Barcelona se adelantó a la realidad de episodios de sequía como el actual y hace justo cinco años (en enero de 2018) presentó su primer Protocolo de Actuación para Situación de Sequía. Contemplaba reducir el consumo de agua para riego de jardines y espacios verdes hasta un 96% y del consumo para limpieza urbana (alcantarillas y calles) en hasta un 97%. En buena parte, la clave de estos ahorros se basa en un gran tesoro que tiene la ciudad: el agua freática del subsuelo de la ciudad. Un agua que no es potable (por el reducido caudal de extracción o porque concentra sales u otros elementos) y se utiliza básicamente para regar parques o para la limpieza urbana, justo los usos que prohíbe la fase de excepcionalidad por sequía anunciada este martes por el Govern, que tienen como excepción que el agua sea de procedencia freática.
“Se admite el riego municipal con aguas freáticas únicamente en caso de que se compruebe mediante una evaluación hidrogeológica que no supone una reducción de la disponibilidad de agua para el abastecimiento domiciliario”, especifica el capítulo de medidas de excepcionalidad del Plan de Sequía del Govern. “Los usos municipales que se hagan al amparo del párrafo anterior deben señalar el origen del agua, indicando claramente que se trata de agua no potable”, añade el plan en un párrafo que se repite en el caso del consumo de agua para limpieza urbana. El gobierno de la alcaldesa Ada Colau tiene previsto detallar este miércoles qué medidas despliega ante la fase actual de sequía.
El año pasado, los responsables de Barcelona Ciclo del Agua SA (BCASA) —la sociedad pública que gestiona las redes de alcantarillado, la retención de aguas fluviales, los suministros municipales, las playas y las fuentes ornamentales— aseguraban que el plan municipal del consistorio en caso de sequía prevé que el 100% de estos servicios utilicen agua fréatica.
En el subsuelo de Barcelona se acumulan entre 20 y 25 hectómetros cúbicos anuales (una cuarta parte de los 90 hectómetros que se consumen de agua potable). Del total del freático, que gestiona la Agencia Catalana del Agua (ACA), el Ayuntamiento dispone de una concesión de 4,4 hectómetros anuales y solo se utiliza 1,1: una cuarta parte de lo que podría. En 2018, al presentar el plan de Sequía, el concejal de Emergencia Climática, Eloi Badia, recordó que Barcelona tiene una red de aguas freáticas de casi 90 kilómetros y que gracias a esta infraestructura “el Ayuntamiento consigue ahorrar agua potable para los servicios municipales”. Unas tuberías conectadas con depósitos y con hidrantes donde cargan agua los vehículos que riegan o baldean.
En el caso de algunos parques, la infraestructura llega directamente, lo que facilita mucho su uso. Es el caso de los más próximos al litoral, entre la Ciutadella y el Fòrum. Parques como el Central del Poblenou o Nova Icària, por ejemplo, se riegan directamente con freática. En otros casos, son depósitos como el que hay debajo del Liceu, los que permiten regar zonas como Montjuïc.
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Actualmente, casi el 100% del agua con la que se limpia el alcantarillado procede del freático; el 80% en el caso del baldeo de calles; y un 18% de la que se utiliza para regar zonas verdes. El concejal Eloi Badia suele afirmar que la apuesta por la utilización de las freáticas es uno de los salvavidas de la ciudad. “Calculamos que tendremos un 14% menos de agua en los próximos años. Lloverá menos y cuando lo haga será en forma torrencial. Nuestra idea es transformar la ciudad, utilizar suelos drenantes para que el agua regrese al acuífero y que el uso de freáticas por parte de los servicios municipales pase del 30% de hoy al 100%”, afirmaba hace un año.
Los pavimentos drenantes a los que se refiere son otra clave de futuro. Son los llamados SUDS (Sistemas de Drenaje Urbano Sostenible, en sus siglas en inglés) que desde hace una década se utilizan cada vez que se hacen calles nuevas o se someten a grandes reurbanizaciones. Su composición, porosa, se suma al drenaje convencional del agua de lluvia y permiten reproducir en la ciudad el comportamiento natural del agua. Obras como las intervenciones de las cuatro calles de la Superilla Eixample ya lo incorporan.
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