Alemania ha frenado en seco uno de los proyectos medioambientales más ambiciosos de la Unión Europea: la prohibición de la venta de coches de combustión a partir de 2035. Las amenazas de Berlín de negar su aprobación final a un plan que ya había sido preacordado el otoño pasado, pero que generaba suspicacias también en otros países como Italia, ha llevado este viernes a la presidencia rotatoria sueca de la UE, que quería validar el pacto el martes que viene, a “posponer” sine die lo que se consideraba un mero trámite, el visto bueno definitivo de los Veintisiete a un texto ya avalado hace dos semanas por el Parlamento Europeo.
El retraso supone un golpe para las ambiciones climáticas de Bruselas y su anhelo de ser un ejemplo para el resto del mundo: el plan de prohibir, a partir de 2035, la venta de cualquier turismo o furgoneta nuevos que emitan CO₂ era el primer acuerdo legislativo alcanzado de Fit for 55, la nueva estrategia europea para reforzar la lucha contra el cambio climático, que busca que la UE reduzca sus emisiones de gases de efecto invernadero en al menos un 55% para 2030 ―comparados con los niveles de 1990― y que logre la neutralidad climática en 2050. Su aprobación inicial fue celebrada por todas las partes como un paso “histórico”.
Pero también es un revés personal para la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ya que es precisamente su país natal, Alemania, el que ha provocado el atasco a un acuerdo cuya aprobación final era considerada un mero trámite desde el momento en que se alcanzó un “acuerdo en principio” entre representantes del Parlamento Europeo y del Consejo de la UE, con asistencia de la Comisión, el 27 de octubre. Una vez que se cierra un acuerdo en este formato, denominado trílogo, la aprobación formal tanto de la Eurocámara como de los 27 Estados miembros está considerada un mero trámite, ya que debe limitarse a firmar lo ya duramente negociado por todas las partes.
Los coches de combustión, no obstante, han demostrado que toda regla tiene su excepción.
La clave está en la demanda de al menos parte del Gobierno germano de lograr una excepción en la norma europea para aquellos combustibles sintéticos, también llamados e-fuels, “respetuosos con el clima”, una opción que también ha recibido el respaldo de Roma, molesta desde hace tiempo con lo que califica de “política de descarbonización furiosa” de una Bruselas que, dice, no tiene necesariamente en cuenta los esfuerzos, capacidades y peculiaridades económicas de todos los países a la hora de fijar metas medioambientales.
La Comisión argumenta que su propuesta se limita a decretar la prohibición de vender, a partir de 2035, coches que emitan CO₂ y que no se mete en qué tecnologías se usen para ello, aunque reconoce que la mayoría de los países apuestan por los coches eléctricos. “Somos tecnológicamente neutros, lo que queremos son coches con cero emisiones”, ha reiterado en el pasado el vicepresidente de la Comisión responsable del Pacto Verde, Frans Timmermans, que además asegura mantener una “mente abierta” en la materia. Fuentes comunitarias recuerdan al respecto que el texto del acuerdo incluye una “cláusula de revisión” en 2026 que tendrá en cuenta los “avances tecnológicos”. Pero visiblemente, Berlín quiere una garantía más firme, preferiblemente en negro sobre blanco y desde ya.
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La portavoz de la Comisión Dana Spinant ha asegurado que el Ejecutivo europeo está dispuesto a “estudiar con cautela” las reservas de Alemania e Italia. “Examinaremos las nuevas preocupaciones expresadas para ver cuál es el mejor modo de abordarlas”, ha declarado.
Si la Comisión no encuentra la manera ahora de convencer a los países reticentes —además de Alemania e Italia, también Polonia y Bulgaria se oponen al acuerdo— de que el texto negociado da cabida a sus reparos y se ve obligada a cambiar sustancialmente la letra del acuerdo, la negociación tendría que volver a la casilla de salida y el pacto no llegaría a firmarse durante el mandato de Von der Leyen, que acaba el año que viene, advierten fuentes diplomáticas.
La presidenta del Ejecutivo europeo participará este domingo en un encuentro informal del Gobierno alemán en el Palacio de Meseberg. Aunque la Comisión subraya que la cita estaba prevista “desde hace tiempo” y la cuestión no figura en la agenda, para Von der Leyen puede suponer una ocasión única para convencer a Berlín.
El Gobierno alemán lleva meses enzarzado en discusiones internas sobre la prohibición de los motores de combustión. El socialdemócrata Olaf Scholz gobierna con verdes y liberales, que no podrían estar más alejados en cuanto a las políticas medioambientales. Mientras el Ministerio de Economía y Clima, en manos del verde Robert Habeck, se ha pronunciado claramente a favor del fin de los motores de combustión en 2035, el de Transportes, encabezado por el liberal Wolker Wissing, presiona para hacer una excepción con los combustibles sintéticos.
El canciller se halla en el medio de una disputa que no tiene visos de apaciguarse. Los liberales, que arrastran derrotas electorales en varias regiones y están de capa caída en las encuestas, se van a mantener firmes. Es el partido que mejor representa los intereses de las empresas alemanas, entre las que destacan los fabricantes de automóviles, y el que defiende el uso del coche privado sin restricciones. Wissing declaró recientemente que los también llamados e-fuels son necesarios: “Quien se tome en serio la movilidad climáticamente neutra debe mantener abiertas todas las opciones tecnológicas y también utilizarlas. No entiendo esta lucha contra el coche y por qué la gente quiere prohibir algunas tecnologías”.
Los argumentos de Wissing coinciden con los de la poderosa Asociación Alemana de la Industria del Automóvil (VDA), que recuerda que “el problema no es el motor, sino el combustible fósil”. La patronal de los fabricantes defiende que los motores de combustión de alta eficiencia propulsados por combustibles sintéticos también pueden contribuir a la protección del clima y presiona para que se permita su matriculación a partir de 2035.
La propuesta de Bruselas consiste en que no se podrán matricular vehículos que cuenten con un motor térmico, lo que incluye a los coches de gasolina y diésel, pero también a los híbridos, híbridos enchufables y los propulsados con gas (GLP y GNC). Tampoco los automóviles que usen e-fuels como combustible podrían venderse a partir de esa fecha, lo que va en contra de los intereses de marcas que habían dirigido sus desarrollos de motores de combustión hacia estos combustibles verdes sintéticos que ahorran hasta un 85% de CO₂ comparados con la gasolina tradicional.
Roma ha celebrado de inmediato el aplazamiento de la decisión europea. Un gesto que tiene en cuenta sus reticencias a “un marco demasiado ideológico del reglamento y poco específico”, según ha indicado el ministro de Medio Ambiente y Seguridad Energética, Gilberto Pichetto. “La descarbonización del sector del transporte, que sigue siendo un objetivo prioritario, debe tener en cuenta las peculiaridades nacionales y un calendario compatible con el desarrollo del sector de la automoción. Esperamos que esta pausa también permita a otros países y a las propias instituciones europeas reflexionar más sobre un tema tan importante para los ciudadanos y las empresas”, ha dicho en un comunicado.
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