El incidente del globo chino detectado mientras sobrevolaba territorio estadounidense y acusado de espionaje ha tensado aún más la relación geopolítica más importante del planeta. China, que ha reiterado por activa y por pasiva que el artefacto era “un dirigible no tripulado con fines meteorológicos”, ha condenado este domingo la decisión de Estados Unidos de derribarlo el sábado. En una señal de que el asunto ha sobrepasado las barreras de la diplomacia, el Ministerio de Defensa del gigante asiático se ha posicionado públicamente por primera vez sobre este tema mostrando su firme oposición al “uso de la fuerza ejercida por Washington” y ha aseverado que se reserva la autoridad de responder si lo considera necesario.
Los medios oficialistas tampoco han tardado en criticar el derribo en esta jornada dominical: el diario China Daily, propiedad del Departamento de Propaganda del Partido Comunista, denuncia en un editorial que la “paranoia” lleva a los antichinos a convertir el incidente del globo en un “taquillazo de Hollywood”, mientras que analistas cercanos al Gobierno consideran que Washington “debería pagar las consecuencias”.
La agencia estatal de noticias Xinhua recoge este domingo una breve declaración del portavoz del Ministerio de Defensa Tan Kefei en la que califica de “claramente exagerada” la reacción de Estados Unidos de “atacar” sus “aeronaves civiles no tripuladas”. Tan ha expresado la “solemne protesta del ministerio contra esta decisión de la parte estadounidense” y ha añadido que las autoridades castrenses se reservan “el derecho a utilizar los medios necesarios para hacer frente a situaciones similares”.
El Ministerio de Exteriores, por su parte, ha emitido un tercer comunicado en el que asegura que Washington recibió en repetidas ocasiones la notificación de que el dirigible había entrado en el espacio aéreo estadounidense “de forma no intencionada y por causas de fuerza mayor”. “China pidió claramente a la parte estadounidense que gestionase el asunto adecuadamente, con calma, profesionalidad y moderación”, enfatiza el texto. De acuerdo con la Cancillería, las autoridades estadounidenses descartaron que pudiera suponer una amenaza militar o para las personas en tierra, por lo que consideran que la maniobra del sábado fue “excesiva” y “viola las convenciones internacionales”. Exteriores ha declarado que China velará resueltamente por los derechos e intereses legítimos de las empresas pertinentes y, al igual que Defensa, ha advertido de que la potencia asiática se reserva la autoridad de responder si lo considera necesario.
En su blog Observaciones de Hu Xijin, el exdirector del diario nacionalista Global Times, uno de los analistas más próximos al Gobierno, arremete contra la cobertura —en su opinión “desproporcionada”— que Occidente ha hecho del incidente. “Estados Unidos no permitió que este ‘globo perdido’ simplemente se fuera volando, sino que utilizó los avanzados aviones de combate F-22 para derribarlo con misiles, con el fin de avivar el discurso de que ‘Estados Unidos ha ganado”, considera Hu. “[Las formas] demuestran que Washington es incapaz de tratar un incidente sin politizarlo. El país en su conjunto ha perdido la objetividad”, agrega. Wang Xiaoxuan, experto en Relaciones Internacionales citado por el periódico China Daily, apunta que destruir el aparato supone una “provocación descarada” que “no debe consentirse bajo ningún concepto”. “China debería preparar contramedidas ahora que Estados Unidos está intensificando sus tácticas de intimidación”, concluye Wang.
La detección del globo ha abierto una nueva brecha en los frágiles lazos entre Pekín y Washington. Las relaciones entre ambos tocaron fondo el pasado agosto, tras la visita de la entonces presidenta de la Cámara de Representantes estadounidense, la demócrata Nancy Pelosi, a Taiwán.
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Su parada de menos de 24 horas en la isla autogobernada y que China considera una parte inalienable de su territorio, motivó la furia de Pekín, que respondió con unas maniobras militares sin precedentes en aguas del Estrecho de Formosa. China cortó además toda comunicación con Washington en asuntos clave como el medio ambiente y la defensa.
Capacidad militar
El presidente chino, Xi Jinping, y su homólogo estadounidense, Joe Biden, encauzaron aquel desencuentro tres meses después, en su primera reunión cara a cara desde que el líder estadunidense entró a la Casa Blanca, celebrada en el marco de la cumbre del G-20 de noviembre en Bali (Indonesia). La identificación del artefacto chino por parte del Pentágono esta semana ha malogrado, sin embargo, la que se esperaba fuese la siguiente toma de contacto entre las dos principales potencias mundiales. Aunque Pekín se disculpó el viernes y aseguró el sábado que nunca ha “violado el territorio o el espacio aéreo de ningún país soberano”, el aumento de la desconfianza por si el aparato cumplía funciones de espionaje y vigilancia llevó a Washington a suspender el viaje a la capital china del secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, previsto para este domingo. Iba a ser el primero de un político estadounidense de este rango desde 2018.
Las crecientes capacidades militares del gigante asiático se han convertido en una fuente de inestabilidad y tensiones en las relaciones con Estados Unidos. Pekín es el segundo mayor inversor del mundo en Defensa (por detrás de Washington), área a la que actualmente destina más de 200.000 millones de euros y cuyo presupuesto se ha incrementado en un 30% en los últimos cinco años. En 2022, la subida fue de un 7,1% interanual.
La modernización del Ejército Popular de Liberación (EPL) y sus capacidades tecnológicas es uno de los grandes objetivos de Xi Jinping, quien también ostenta el cargo de presidente de la Comisión Militar Central. Durante el XX Congreso del Partido Comunista de China, celebrado en octubre y en el que Xi consolidó un tercer mandato como secretario general de la institución —lo que le confiere un poder sin precedentes desde tiempos de Mao—, el mandatario chino aseguró que se “reforzarán las capacidades estratégicas del Ejército para defender la soberanía, la seguridad y los intereses de desarrollo de China” y “se velará por que las fuerzas armadas populares cumplan eficazmente sus misiones y tareas en la nueva era”.
La propaganda también se está haciendo eco de esos progresos militares. El pasado lunes, la cuenta oficial de Weibo (el Twitter chino) de una división del EPL publicó un vídeo en el que daba detalles del rendimiento de un nuevo misil supersónico antibuques, el Yingji-21 (que se traduce como golpe de águila-21). En este tipo de publicación, poco frecuente, especificaba que el proyectil es capaz de alcanzar una velocidad de Mach 10 (10 veces la velocidad del sonido), “más allá de la capacidad de interceptación de cualquier sistema de armas antimisiles”, según el mensaje.
Esta creciente rivalidad militar y tecnológica ha llevado a Washington a tratar de frenar el desarrollo de armamento sofisticado por parte de China en los últimos años. La Administración Biden impuso en octubre un bloqueo al sector de los semiconductores en el gigante asiático con el objetivo de impedir el acceso de Pekín a tecnología puntera y, a finales de enero, logró que Países Bajos y Japón pactaran restringir las exportaciones a China de equipos de fabricación de chips que puedan servir para la fabricación de armas avanzadas.
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