Alberto Fernández pide a Joe Biden el apoyo de Estados Unidos ante el FMI | Actualidad

Alberto Fernández y Joe Biden, tras la reunión de este miércoles en Washington.
Alberto Fernández y Joe Biden, tras la reunión de este miércoles en Washington.Susan Walsh (APN)

Economía, economía, y más economía. La conversación de este miércoles entre el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el de Argentina, Alberto Fernández, primero a solas y después acompañados de sus respectivos equipos, ha estado dominada por este tipo de cuestiones. El inquilino de la Casa Rosada tenía entre sus principales objetivos lograr el respaldo de Estados Unidos en las negociaciones de Buenos Aires con el FMI, y sin nombrarlo específicamente así lo adelantó al principio del encuentro: “esperamos que nos sigan apoyando, como han hecho hasta ahora”, apuntaba. El de la Casa Blanca buscaba abordar la cooperación en asuntos como el cambio climático o los minerales críticos.

Fue el primer encuentro entre los dos líderes como presidentes; había estado previsto para julio del año pasado, pero quedó aplazado después de que Biden diera positivo por covid. También era la primera ocasión en 20 años que un dirigente peronista pisaba el Despacho Oval: no ocurría desde que Néstor Kirchner visitó al entonces presidente George W. Bush en 2003.

La reunión se desarrolló en un ambiente de cordialidad. “Esta reunión es una oportunidad para reafirmar que nada queda fuera de nuestro alcance si colaboramos”, declaraba el estadounidense en unas breves palabras al abrir la conversación en el Despacho Oval. Biden preveía también una oportunidad para aumentar “la integración económica”.

El dirigente argentino, por su parte, reiteraba el daño que la sequía, “la peor desde 1929″, ha causado en la agricultura de su país. Un perjuicio al que se han sumado las consecuencias de la guerra en Ucrania -otro de los asuntos que ambos líderes abordaron en sus conversaciones-, según agregaba.

El encuentro bilateral de este miércoles ha sido el más importante de la gestión de Alberto Fernández, aunque es posible que ya sea demasiado tarde. El presidente argentino está a solo ocho meses de terminar su mandato y, si bien puede buscar la reelección, atraviesa una crisis de popularidad difícil de remontar. La crisis económica es la madre de todos sus problemas: el peso se derrumba frente al dólar en los mercados de cambio no oficiales, el Banco Central tiene sus reservas cerca del cero y la inflación superó el mes pasado el 100% interanual. Los esfuerzos por cumplir con el ajuste acordado con el FMI chocan contra problemas estructurales de larga data, a los que ahora se ha sumado esa sequía sin precedentes en la cuenca más fértil del campo argentino. El cálculo más optimista es que los ingresos por exportaciones caerán este año 20.000 millones de dólares, casi la mitad de todo lo que Argentina le debe al FMI.

Fernández tiene para ofrecer a Estados Unidos la estabilidad política y un proceso electoral que, al menos por ahora, no parece propiciar la llegada a la Casa Rosada de personajes ultra, como Jair Bolsonaro en Brasil. Pero tiene en la mochila la piedra que cargan todas las gestiones en Argentina: por las crisis económicas recurrentes, sus dirigentes piden a la Casa Blanca que promueva créditos internacionales o, como en este caso, interceda ante el FMI, donde su voto es clave, para que modere las obligaciones de los acuerdos. La delegación argentina celebró especialmente la presencia en la reunión de Janet Yellen, la secretaria del Tesoro estadounidense, reacia a dar flexibilizar las metas a las que se comprometió Buenos Aires con el Fondo. Por la parte argentina estuvo el ministro de Economía, Sergio Massa, que viajó con agenda propia.

No solo se habló de las tribulaciones económicas argentinas. También de colaboración espacial, de energías limpias, del 5G o de minerales críticos: el país del Cono Sur es uno de los principales productores mundiales de litio, elemento químico fundamental para las baterías de los vehículos eléctricos. Asimismo, se abordaron cuestiones geopolíticas: Argentina, según recordaba en vísperas de la reunión el portavoz del Consejo Nacional de Seguridad, John Kirby, es un aliado significativo de Washington para la guerra en Ucrania, y contribuyó de modo significativo a paliar los problemas en torno a la seguridad alimentaria global tras el estallido del conflicto.

Y, además, pesaba la sombra de China. Ninguno de los dos líderes se refirió a ello en sus declaraciones al comienzo del encuentro, pero Washington contempla con atención la presencia creciente del gigante asiático en Argentina. Muy en especial, los planes para que empresas chinas construyan dos centrales nucleares en Buenos Aires.

Durante la estancia en Washington, Massa se reunió con la número dos del FMI, Gita Gopinath, porque la directora del organismo, Kristalina Georgieva, está de viaje. El momento no pudo ser mejor para el argentino. El directorio ejecutivo del organismo analiza esta semana si aprueba o no la cuarta revisión del programa firmado en enero del año pasado con Argentina. El texto incluye un pedido de Massa para que se reduzcan en unos 2.000 millones de dólares el compromiso de acumulación de reservas para 2023, aunque se mantienen sin cambios las exigencias de reducción del déficit. Desde enero, el Banco Central de Argentina perdió 2.500 millones de dólares para satisfacer la demanda de dólares de importadores y ahorristas. La Casa Rosada sostiene que la guerra en Ucrania, con la disparada en la cuenta de importación de energía, y ahora la sequía, vuelven imposible llegar a diciembre con los 9.800 millones de dólares de reservas acordados inicialmente.

El visto bueno de Estados Unidos, que tiene poder de veto dentro del FMI, es crucial para Argentina. Este es un año electoral y cualquier ajuste fiscal supone perder votos. Y si los números de la economía se agravan aún más en el próximo trimestre, como es de esperar, y cualquier nuevo pedido al FMI necesitará del apoyo de la Casa Blanca.

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