Disparar con un ritmo, con una coreografía, los cerca de 275 kilos de pólvora permitidos en las mascletàs de Fallas es como un arte en Valencia. Los pirotécnicos lo llaman la sinfonía del ruido y se repite todos los días a las dos de la tarde en la plaza del Ayuntamiento de la capital valenciana los primeros 19 días de marzo. Así reciben los valencianos la primavera, con estruendo. Las hay de inicio suave o contundente, que suben poco a poco de intensidad hasta el terremoto y el final más extremo, cuando el estruendo alcanza su climax, y parece que los tímpanos vayan a explotar. Dependiendo de su sofisticación, los talleres comienzan de madrugada a montar un espectáculo sonoro que causa tanta emoción entre muchos valencianos como sorpresa y desconcierto a quien la presencia por primera vez
La pirotécnica fallera es una industria que mueve millones de euros —aunque desde 2019 han vivido una auténtica travesía del desierto—. Están los grandes espectáculos pirotécnicos –mascletaes, fuegos artificiales, castillos piromusicales…— y luego están los comercios donde se compran los petardos a los que grandes y pequeños pegan fuego en lugares habilitados en cada barrio. Pero los petardos, truenos, masclets, o tro de bacs, están hechos con material explosivo, no son un juguete, y hay que tener ciertas precauciones, explica Samuel Albiñana, gerente de la cadena La Petardería de Ruzafa. Abrió la cadena en 2004 pero llevan vendiendo bombetas, petardos, tracas, fuentes de color, mechas y bengalas desde 1989. El 2 de marzo, con la fiesta a medio gas, atiende una inspección de la Guardia Civil.
Dos agentes especializados de Intervención de armas entran al local para comprobar que en sus estanterías solo están las categorías permitidas por ley. Comprueban que las coloridas cajas tienen el distintivo CE, que el comercio tiene la autorización gubernativa, y comprueban la seguridad del almacén o búnker, donde se llegan a guardar un máximo de 150 kilos de productos pirotécnicos.
“La inmensa mayoría de veces no suele haber ningún tipo de problemas”, admite el guardia civil al cargo de la inspección. Y si se dan, suelen ser por un etiquetado incorrecto o porque se supera el aforo de personas que pueden estar en el interior del comercio, unas ocho personas en total, entre vendedores y clientes.
El instituto armado hace unas 200 inspecciones en Fallas: a los comercios al por menor y revisan los espectáculos pirotécnicos organizados en los barrios. El búnker de este comercio tiene contacto magnético a la entrada,, un detector de movimiento y unas lapas o detectores sísmicos pegadas a las paredes que, ante cualquier vibración o intento de intrusión, hace saltar el chivato conectado a una central de alarmas. La patrulla más cercana iría a comprobar el incidente.
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Paula y Angelita, dependientas de la tienda, creen que este año será el del despegue definitivo porque la pandemia cortó de raíz la fiesta y enumeran la panoplia de productos que tienen este año: helicópteros, perros cagones, kriptonita, avispas, cobras, piratas… Los de mayor venta son los de pequeño tamaño, confirma Albiñana. El gasto medio en pirotecnia por familia durante las fiestas falleras es de 45 euros, según la asociación española de estos comercios. Facturan cerca de siete millones de euros y contratan a un millar de personas.
En dos semanas facturan el 90% del año, pero y después ¿de qué viven? “Hibernamos como los osos”, bromea el gerente de la tienda. Pero no, no hibernan, viven de bodas, bautizos, comuniones, fiestas, donde es tradición tirar tracas. “Bueno, y cuando el Valencia C.F. gana partidos”, añade Angelita.
Pero el espectáculo pirotécnico protagonista en la Valencia fallera es la mascletà, que se dispara en una gran jaula situada en el centro de la plaza del Ayuntamiento. El teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Jesús Rodríguez, responsable de Intervención de armas en la Comunidad Valenciana, explica que la carga máxima se calcula en función del espacio donde se dispara. En el caso de Valencia, el tope serían unos 275 kilos netos, con un 10% de margen. Lo explica a pocos metros de donde los operarios de la Pirotécnia Dragón, de Villena, —responsables del evento del 2 de marzo— colocan sacos terreros para que los cañones no se desplacen cuando salga la potente carga.
Los agentes controlan todo el proceso del material explosivo, desde la fabricación hasta el disparo. “Controlamos desde el propio transporte, la habilitación de los conductores para mercancías peligrosas, los envases y embalajes, las zonas de lanzamiento, donde es la Policía Local la que controla los accesos. Hay un perímetro de seguridad que el público no puede invadir. El control es muy fuerte”, apunta el alto mando policial. “La seguridad es lo primordial, que todo esté bien”, concluye Rodríguez.
Unas Fallas multitudinarias
Valencia inició este miércoles, sus fiestas más multitudinarias, cuyos días grandes caerán este año en fin de semana. No habrá restricciones, como en los tres anteriores años (en el 2020 se suspendieron) debido a la pandemia de coronavirus. La maquinaria fallera incorpora este año algunas novedades. Se estrena, por ejemplo, la recomendación —no prohibición— de no tirar petardos de tres a cinco de la tarde para facilitar el descanso y el paseo por la calle de los animales de compañía, muy afectados por el ruido. Los fuegos artificiales cambian del viejo cauce del Turia, al Palau de les Arts; y vuelven el 10 y 11 de marzo los macroconciertos de Fallas al Paseo de la Alameda.
La ciudad espera un aluvión de visitantes porque los días 18 y 19 de marzo caen en fin de semana y el 20 de marzo es festivo en otras comunidades como Madrid. “No va a haber una ciudad en la calle, sino dos”, describió muy gráficamente el concejal de Protección Ciudadana, Aarón Cano, en la presentación del dispositivo de Seguridad de este año, formado por 3.000 policías locales, 400 bomberos municipales, y 1.800 policías nacionales.
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