¿Alguien ha visto a don Manuel Ibarra? Delgado, de cejas pobladas, barba abundante, pelo tupido, canoso. El histórico peluquero de la colonia Roma, de 82 años, está desaparecido desde hace más de una semana. No responde a las llamadas a su casa, donde residía solo, y la barbería que regenta en el centro de Ciudad de México se encuentra cerrada. Algunos de sus clientes y los vecinos de la colonia han empezado a compartir con preocupación la ficha de búsqueda del que ya se había convertido en un icono contra la gentrificación del barrio. Barbero y cowboy, Ibarra lleva seis décadas siguiendo la tradición familiar que empezó su padre en un pequeño local de la calle San Luis Potosí, en 1932.
El barbero ya es un hombre de rutinas, cuenta Aída Mulato, amiga y clienta desde hace siete años de la peluquería de don Manuel. Salía de su casa en la colonia Doctores, tomaba el trolebús hasta la parada de Chapultepec y de ahí caminaba hasta el local. Ese paseo, repetido durante años, era su ejercicio diario. Atravesaba el parque México y el de España, saludaba a los vecinos, y alrededor de las cuatro de la tarde llegaba para abrir la barbería. Estaba esperando los clientes hasta las 10 de la noche, a veces las 12. Desde el pasado jueves, está echada la persiana de la Peluquería Ibarra, puesto el candado. Nadie le ha visto en la ruta, que atraviesa la Condesa y la Roma.
Mulato, que es quien ha avisado a la Comisión Nacional de Búsqueda y va a interponer la denuncia en la Fiscalía Especializada para la Búsqueda y Localización de Personas, estuvo con él el 14 de marzo alrededor de las seis de la tarde. Fue a saludar y a cortarse el cabello. “Lo encontré mal, le había picado una araña, se había intoxicado y había estado en el hospital. Además se había caído y traía una herida en la nariz y un moretón en el ojo”, describe la joven. Pero sobre todo, Ibarra estaba “molesto, muy triste, por tener que cerrar la barbería, que es su vida entera”.
Asediado por los precios en una colonia que se ha convertido en el sueño hypster de la capital mexicana, Ibarra llevaba tiempo sin poder hacer frente a la renta del local. Con los años había ido vendiendo parte del material con tal de mantener la peluquería abierta: adiós a las vaporeras donde se calentaban las toallas y a dos de las tres butacas originales. El impulso de las redes sociales, especialmente de una cuenta de Instagram que le creó Mulato, consiguió durante un tiempo acercar a los clientes más jóvenes y posponer el cierre. Ibarra promete “cortes modernos al gusto” con la experiencia del barbero que lo era ya antes de que nacieran las barbershops. Cobra 100 pesos —unos cinco dólares— por cada corte. Una cantidad irrisoria con la que batalla para mantenerse.
Ahora don Manuel estaba haciéndose a la idea de que la peluquería ya no podía aguantar mucho más tiempo e iba a tener que cerrarla después de 90 años. Mulato sabe que el jueves 16 de marzo todavía abrió el local porque allí lo vieron en el negocio del café que está justo al lado. Y que también lo cerró colocando su candado particular. Después de eso, silencio. En un país que cuenta ya más de 110.000 personas desaparecidas, el caso del peluquero podría pasar inadvertido, sin embargo, la joven está tratando de levantar la voz para ver si alguien de la colonia ha visto a su último barbero.
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