La inflación argentina ha roto, una vez más, sus propios récord. El Índice de Precios al Consumidor (IPC) de marzo ha registrado una subida del 7,7%, según los datos difundidos este viernes por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC). El dato de este mes solo lo supera el 10,4% registrado en abril de 2002, cuando la economía había estallado por los aires con la crisis del corralito y Argentina salía de la paridad del dólar con el peso. La variación interanual ha alcanzado al 104,3%, el peor registro en 30 años.
Es, también, la peor cifra del Gobierno de Alberto Fernández, que ya había roto las marcas en julio pasado, cuando la renuncia del ministro Martín Guzmán alentó una corrida cambiaria en el mercado informal que depreció el peso en un 40% en dos semanas y dejó el IPC en un 7,4%. Los argentinos ya se han acostumbrado a asistir al reporte mensual del INDEC con los ánimos por el suelo. La inflación de marzo la lideran las subas en prendas de vestir y calzados, con un 9,4%, y los alimentos, con un 9,3%. La paliza al bolsillo de los argentinos ha roto todas las previsiones del Ministerio de Economía, que a finales del año pasado tenía la expectativa de reducir el índice al 3% para finales de este trimestre. El acumulado desde enero de 21,7% deja un piso altísimo para el resto de un año electoral. En octubre, el oficialismo peronista y la oposición de centroderecha pelearán por la presidencia y el control del Congreso, mientras la ultraderecha que amenaza con “sacar a patadas en el culo” a “la casta política” asoma como opción entre los sectores populares.
“El número que vemos hoy representa el peor momento del impacto de la guerra en los precios internacionales y la peor sequía de la historia en el país”, ha escrito en Twitter la portavoz de la presidencia, Gabriela Cerruti. “Estamos redoblando esfuerzos, convencidos de que el camino es sostener el crecimiento y el orden que estamos logrando”.
La inflación cortó una tímida racha descendente en noviembre pasado, y desde diciembre no dejó de superarse mes a mes. El dato de este marzo es el más alto desde que Sergio Massa, tercer líder de la coalición peronista en el Gobierno, asumiese el ministerio de Economía en julio pasado con la misión de evitar una debacle. Argentina registró aquel mes un 7,4% de subida en el IPC, alentado por la salida apresurada del entonces ministro Martín Guzmán, que seis meses antes había acordado con el FMI alcanzar el equilibrio de las cuentas públicas en 2024. Marzo dejo pequeña incluso esa disparada.
La renuncia de Guzmán, por la que clamaba el sector del Gobierno contrario a encarar el ajuste con un ojo puesto en las elecciones de este año, llevó a una fuerte depreciación del peso frente al dólar de la calle, mientras los alimentos y se aceleraba la sangría de divisas en el Banco Central. Fueron días en los que muchos comercios se negaban a poner precios por falta de referencias. La inflación se mantuvo sobre el 6% hasta octubre, pero bajó hasta un 4,9% en noviembre. La bajada sorprendió hasta las previsiones más entusiastas del propio Gobierno.
Massa anunció entonces que su objetivo era llegar a una cifra cercana al 3% para este mes de abril, pero la subida constante del IPC pulverizó sus pronósticos. En medio, intentó de todo: desde un régimen cambiario especial para que los exportadores agropecuarios liberaran los dólares de sus ventas, hasta otro destinado a que los turistas comprasen con tarjeta en lugar de dejar sus divisas en el mercado negro de cambios. “El desafío de estabilizar bajando la inflación sin generar daño es un desafío que nos propusimos todos los que asumimos la responsabilidad de esta crisis y ningún mal resultado en un partido me va a sacar de la pelea en el campeonato por bajar la inflación”, aseguró Massa en una entrevista en febrero. “El objetivo de bajar a la mitad de la inflación que recibimos no cambió”.
Los esfuerzos del Gobierno han chocado con la peor sequía que atravesó el campo argentino en los últimos 60 años. Tres años de pocas lluvias y cosechas perdidas significaron una pérdida de ingresos de más de 15.000 millones de dólares en el último año, que limitan la capacidad del Gobierno de acumular reservas internacionales para mantener el valor del peso: solo la soja y el maíz significan el 40% de todas las exportaciones argentinas, según el INDEC. La falta de ingresos por exportaciones es especialmente dramática para un país que tiene cerrado el mercado internacional de crédito.
Massa viajó este miércoles a Washington para reunirse con las autoridades del FMI tras la aprobación de la cuarta revisión del acuerdo firmado por el Gobierno en enero de 2022. El visto bueno del organismo, que supuso la flexibilización de una meta de acumulación de reservas internacionales inalcanzable por la sequía, supuso también el giro automático de 5.400 millones de dólares que la Casa Rosada usará en parte para pagar vencimientos que tiene con el mismo FMI.
Con ese acuerdo firmado a finales de marzo, el viaje supone más bien una oportunidad para buscar dólares en otros organismos internacionales: desde que llegó a Estados Unidos, el ministro de Economía ha anunciado créditos del Banco Interamericano de Desarrollo, por 600 millones de dólares para becas educativas; con el Fondo Saudita de inversiones, 500 millones para obras en gasoductos y sistemas de riego; y otros 300 millones del Banco Mundial destinados a la salud.
De vuelta en casa, el sábado, le esperará la tormenta. A la inflación de marzo se suma la escalada del dólar paralelo, que esta semana llegó a 400 pesos, 187 pesos más caro que el oficial, por primera vez desde la salida de la convertibilidad cambiaria, en 2002. Los argentinos se han acostumbrado a ahorrar en efectivo al resguardo del dólar que solo se consigue en la calle. La normalización del manejo de efectivo ya ha alcanzado el disparate: hace dos semanas, un intento de asalto a un hombre que llevaba en una mochila siete millones de pesos terminó en una lluvia de billetes en las calles de Buenos Aires. Unos 70.000 pesos no se recuperaron, el botín de los ladrones apenas alcanzaba los 300 dólares.
El billete de mil pesos, el de más alta denominación en el país que equivale a 4,6 dólares oficiales, dejó de alcanzar el mes pasado para comprar un kilo de carne. Este mes, ya apenas sirve para comprar uno de tomates.
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