El festival de cine africano de Tarifa ha cumplido 20 años y para celebrarlo ha tendido la mano a la otra orilla, la de Tánger. En la ciudad marroquí se ha inaugurado el festival que ha dado a conocer la filmografía del continente africano en España y que este año se celebra de forma simultánea a ambos lados del Estrecho de Gibraltar. Una 20º edición a caballo entre las dos orillas.
Fue a las seis de la tarde del viernes cuando se abrieron las puertas del cine Alcázar de Tánger. Un cine de barrio encantador, que perteneció a la familia Cohen, judía de origen español y expulsada de la Península y que ha estado cerrado durante más de 40 años. Era un cine barato, de reposiciones, que encandiló a Bernardo Bertolucci, quien incluyó una imagen en El Cielo Protector. Recientemente restaurado, acogió este fin de semana la gala de inauguración del Festival de Cine Africano (FCAT).
En un costado de la alfombra roja, un grupo bereber recibió al público y los cineastas con tambores y música tradicional. “El cine español tiene una conexión tangerina muy importante. En el Tánger internacional se podían ver películas sin censurar”, explica el director del Instituto Cervantes en Tánger, Javier Rioyo, presente en la ceremonia de apertura y que cita como ejemplo de esa especial relación a ilustres tangerinos como Diego Galán, Concha Cuetos o Bibiana Fernández.
El festival se inauguró con Entre las higueras, una película luminosa y sutil, en la que la directora tunecina Erige Sehiri, retrata un día de distintas generaciones de jornaleros tunecinos en el campo. “Son los jóvenes de la revolución, los que tienen una mayor conciencia de sus derechos”, explica Sehiri horas antes de la inauguración. La película cierra con una versión tunecina de L’Estaca de Lluís Llach, la canción que inspiró a la cineasta en su creación. Decenas de películas africanas podrán verse hasta el siete de mayo en los cines de Tánger y Tarifa y también a la vez en la plataforma de cine Filmin.
“Este festival es muy africano, porque es muy nómada”, interpretaba al día siguiente Juan José Téllez, uno de los escritores que al día siguiente guio al público por un paseo literario por la medina de Tánger, que arrancó en el mirador de Bab al Bahr, con vistas al Estrecho. Aludía Téllez a los años en los que el festival tuvo que emigrar a Córdoba para regresar después a su lugar de nacimiento, Tarifa. “Es un escaparate de un cine habitualmente desconocido por el público europeo. Hemos aprendido mucho con este festival”, admite Téllez, asiduo a la cita anual.
Ya camino de Tarifa el sábado, a bordo del ferri que cruza los 14, 4 kilómetros que separan España de Marruecos, Europa de África, la directora del festival, Mane Cisneros, reflexiona sobre la trayectoria de este singular certamen. “El cine puede ser una herramienta de conocimiento. Cuando arrancamos, el desconocimiento de África era total. Ahora, el desconocimiento sigue, pero creo que hemos aportado muchos elementos que permiten desmontar los tópicos”. Cisneros sigue creyendo que “África necesita poder contarse a sí misma desde el cine, y que sean los propios africanos los que tomen la palabra”.
África necesita poder contarse a sí misma desde el cine y que sean los propios africanos los que tomen la palabra
Mane Cisneros, directora del festival
La palabra la tomaron el sábado por la tarde los alumnos de la Universidad Ibadan (Nigeria), que protagonizan Coconut head generation, una película muy interesante en la que Alain Kassanda relata cómo los estudiantes se van politizando gracias al cine y cómo acaban manifestándose en las calles exigiendo al Gobierno un futuro para su generación.
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