Los tasadores que han asesorado al Chelsea en las últimas décadas estimaron el valor de Mykhailo Mudryk en una horquilla que oscila entre los 30 y los 40 millones de euros. Así lo comunicaron al club, según fuentes de la Premier. Pero el nuevo propietario, el empresario estadounidense Todd Boehly, hizo oídos sordos cuando resolvió pagar 88,6 millones de libras (100 millones de euros) por el extremo del Shakhtar Donetsk. Lo presentaron el domingo en Stamford Bridge envuelto en una bandera de Ucrania y este lunes el dueño del club de procedencia, el industrial Rinat Ajmétov, celebró la operación al tiempo que reveló que destinará 25 millones de euros a financiar al ejército y a los “defensores” que desde hace casi un año resisten la invasión rusa.
Los más asombrados fueron los viejos empleados del Chelsea que, según personas que trabajan para el club, “sospechan” que el sobreprecio servirá para financiar la compra de armas. Ahora observan atónitos a Boehly, el banquero que encabezó el consorcio que el pasado julio pagó 5.000 millones de euros para adquirir el club que el Gobierno británico expropió al ruso Román Abramóvich. Con el fichaje de Mudryk, las contrataciones de jugadores desde el verano ascienden a 450 millones de euros. Récord europeo en una sola temporada. Espiral cuyo giro postrero produce la incorporación de un futbolista sin más historial en el máximo nivel que algunas jugadas explosivas en la fase de grupos de la Champions, en otoño pasado.
“Hoy podemos hablar de fútbol ucranio gracias al ejército ucranio y al apoyo del mundo civilizado al completo”, declaró Rinat Ajmétov en un comunicado oficial publicado por el Shakhtar, este lunes. El industrial de la minería, propietario de la célebre acería de Azovstal donde se refugiaron los últimos defensores de Mariupol, reflexionó sobre el traspaso de Mudryk. “Estoy convencido de que ganaremos la guerra”, dijo. “Y entonces jugaremos un partido amistoso con el Chelsea en el Donbas Arena, en un Donetsk ucranio (…). Dedicaré 25 millones de dólares hoy mismo para ayudar a nuestros soldados y sus familias”.
El entrenador del Chelsea, Graham Potter, se mostró complaciente en la conferencia de prensa que celebró el domingo: “Es un jugador joven con un gran futuro”, dijo, cuando le preguntaron por el precio de Mudryk, el traspaso más caro de la historia del club, tras Lukaku, que costó 110 millones hace año y medio. “Las ventana de fichajes no te sorprenden, porque ocurren cosas que a veces no te esperas que ocurran. Es excitante en el uno contra uno y la verticalidad con la que ataca la última línea. Puede jugar abierto pero también sabe amenazar la portería. Creo que a nuestros hinchas les gustará”
El entusiasmo que expresa Potter contradice el sentimiento de pesimismo que se extendía este lunes entre los profesionales que durante años se esforzaron por confeccionar plantillas del Chelsea según criterios futbolísticos. Fuentes próximas a la Premier indican que los informes que los analistas elaboraron para Boehly tras un seguimiento exhaustivo, indicaban que se trata de un jugador con demasiadas incógnitas como para justificar una inversión histórica. Mudryk, señalan, posee muelles en sus tobillos, un envidiable cambio de ritmo y una valiosísima capacidad para conducir el balón controlado. Su déficit reside en su mentalidad aristocrática. Les recuerda a Andréi Arshavin, el ruso que no consiguió triunfar en el Arsenal por tener el mismo carácter: a veces autoindulgente, distraído sin el balón y con demasiada frecuencia desconectado del juego también con la pelota. “Ojalá destaquen todas sus virtudes y se oculten sus defectos, porque si no esto acabará como una película de Monty Python”, dice un empresario inglés vinculado al Chelsea.
João Félix, postergado
A sus 22 años, Mudryk gozará de un contrato insólito en la industria: ocho años y medio de duración. En el Chelsea, décimo clasificado de la Premier, aseguran que de no haberlo fichado ellos, el jugador habría ido al Arsenal. El propietario del club vecino, Stan Kroenke, también estadounidense, estaba dispuesto a emprender la operación por las mismas razones esotéricas que alentaron a Boehly.
La sorpresa que recorrió Europa tras el fichaje se convirtió en indignación en la agencia de representación de Jorge Mendes, que se pasó meses intentando colocar al delantero del Atlético João Felix —uno de los jugadores más cotizados del mundo— por 80 millones de euros. Boehly no accedió. Se hizo con João Félix a préstamo y después compró los derechos del enigmático Mykhailo Mudryk.
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