El exsecretario de Estado de Estados Unidos Mike Pompeo ha publicado esta semana Nunca cedas una pulgada (Broadside Books), el libro de sus memorias. Entre algunas escandalosas declaraciones que aparecen en esas líneas sobresalen las que hablan de la política exterior que mantuvo la Administración de Donald Trump con México. Puntualmente en las negociaciones de cara a la crisis migratoria de 2018, una de las mayores que atravesó la región en la historia. Sobre ese tema, Pompeo relata una conversación en la que el canciller mexicano, Marcelo Ebrard, aceptaba los términos impuestos por el programa Quédate en México, a través del cual se devolvían en caliente a los migrantes que llegaban a Estados Unidos, pero le pedía que no se hiciese público para no manchar la imagen del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Como respuesta, Ebrard ha asegurado que se trata de “una campaña basada en ideas antimexicanas” que buscan presentar a México “como una amenaza ante la cual hay que construir un muro”.
El primero en comunicar el programa Quédate en México al Gobierno de López Obrador fue Pompeo, según sus memorias, que lo hizo en una reunión secreta en Houston, Texas, el 15 de noviembre de 2018, dos semanas antes de que tomara posesión la nueva Administración mexicana. En ese encuentro, el entonces secretario de Estado le dijo a Ebrard, con quien “ya había establecido una buena relación”, que aceptarían a los solicitantes de asilo en la frontera, pero que luego los devolvería a México, para que esperen su proceso de ese lado.
“Marcelo estaba visiblemente agitado”, dice Pompeo en su libro. “Él insistió en que su Gobierno no podía aceptar estos términos, señalando el hecho obvio de que su pueblo sería muy infeliz de tener miles de extranjeros ilegales quedándose en su país”. Quien fuera uno de los brazos ejecutivos de Trump le respondió que ese mismo era el motivo por el que no podían recibirlos en Estados Unidos. Lo que le preocupaba a Ebrard, relata Pompeo, era que se pudiera llevar a cabo el programa, pese a que no estaba permitido por la ley mexicana, y que se hiciera apenas empezara el sexenio.
El canciller ha asegurado que la negociación para el Gobierno mexicano estaba centrada en no aceptar un acuerdo de Tercer país seguro, es decir, “que obligaría permanente e inflexiblemente a otorgar asilo o deportar a todos los extranjeros que buscaran protección en EE UU”. Para Ebrard, haber evitado esa medida ha sido “un logro del presidente López Obrador”, según ha dicho en un comunicado. El secretario de Exteriores no niega haber pedido ocultar el acuerdo a Pompeo, pero asegura que las reuniones que se sostienen con funcionarios extranjeros son dadas a conocer a la opinión pública. Sin embargo, la reunión mantenida en Houston, que el canciller confirma en el comunicado, había sido un secreto a varias voces que atraía a la prensa de ambos países.
Por aquellos días, las masivas caravanas migrantes que partían a diario de Centroamérica hacia Estados Unidos eran un asunto de suma preocupación para la clase política estadounidense y mexicana. Las negociaciones que se mantuvieron a puertas cerradas dejaban entrever que López Obrador había cedido en su política migratoria. Pompeo relata ahora que el mensaje de Trump fue: o devolvemos a cada migrante a México o cerramos completamente la frontera entre los dos países vecinos, con el impacto económico que eso podía tener. “Marcelo hizo lo que todo buen diplomático hace en una situación así. Prometió llevar el asunto a su jefe pero advirtió de que no funcionaría”, dice el libro.
A ese comentario, Pompeo le advirtió a Ebrard: “No necesitamos su permiso para hacer esto. Queremos que esto sea cooperativo, pero no es un requerimiento. En 14 días estos inmigrantes no se quedarán en Estados Unidos. Hemos hecho el trabajo de nuestra parte para asegurarnos de eso”. Tras ese mensaje, el canciller mexicano le preguntó al entonces secretario de Estado si tenían que informar a la gente sobre el acuerdo o si su Gobierno podía decir públicamente que se oponía a pesar de que no era cierto, según las declaraciones. “Lo que sea que te ayude internamente, eso queda en ti”, agrega. Pompeo le prometió a cambio ayuda para contener el paso de migrantes en la frontera con Guatemala y para atender a quienes se habían quedado varados en el norte del país.
Ya como canciller, Ebrard, a quien Pompeo califica como “brillante”, “muy marxista” y “pragmático”, tuvo varias dificultades respecto a la política con Estados Unidos. La primera, señala el exsecretario, era manejar el discurso para que no parezca que López Obrador había sucumbido a los deseos de Trump. La segunda, comenta, era su propia embajadora en Washington, Martha Bárcena —quien finalmente dejó el cargo en febrero de 2021 tras una relación tensa con Ebrard—. “Ella estaba radicalmente opuesta a siquiera pensar en un concepto como este [del Quédate en México]”, dice el exsecretario de Estado. “Hicimos todo lo posible durante nuestras negociaciones para mantenerla en la oscuridad”.
Durante días pensaron en cómo anunciar el acuerdo. Según Pompeo, Trump quería glorificarse de su logro, mientras López Obrador “no admitiría” que Estados Unidos le presionó. Dos días antes del plazo final llegaron a un acuerdo. “El plan de Marcelo era simple: México acordaría en privado permitir a Estados Unidos devolver a cada migrante”, dice. Las únicas condiciones eran que “él no firmaría nada y no habría anuncio público de esta medida”. Este último punto fue materia de discusión, y las dos partes decidieron emitir un comunicado plano. El resultado para Pompeo “fue magnífico”. Consiguieron lo que buscaban sin tener que cerrar la frontera. “El Gobierno mexicano salvó la cara también. Era libre para quejarse de nuestra política y hacer como si nunca la hubiese acordado”, concluye.
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