Zion Williamson se ha reencontrado a sí mismo. La semana pasada cerró la prórroga del partido contra los Phoenix Suns con una jugada que ya hacía en el instituto. Tenía 16 años cuando un vídeo suyo se hizo viral: Zion culminaba un contraataque con un mate tras un giro de 360 grados en el aire. “Tengo que ver el certificado de nacimiento. ¡No es posible!”, comentaba un humorista. Sí que lo era. El Zion Williamson dominante del instituto, imparable en el uno contra uno, un portento físico con una potencia de salto increíble, juega ahora en la NBA. De su mano, los New Orleans Pelicans han volado hasta lo alto de la conferencia Oeste de la liga de baloncesto profesional estadounidense, aunque esta semana hayan perdido el liderato a manos de los Memphis Grizzlies.
Pocos jugadores han atraído tanta atención desde tan jóvenes como el ala-pívot nacido el 6 de julio de 2000 en Salisbury (Carolina del Norte). Que un chaval de instituto fuera capaz de hacer 10 mates y marcar 50 puntos en un solo partido puso todos los focos en él. Las universidades se lo rifaban y acabó becado en Duke, un histórico del baloncesto universitario, a las órdenes de Mike Krzyzewski.
Eligió el dorsal número 1, que mantiene, y se convirtió en la estrella del equipo. El entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, estaba en primera fila en el pabellón de Duke el 20 de febrero de 2019 para disfrutar del espectáculo del derbi entre Duke y Carolina del Norte cuando, a los 36 segundos de lanzarse el balón al aire, a Zion le reventó una zapatilla, resbaló y se hizo un esguince de rodilla. Nike, el fabricante, perdió más de 1.000 millones de valor en Bolsa al día siguiente.
El jugador, de 1,98 metros y 129 kilos, se recuperó de la lesión a tiempo de cumplir todos los pronósticos que le situaban como el número 1 del draft de 2019. A los Pelicans les tocó la lotería —literalmente— y su nuevo jugador empezó a deslumbrar en la pretemporada. Firmó contratos multimillonarios. Se le comparaba con Charles Barkley, Larry Johnson y LeBron James y se apuntaba a que marcaría una era. Sin embargo, en uno de los partidos preparatorios sufrió un desgarro de menisco y fue operado la víspera del que debería haber sido su debut oficial en la NBA.
Se perdió los primeros 44 partidos. Tuvo que esperar al 22 de enero, pero entró en la liga profesional por la puerta grande, con un recital de 22 puntos en 18 minutos (17 en el último cuarto), incluidos cuatro triples de cuatro intentos. De nuevo se proclamó el inicio de una era. Empezó a comparársele con Michael Jordan. En todo caso, Zion llegó demasiado tarde para meter al equipo en los playoffs.
En su segunda temporada siguió batiendo algunos récords a título personal, promedió 27 puntos por partido y fue seleccionado para el Partido de las Estrellas, pero (ausente de nuevo en 11 partidos) fue incapaz de guiar a los Pelicans a las eliminatorias. Sin embargo, lo peor para Zion estaba por llegar. Antes de la liga de verano, tuvo que ser operado por una fractura en el pie y acabó pasándose la temporada en blanco.
Una racha brillante
Fue una nueva decepción para los seguidores de los Pelicans. Cuando ya perdían la fe, la estrella de los de Nueva Orleans parece dispuesto a desquitarse. Su mejor racha ha llegado en plena lesión de Brandon Ingram, otro all star y segundo máximo anotador del equipo. Zion se echó el equipo a la espalda como en el instituto y encadenó una racha de siete victorias consecutivas, hasta que esta semana se han cruzado en su paso los Utah Jazz y les han derrotado por partida doble, primero el martes y luego este jueves, en la prórroga, tras una exhibición de su base, Jordan Clarkson. La derrota de los Pelicans deja su balance en 18 victorias y 10 derrotas y ha permitido situarse primeros del Oeste a los Memphis Grizzlies (18-10), que han vapuleado este jueves a los Milwaukee Bucks.
Zion está en forma, pese a que el fantasma de las lesiones le sobrevuele. Es imparable en el uno contra uno por pura potencia. Su efectividad ante la canasta es de las más altas de la liga. Da espectáculo con sus mates y alley-oops. Rebotea y tapona como pocos gracias a su salto. Ha aprendido además a asistir a los compañeros cuando las defensas se le cierran. Para ser un jugador más completo le falta mejorar el tiro exterior (casi no lanza de tres) y aplicarse algo más en defensa.
Los Pelicans han evolucionado algo su juego para que pase un poco menos por las manos de Zion, pero lo haga en momentos más decisivos. En muchos minutos, cuando se sienta Jonas Valanciunas, el pívot titular del equipo, Zion ha jugado como único hombre interior, pese a no llegar a los dos metros de altura, algo que compensa con su salto. Eso ha ido en detrimento de Willy Hernangómez, que apenas está teniendo oportunidades pese a su buen estado de forma y a demostrar en los minutos que juega que merecería más tiempo en la cancha.
Junto a Zion, Ingran y Valanciunas, el quinteto titular lo completan el base, CJ McCollum, este año más inspirado, y el alero Herbert Jones, que ha estado también varios partidos lesionado. Trey Murphy III, Jose Alvarado y Naji Marshall también han entrado mucho en la rotación. Al equipo, con todo, le falta aún un hervor y necesitará que Zion mezcle bien con Ingram para plantar cara a los mejores y asegurarse los playoffs.
Cuando se acerca el ecuador de la temporada regular, la Conferencia Oeste anda algo revolucionada no solo por la buena marcha de los Pelicans sino también por los problemas de los actuales campeones, los Golden State Warriors. Son los décimos de los 15 equipos del Oeste (con 14 victorias y 15 derrotas) y acaban de perder unas semanas por lesión a su gran estrella, Stephen Curry, que se retiró con una luxación en el hombro izquierdo en la derrota del miércoles con los Indiana Pacers. Las alarmas han empezado a sonar en San Francisco. Sin Curry, los Warriors pierden a su director de juego y a su arma más letal. En su último partido contra los pelicanos, con Curry ausente, perdieron por 45 puntos.
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