Se invierte Carlos Alcaraz en la devolución, tira una dejada liftada y Cameron Norrie se trastabilla en la arrancada. Llega la sentencia: 6-3 y 7-5, en 1h 32m. El español se abre brazos en cruz, sonríe y festeja. Necesitado de buenos estímulos tras varios meses esquivos, celebra su primer título de este 2023, el séptimo de su carrera –quinto sobre tierra batida– y el primero en el marco de Buenos Aires, allí donde también triunfaron su técnico, Juan Carlos Ferrero, o el mismo Rafael Nadal. Se imponía el de El Palmar recuperar sensaciones y empezar con buen pie, y el resultado es más que satisfactorio, más allá del metal. Palabra de campeón: “No esperaba jugar a este nivel tan rápido”.
En solo cinco días, Alcaraz he hecho toda una demostración de fuerza. Prueba más que superada. Ausente desde el 4 de noviembre y afectado por dos lesiones, abdominal y pierna derecha, el murciano no solo se ha recompuesto con garantías y se ha subido al tren en marcha, sino que saca músculo desde ya. Cierra este paso por Buenos Aires sin arañazos ni titubeos, y en su primera aparición del curso ha logrado dejar el primer fotograma vencedor. No escatima, no dosifica. Va con todo. Un solo set cedido, cuatro intervenciones convincentes y serios indicios de que su tenis no ha perdido una brizna de picante. Tenía prisa por volver y el acelerón le resitúa de inmediato en la primera línea del escaparate.
Y eso que el trazado no era sencillo. Djere (57º), Lajovic (90º), Zapata (74º) y Norrie (12º) no suponen precisamente un camino de rosas, guerrilleros los cuatro y cada vez más consolidado en la zona noble el último. Tiene el británico argumentos más que suficientes para incomodar a cualquiera, herramientas para trabar el juego del rival con facilidad. No es un virtuoso, pero sabe lo que hace. No desfallece, no vuelve la cara ni se inclina por mucho que granice. En la final, Alcaraz marcó paso largo y aun así no se desenganchó. Ocurre que el ritmo impuesto por el murciano rompe motores, y aunque de vez en cuando caiga en algún lodazal, pocas veces no escapa del barro.
Viento a favor, Alcaraz encuentra el terreno ideal para lucir su agresividad. Tiene además el español la virtud de agrandarse en las jornadas señaladas. Excepto el doble traspié veraniego en Hamburgo y Umag, el pasado verano, contabiliza sus otras siete finales por victorias. Transcurría esta última en un sentido único, todo aparentemente controlado y bien encarrilado hasta que la tensión le dio un pellizco, perdió algo de foco cuando servía para cerrar el pulso –doble falta, rotura y del 5-2 al 5-5 en el segundo parcial– y Norrie se revolvió en la recta final. Un susto, nada más. Superado ese nudo, se enderezó y reaccionó resolutivo, dibujando una última filigrana.
En el primer ensayo del año, el chequeo es inmejorable: tenis, físico y cabeza intactos. Un regreso a pedir de boca y otra muesca española en la arcilla bonaerense (ATP 250). El murciano competía en busca de rodaje y se lleva algo más. Una reinserción con mayúsculas. Se une en el listado de premiados a Carlos Moyá (2003 y 2006), Tommy Robredo (2009), Juan Carlos Ferrero (2010), Nicolás Almagro (2011) y David Ferrer (2012, 2013 y 2014). “Es mi primer triunfo desde el US Open [11 de septiembre], después de cuatro meses parado, y estoy muy contento del nivel que he tenido desde el primer día. Soy un chico competitivo, lo llego en la sangre y ha quedado demostrado”, valoraba en el parlamento final. No pierde el instinto Alcaraz.
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