La nutrición es la madre del nuevo ciclismo, el del ataque y el gasto controlado, el de la locura y la ciencia, y el glucómetro, una herramienta que se ha convertido en imprescindible. El aparato, de moda ahora, ya antiguo para los nutricionistas y entrenadores, es un disco del diámetro de una moneda de dos euros que se adhiere al antebrazo, y se clava a la piel y calcula en los intersticios del cuerpo la concentración de glucosa en la sangre. Él y la ciclista lo conectan a su teléfono y tienen información al segundo, con un lapso de 10 minutos, del efecto de la alimentación en sus reservas energéticas. La Unión Ciclista Internacional (UCI) permite su utilización en los entrenamientos, pero no en competición, razón por la que la ciclista norteamericana Kristen Faulkner fue descalificada tras terminar tercera en la Strade Bianche.
Los nutricionistas aducen razones para valorar su utilidad. “Aunque no tantas”, explica Aitor Viribay, dietista del Ineos, que cuenta que lo usan en su equipo desde hace tres años y les sirve más como un elemento más de investigación, de conocimiento del comportamiento del organismo sometido el estrés competitivo que de guía para organizar la nutrición de los corredores en carrera. “La glucosa siempre sube cuando te ejercitas. El valor de la glucemia en competición está tan influido por el estrés que es complicado dilucidar si un ciclista sufre hiperglucemia o sus niveles de carbohidratos están deficitarios. Sin contexto no significa nada. Un mismo valor puede tener dos razones diferentes, o más”. A ellas, Faulkner añadió un argumento, que le servía para luchar contra la amenorrea, la ausencia de regla que sufren las mujeres deportistas de especialidades de resistencia. “Tiene sentido”, razona Viribay, que ha utilizado los glucómetros con los ciclistas del Ineos para saber cómo afecta el uso de cetonas a la glucemia. “La regla influye en el metabolismo de los carbohidratos”.
Después de la descalificación de Faulkner, la española Mavi García avanzó hasta el 11º puesto de la clásica de Siena. Ella también usa el glucómetro en los entrenamientos, y también ha sufrido amenorrea. “Es un avance que, si lo utilizamos todas, pues está muy bien para todas. Yo lo he utilizado entrenando aquí en altura para conocerme un poco mejor, para ver cuándo necesito, cuándo no, y la verdad es que me fue bastante útil”, dice la ciclista mallorquina, que este año ha fichado por el equipo Liv, donde será dirigida por primera vez en su carrera por una mujer, Georgia Bronzini. “Yo, sinceramente, no sufro mucho amenorreas, y si las he sufrido es cuando estoy compitiendo muchísimo y cuando pierdo; yo ya sé, cuando pierdo un peso de más, que ya sé cuál es, acabo perdiendo la regla. Entonces, simplemente lo soluciono comiendo un poco mejor y descansando un poco, no creo que tenga otro secreto”.
Josu Larrazabal, entrenador del Trek, equipo femenino y masculino, también reconoce el valor del glucómetro como herramienta para saber, no para decidir. “Antes de una carrera ya sabes cuánto vas a necesitar, dependiendo de la intensidad. 60 gramos por hora, más o menos. Está todo muy calculado. El glucómetro no es el game changer que dicen”, explica. “No es necesario para alimentarse en carrera porque ya hay un plan”. Larrazabal, que entrenó a la neerlandesa Ellen van Dijk para batir el récord de la hora (49,254 kilómetros), tampoco entiende que sea necesario para evitar la amenorrea. “Según mi experiencia”, explica, “la amenorrea está muy ligada a la excesiva carga de volumen en los entrenamientos. Regulando los entrenamientos puedes controlarla”.
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