadahonda (Madrid). Fueron los primeros de su entorno en adoptar. “Me daba mucha rabia cuando me decían: ‘Pero si ya tienes una hija biológica’ o ‘¡Qué bien hacéis!’. Antes tenía la sensación de que éramos raros, pero ahora ya no siento nada de eso”, asegura ella. La familia viajó hace unos años a China para que Vera y su hermano pudieran conectar mejor con su origen. “Hay que implicarse, hacer todo lo posible como padre adoptivo, porque a veces necesitan ayuda. Por lo demás, un hijo más, sin más”, aclara la madre.
A Vera no le preguntan mucho por lo de ser familia numerosa, a pesar de que “cuando ven a cuatro hermanos en vez de tres la gente se sorprende más”. Aun así, la joven piensa que todavía queda mucho por normalizar: “Cada vez aceptamos más todo tipo de familias, pero podríamos ir un poco más rápido”. Para Olvido, sin embargo, el panorama sí ha cambiado, y mucho. “En algunas ocasiones un poco rápido. Pero son mis hijos y los jóvenes quienes aceptan todo y nos dan a los padres un empujón para aceptar a otros tipos de familia”, concluye.
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