El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, cerró las cuentas municipales de 2022 con un déficit de 357 millones de euros, los primeros números rojos en 12 años. La última vez que pasó esto fue bajo el mandato de Alberto Ruiz-Gallardón (PP) con la creación del parque Madrid Río en 2008 sobre la parte soterrada de la M-30, una intervención muy bien valorada por los vecinos, que ahora protestan contra la tala de la arboleda de plátanos de sombra que sobrevivió la reforma y que ahora la Comunidad de Madrid quiere talar para ampliar la línea 11 de metro. 15 años después, verdear la M-30, la vía más transitada de España, sigue estando de moda. Almeida ha prometido esta semana plantar un parque encima de esta vía a su paso por el puente de Ventas si gana las inminentes elecciones del 28 de mayo. Esta no va a ser su única estrategia. En enero prometió llenar las paredes de la M-30 con unos jardines verticales modernísimos y con sensores para todo: riego necesario, análisis del estado de la planta, de la contaminación, la humedad en el ambiente y la temperatura. Una iniciativa cuya instalación alcanza los 30 millones de euros. Un gasto que los expertos consideran innecesario.
Por el momento, Almeida ha empezado su proyecto de jardinería instalando estos muros verdes en la zona norte de la M-30, a su paso por la Avenida de la Ilustración. Son 400 metros de carretera entre las glorietas de Salvador Maella y Nueva Zelanda por los que ya se han desembolsado 3,8 millones de euros. Según la memoria del proyecto, al que ha tenido acceso EL PAÍS, mantener este pequeño trozo cuesta casi 200.000 euros al año, sin contar el coste del riego de las plantas, que no se ha calculado. Si Almeida extiende esta iniciativa a los 100.000 metros cuadrados que tiene previsto, el coste anual de mantenimiento ascendería a cuatro millones de euros.
El Ayuntamiento vendió la medida en enero, bajo el nombre de calle 30 natura, como una estrategia para mejorar la calidad ambiental del entorno, amortiguar el efecto de isla de calor que sufre Madrid y acabar con el vandalismo de grafitis que asola esta vía. Francisco Javier Neila, Catedrático de Arquitectura Biosostenible en la Universidad Politécnica de Madrid, rechaza que poner jardines verticales en la M-30 sea la mejor idea para meter verde en la ciudad. “Se pueden conseguir los mismos efectos beneficiosos de forma mucho más barata con plantas trepadoras desde el suelo y desde los bordes de los muros”, explica Neila. “Aunque intervengan en toda la M-30, la superficie es inferior a 10 campos Bernabéu, no se va a notar el efecto en la temperatura de la ciudad”, añade.
Los jardines verticales se están instalando sobre paneles abatibles que se abren como puertas mediante unas pesadas bisagras para poder acceder con facilidad al sistema tecnológico que monitoriza las plantas y su entorno. Las plantas se pondrán colgando en unos bolsillos con agua y sustrato. Los documentos del proyecto detallan el tipo de especies que se van a instalar en los jardines: helechos, plantas aromáticas o geranios son algunas de ellas. Unas 40 tipos de plantas ornamentales, de hoja perenne, resistentes pero muchas que necesitan bastante agua. “Las plantas carnosas —cactus, aloe vera, planta de jade―serían las ideales porque necesitan muy poco riego y mantenimiento”, matiza Neila.
Mariano Sánchez es el jefe de la Unidad de Arboricultura en Real Jardín Botánico del CSIC. Sobre las plantas escogidas explica que “es un jardín clásico. No un jardín sustentable”. “Deberían poner, que algunas hay, plantas rústicas, de bajas y medias necesidades hídricas y suculentas”, describe. “También hay algunas especies invasoras y otras de clima templado que igual se hielan en invierno”, añade.
Los sensores tecnológicos analizarán el estado de cada planta y cuánta agua necesita con un riego automatizado. Las dosis se suministrarán a diario, en cuatro periodos, que durarán entre 5 y 10 minutos en función de la estación del año. La memoria del proyecto no estima qué cantidad de agua se va a gastar en el riego dada la acuciante sequía que sufre la Península. El agua que se va a usar para regar, según una portavoz del área de Movilidad y Medio Ambiente, será agua potable, que será mezclada con nutrientes en un depósito cercano. Una vez se verifique el excedente de agua de riego, se constuirá un canalón colocado en el inferior de los paneles para reutilizarla. Según el catedrático, el riego debería ser con agua no potable, como se hace en el resto de parques y jardines, ya que contiene nutrientes de forma natural.
Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete
Fuentes entre los expertos municipales dudan de que estos jardines vayan a funcionar para captar las partículas contaminantes: “Es demasiada polución para que consigan absorberla”, reconoció uno de ellos, quien no quiso desvelar su identidad. “Las intervenciones con mucha tecnología comprometen la sostenibilidad y la eficiencia del proyecto”, destaca.
Poner vegetación en los muros también es una medida para reducir el sonido que generan los vehículos. “Es más sencillo mantener las enredaderas, con un riego muy sencillo y va a cumplir la misma función. Además, la biodiversidad de animales es mucho más favorable, las plantas se convierten en un refugio para insectos e incluso algún roedor”, explica Neila. Esto es más difícil que pase con los jardines verticales. Aparte de que la M-30 es uno de los lugares más hostiles para que aniden pájaros, insectos y ratones, el mantenimiento del sistema tecnológico que analiza las plantas y su entorno necesita una limpieza periódica que los nidos pueden dificultar.
La oposición en el Ayuntamiento de Madrid también ha sido crítica con este proyecto. Antonio Giraldo, del equipo de sostenibilidad del PSOE, explica que las partículas de contaminación se van a depositar sobre las plantas y tendrán que limpiarlas. “Son grandes labores de mantenimiento”. El proyecto detalla que la limpieza del filtro, retirar las hojas secas, hacer un control de riego o una poda ligera, entre otras, son tareas que se tienen que realizar dos veces al año. Estas se suman a las anuales, que consisten en limpiar el canal de recogida de agua, limpieza general del sistema y podar las plantas. Hacer esto en un tramo de 400 metros no es difícil, pero en el caso de que la vegetación se extienda a toda la M-30 se convierte en una tarea faraónica.
Esther Gómez, portavoz de Más Madrid en la Comisión Permanente Ordinaria de Medio Ambiente y Movilidad, alega que esta medida es “un intento de lavar la imagen verde de Almeida”. “Viendo como las gasta este alcalde al que se le han muerto 7.000 árboles por falta de cuidado no hay expectativas de que este proyecto le vaya a salir bien. Lo que tienen que hacer es paralizar las talas y seguir renaturalizando la ciudad para combatir el cambio climático”.
Esta primera prueba de jardines verticales, que comenzaron a instalarse en enero y terminará el 9 de junio. Una portavoz del área de Medio Ambiente del ayuntamiento explica que los sensores de este proyecto piloto recogerán datos de las plantas y el entorno hasta 2024, cuando se analizarán y se plantearán el resto de actuaciones para el año que viene. Mariano Sánchez explica que “unos buenos árboles de 40 años tendrían el mismo efecto”.
Suscríbete aquí a nuestra newsletter diaria sobre Madrid.