El ‘caso Lineker’ destapa el control del Partido Conservador sobre la independencia de la BBC | Televisión

La decisión de la BBC de suspender al exfutbolista, presentador y estrella mediática Gary Lineker de su papel al frente del popular programa Match of the Day (el partido del día) por criticar en las redes sociales la nueva política de inmigración del Gobierno de Rishi Sunak ha desatado una rebelión interna en la corporación pública británica y un debate público de dimensiones inesperadas. Una tras otra, las grandes estrellas de la información deportiva de la BBC han anunciado este sábado que no se sentarán delante de las cámaras, en solidaridad con Lineker. Y el exdirector general de la corporación Greg Dyke ha señalado el riesgo de que la ciudadanía perciba que la BBC se pliega cobardemente ante las presiones del Gobierno.

Como un sofisticado número de prestidigitación en el que se desvía la atención del espectador hacia el lado equivocado, el Partido Conservador del Reino Unido lleva años clamando contra el supuesto sesgo izquierdista de la BBC mientras invadía los puestos de mando de la corporación pública y socavaba su independencia económica y editorial.

Dos decisiones, torpes y drásticas, han expuesto esta semana la debilidad de una institución británica que, hasta hace nada, era casi tan intocable como la mismísima monarquía. El viernes, la dirección del ente decidía suspender a Lineker de su puesto como presentador. La BBC cedía a las presiones de diputados y opinadores conservadores, y de la propia ministra del Interior, Suella Braverman. Lineker llegó a comparar el lenguaje utilizado por la ministra para defender la nueva ley con el empleado en la Alemania nazi de los años previos a la II Guerra Mundial. “Esta [el nuevo proyecto de ley] es simplemente una medida política increíblemente cruel que va dirigida contra las personas más vulnerables, en un lenguaje que no difiere mucho del que se usaba en la Alemania de los años treinta. ¿Y soy yo el que me he salido de tono?”, escribía en Twitter el exfutbolista.

Braverman, casada con un judío, encabezaba todo el caudal de respuestas airadas que cosechaba Lineker entre los conservadores. Acusaba al presentador de “degradar la inenarrable tragedia” del Holocausto [al que el presentador nunca hizo referencia] y describía su comparación como “perezosa y de poca utilidad”.

Nada más conocer que la BBC cedía a las presiones y suspendía al presentador, el resto de los colaboradores del programa (Ian Wright, Alan Shearer o Jermaine Jenas) anunciaban que no acudirían al plató, en solidaridad con Lineker. Una rebelión en toda regla que derivaba en una emisión de sábado que se prevé sin presentadores ni comentaristas, solo con las mejores imágenes de los encuentros de la jornada.

No solamente el programa deportivo estrella de la cadena se veía afectado. Otros formatos, como Football Focus o Final Score, tenían que retirarse también de la pantalla por el rechazo de su personal a colaborar. La BBC ha tenido que pedir perdón a sus empleados y a los espectadores por los vacíos en la programación: “Sentimos todos estos cambios y entendemos que decepcionarán a los seguidores de los deportes de la BBC. Estamos trabajando duro para solucionar este situación y confiamos en hacerlo pronto”, decía la corporación en un comunicado.

“La BBC no está actuando de un modo imparcial al ceder ante las presiones de todos los diputados conservadores que se han quejado de Gary Lineker”, ha denunciado el líder de la oposición laborista, Keir Starmer, que se sumaba a los miles de comentaristas, deportistas, aficionados y ciudadanos que han estallado contra la decisión de la cadena. “Estoy con Gary. Los inmigrantes son bienvenidos”, rezaban muchas de las pancartas mostradas por los seguidores del Leicester City, el primer club en el que jugó el exfutbolista. Lineker se ha dejado ver con su hijo este sábado en el partido que enfrentaba al equipo contra el Chelsea.

La Asociación de Periodistas Deportivos de Gran Bretaña ha emitido un comunicado en el que muestra “su completo apoyo a sus socios y otros colegas de la profesión en defensa de la libertad de expresión”, afirma su solidaridad con Lineker y advierte de que seguirá con atención el desarrollo del caso.

A media tarde de este sábado, el primer ministro Sunak, consciente de que la marea se estaba volviendo claramente en contra de su nueva política de inmigración y del Partido Conservador, intentaba tomar distancia: “Es un gran futbolista y un presentador con gran talento”, ha descrito a Lineker, y ha deseado que su disputa con la BBC “se resuelva cuanto antes”. Oficialmente, la cadena suspendió al presentador mientras “llegaban a un acuerdo sobre su uso de las redes sociales”. Sunak ha insistido en que se trata de un asunto interno de la cadena en el que no debe entrar el Gobierno, y se ha limitado a defender su nuevo proyecto para poner freno a la crisis migratoria.

Ocultamiento de David Attenborough

Y esta misma semana, a través de una exclusiva del diario The Guardian, se conocía también que la BBC había decidido retirar de su programación en antena —para emitirlo únicamente en su servicio de streaming BBC iPlayer— el sexto episodio de Wild Isles (islas salvajes). Se trata de un documental sobre la naturaleza y los ecosistemas que forman el Reino Unido, al frente del cual está el naturalista David Attenborough, por quien los británicos sienten una veneración solo comparable con la que sintieron en su día por Isabel II. El diario conservador The Daily Telegraph había denunciado previamente que la BBC, con un presupuesto cada vez más limitado para competir con otras plataformas televisivas, hubiera permitido que dos organizaciones no gubernamentales produjeran y financiaran en gran parte los documentales. WWF UK (World Wildlife Fund) y RSPB (Royal Society for the Protection of Birds), que participan activamente en el debate público y político británico, no son muy del agrado de ciertos sectores conservadores. Sus recientes críticas a la relajación de las normas de planificación urbanística en todo el país, impulsada por el Gobierno de Sunak, no sentaron bien en Downing Street.

WWF y RSPB produjeron y financiaron por su cuenta el sexto episodio, en el que también quiso colaborar Attenborough. Describían en él las zonas del Reino Unido más esquilmadas por el hombre, e incluían algunos ejemplos del llamado rewilding, el método para permitir que un ecosistema vuelva a su estado natural anterior. Un modo de quitar poder sobre la naturaleza a las autoridades locales que solivianta especialmente a grupos de extrema derecha.

David Attenborough durante la ceremonia de apertura de la COP26 en Glasgow, el 1 de noviembre de 2021.
David Attenborough durante la ceremonia de apertura de la COP26 en Glasgow, el 1 de noviembre de 2021.YVES HERMAN (AP)

“Creo que los hechos hablan por sí mismos. Hemos trabajado mucho con RSPB, que ha revisado nuestros guiones para comprobar los datos y nos ha aportado información científica sobre la pérdida de vida salvaje en este país”, explicaba a The Guardian Laura Howard, una de las personas que Silverback Films, la productora de la serie, puso al frente de la elaboración del documental.

Los responsables de la BBC decidieron que ese episodio, que intuyeron sería el más criticado por políticos y analistas conservadores, sería emitido únicamente por su servicio de streaming. “La historia es completamente inexacta”, respondía la BBC ante la sugerencia de una posible censura. “Nunca hubo un sexto episodio. Wild Isles fue siempre un documental con cinco entregas, que no rehúye aportar argumentos medioambientales. Y decidimos adquirir por separado, para iPlayer, una película producida por Silverback Films, WWF y RSPB sobre las personas que trabajan por preservar y reestablecer la biodiversidad en las islas británicas”, se defendía la corporación pública.

El poder conservador en la BBC

La pugna entre el Partido Conservador y la BBC es un clásico. Los tories han visto siempre en la independencia desplegada por el ente en la cobertura de las noticias un sesgo izquierdista intolerable. Daba igual que la institucionalidad demostrada por la cadena en momentos como el fallecimiento del príncipe Felipe de Edimburgo, no digamos durante los 10 días de luto por Isabel II, fuera de tal magnitud como para desatar las críticas furibundas de la izquierda.

La tensión se vio agravada durante la campaña del referéndum del Brexit y los años posteriores. La presentación objetiva de las nefastas consecuencias que analistas o empresarios predecían para el país a causa de su salida de la UE irritaba profundamente al sector euroescéptico, que dominaba el Partido Conservador.

Fue la tormenta perfecta para la BBC, porque coincidió con una época de escasos recursos y bajas audiencias, al ver cómo gran parte de su público tradicional emigraba a nuevas plataformas televisivas como Netflix. En los últimos años ha habido cientos de despidos y cierre de emisoras locales o servicios internacionales en otras lenguas. La corporación se financia con una tasa anual de unos 180 euros (159 libras), que todos los usuarios están obligados a pagar a riesgo de incurrir en una falta que puede ser sancionada con más de 1.100 euros de multa.

Los últimos gobiernos conservadores —en especial el de Boris Johnson— han blandido constantemente la amenaza de “despenalizar” el impago de la tasa, lo que supondría que, a falta de esa presión, serían muchos los ciudadanos que dejarían de pagar.

Gary Lineker, en el estadio de Wembley el 16 de abril.
Gary Lineker, en el estadio de Wembley el 16 de abril.CARL RECINE (Action Images via Reuters)

Pero en medio de este tira y afloja, Downing Street ha ido colocando a los suyos en el ente público. El actual presidente, Richard Sharp, es un exbanquero de inversión que ha donado casi medio millón de euros al Partido Conservador, y que intermedió para que Boris Johnson recibiera un préstamo de 900.000 euros cuando se vio obligado a reembolsar los gastos de decoración de la residencia oficial en Downing Street mientras debía, además, hacer frente a los pagos a su exmujer, Marina Wheeler. A pesar de haber sido investigado internamente, Sharp dejó claro que no se le pasaba por la cabeza dimitir.

Tim Davie, el actual director general de la BBC, estuvo al frente de la agrupación local del Partido Conservador en el distrito londinense de Hammersmith-Fulham. Se presentó como candidato en varias elecciones locales. Bajo su mandato, desde septiembre de 2020, se han impuesto reglas severas a los trabajadores del ente respecto al uso de las redes sociales. Él fue el creador de la conocida como cláusula Lineker, que extendía la obligación de abstenerse de comentar la política a colaboradores externos en programas de entretenimiento.

Robbie Gibb, que fue director de comunicación del Gobierno de la ex primera ministra conservadora Theresa May, forma hoy parte del Consejo de Administración de la BBC. Antes de su puesto en Downing Street, fue el director de la programación política de la cadena.

BBC tiene, o ha tenido, en nómina a periodistas notablemente conservadores como Andrew Neil, que dirigió la revista The Spectator (la biblia de los tories) o el Sunday Times del empresario Rupert Murdoch. O a Jeremy Clarkson, que además de presentar en la cadena pública programas de motor escribe columnas en el tabloide conservador The Sun. En la última, por la que tuvo que pedir disculpas públicas, deseaba que Meghan Markle, la esposa del príncipe Enrique, “fuera obligada a desfilar desnuda por las calles de cada ciudad del Reino Unido mientras la muchedumbre le grita ‘¡vergüenza!’ y le arroja excrementos”.

Clarkson sigue trabajando para la BBC. Lineker, de momento, está fuera. Y son cientos de miles los ciudadanos que han expresado en las redes sociales su apoyo a quien fue uno de los mejores delanteros del mundo, y su indignación por las represalias sobre un presentador extremadamente popular que se limitó a expresar su opinión —ampliamente compartida en el Reino Unido— sobre una ley que deja desamparados a los inmigrantes irregulares. Tan desamparados, por lo que parece, como los espectadores de la BBC.

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