Bahía de Yavaros: La misteriosa muerte de toneladas de peces en la costa de Sonora: La misteriosa muerte de miles de peces en la costa de Sonora | América Futura

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Miles y miles de peces aparecieron el pasado 17 de enero retorciéndose en espasmos sobre la superficie de la Bahía Yavaros, en el municipio de Huatabampo, Sonora, en el norte de México. Videos difundidos por pescadores de la zona muestran cómo los animales agonizantes dan sus últimos coletazos, mientras las gaviotas y los pelícanos se abalanzan sobre ellos. La escena era una mala noticia para los locales: aquella mañana no podrían salir a faenar y ganarse su jornal debido al posible riesgo sanitario. Tampoco pudieron hacerlo los días siguientes.

“¡Era una cantidad impresionante de pescado!”, cuenta el líder de la cooperativa pesquera Loma Parda, Martín Ramón Valenzuela Ruelas, más conocido en la zona como Tolo, que pasó junto al resto compañeros una semana sin poder salir al mar. Según el alcalde del municipio, Juan Jesús Flores Mendoza, “fueron cerca de tres toneladas de pescado” las que se perdieron. La especie más afectada fue el chigüil, un tipo de pescado que, pese a que se han hallado indicios de que tiene sustancias contaminantes, siguen consumiendo en la zona. No obstante, este pez, llamado también bagre, “se consume en la zona por ser de los más económicos”, cuenta Tolo.

Después de una semana de incertidumbre y especulaciones, el martes las autoridades descartaron que la muerte de los peces se debiera a la presencia de tóxicos en las aguas, como sugerían científicos que han trabajado en la zona. “Puedo asegurar que no se trató de un problema de contaminación”, asegura Steve Michel Millan, inspector federal de la Procuraduría Federal de Protección Ambiental (Profepa). Según el funcionario, después del incidente, el Comité de Sanidad Acuícola del Estado de Sonora (Cosaes), mandó a un técnico para recolectar muestras.

Ese organismo publicó un informe, al que tuvo acceso América Futura, que descarta la presencia de sustancias tóxicas en el agua. “Ya se hicieron estudios de laboratorio y no hay peligros”, asegura el alcalde del municipio. Basándose en ese documento, las autoridades levantaron la prohibición de la pesca. Además, volvieron a permitir la venta de productos marinos, que, tras el incidente, había sido suspendida temporalmente.

Comunicado del Gobierno de Sonora en el que pide a los comerciantes que expenden productos del mar para consumo humano, abstenerse de vender productos de pesca.
Comunicado del Gobierno de Sonora en el que pide a los comerciantes que expenden productos del mar para consumo humano, abstenerse de vender productos de pesca.Cortesía

Pero expertos que han hecho estudios previos en la zona y científicos consultados consideran que el informe tiene deficiencias técnicas fundamentales que impiden llegar a esa conclusión y determinar la causa exacta del incidente. “Se afirma que no se detectaron agentes extraños en branquias (de los peces), pero lo concluyeron sólo por observación. Para un correcto análisis patológico, se requeriría de un procedimiento estándar que no se ha llevado a cabo”, asegura Omar Orellano, profesor investigador del departamento de Ecología y Recursos Naturales de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). “No hay tamaño de muestra, ni el estado de putrefacción de los ejemplares, ni descripción de cadena de custodia. Tampoco incluye aspectos técnicos básicos de estudios toxicológicos”, reitera el experto en riesgo ecológico, para quien, “desafortunadamente, el informe impide determinar cuáles son los factores causales de mortandad de estos organismos”.

“Solo checaron con el microscopio”, advierte por su parte Jaqueline García, experta en calidad del agua y plaguicidas del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD). Desde que se supo del episodio de la muerte masiva de peces, las autoridades y algunos pescadores sugirieron que pudo deberse a las bajas temperaturas que ha sufrido la zona en días pasados. García no descarta esa hipótesis, porque el chigüil es un pescado sensible a los cambios de temperatura, pero también cree que pudieron haber sido víctimas de la marea roja, el afloramiento de microalgas tóxicas, aunque el fenómeno suele empezar entre febrero y marzo, según explica.

“Las mareas rojas se han vuelto un fenómeno cada vez más común, y están directamente relacionadas con la temperatura y el exceso de materia orgánica en el agua. Y ya se sabe la cantidad de residuos urbanos y de las compañías sardineras que en esta zona se vierten directamente al mar”, afirma Elsa María Coria, veterinaria y directora del Centro de Rescate, Rehabilitación e Investigación de Fauna Silvestre (Crrifs).

El muelle de Yavaros lleva años sufriendo los efectos de la alta actividad industrial y la descarga clandestina de aguas residuales de las empresas sardineras y de alimentación. Por eso, a algunos vecinos les cuesta creer que el episodio no tenga que ver con eso. “Utilizan todo tipo de químicos, sin regulación ni cuidado. Seguramente que la alta mortandad fue por una descarga de grasa”, opina un pescador que no quiere dar su nombre. Muchos trabajadores de Yavaros prefieren permanecer en silencio por temor a perder sus empleos. “Casi todo el pueblo vive de la sardinera y la producción se encuentra ahora mismo en una actividad máxima. No es raro que se den fugas”, agrega García, del CIAD.

El problema de este tipo de descargas de los procesos industriales en el agua es que saturan el medio acuático, volviéndolo anóxico. “Se libera dióxido de carbono y otros gases, el oxígeno baja y se ahogan los peces”, expone García. Ella también ha sido testigo en varias ocasiones de este tipo de procedimientos en un ecosistema que no cuenta con sistemas de drenaje y tratamiento de aguas. “La última vez que visité la zona, encontré montones de tomates flotando, sobras de las salsas que elaboran para comercializar. Por aquí se arroja de todo al agua, muchos residuos orgánicos”, detalla.

En la Bahía de Guaymas, que cuenta con el puerto pesquero más importante de la costa este del Golfo de California, a unos 200 kilómetros al norte de Yavaros, “también hemos visto cómo hacen las limpiezas y liberan los productos químicos directamente al mar”, declara Coria, la directora del Crrifs, refiriéndose a industrias como la camaronera, cuyas granjas se pueden observar a lo largo de toda la línea costera de Yavaros, y que, de forma sistemática, usan sosa cáustica, hidróxido de sodio, para la limpieza.

La experta, que es autora de numerosos estudios sobre el impacto de la actividad industrial en el agua de ese Estado, cree que con la información dada a conocer hasta ahora por las autoridades no se puede determinar ni descartar ningún motivo de la muerte de las toneladas de peces.

Un sistema de humedales paraíso de aves

La Bahía de Yavaros, sobre la que se asoman los negocios locales del muelle y las plantas de procesado de las grandes compañías, forma parte del complejo lagunar Yavaros-Moroncarit, un ecosistema único que actúa como refugio de invernada en la ruta migratoria del Pacífico de las Américas para más de 85.000 ejemplares de hasta 19 aves distintas que visitan cada año sus marismas, los bajos fangosos y el manglar.

Según la Red Hemisférica de Reservas para Aves Playeras, las principales amenazas que enfrenta el área son la sobrepesca y las descargas directas a las aguas del puerto. Desde la Bahía de Lobos hasta la de Yavaros se extienden, además, decenas de drenes agrícolas. “Es una zona muy contaminada por las descargas urbanas e industriales, por la utilización de pesticidas que acaban en los cuerpos de agua”, detalla la investigadora del CIAD.

Centenares de peces muertos en Yavaros.
Centenares de peces muertos en Yavaros.CORTESÍA

El deterioro ambiental derivado de la actividad productiva de Sonora en los ecosistemas es una historia documentada. Durante la década de los 60, esta región fue una de las más explotadas por la conocida como ‘Revolución verde’, el aumento radical de la producción agrícola con el uso de químicos. “Se contaminó mucho con el DDT [un insecticida] utilizado para monocultivos como el trigo o el algodón. Esta sustancia todavía se puede encontrar hoy en DDE, su forma degradada”, explica García, autora de un estudio que halló residuos del fármaco organoclorado en cáscaras y contenido de huevos de garzas en la laguna de Tabari, a unos 100 kilómetros al norte del municipio de Huatabampo.

En 1972, México prohibió el uso de los plaguicidas resistentes, más conocidos como DDT, “y fueron sustituidos por los organofosforados, que ya no se bioacumulan. Pero en grandes cantidades siguen siendo tóxicos, como los que llegan de Navojoa a los cuerpos hídricos de Yavaroa”, asegura la experta del CIAD.

A sólo a 50 kilómetros de la laguna, esta ciudad conforma uno de los valles agrícolas más ricos de todo México. “Los compuestos orgánicos clorados son arrastrados desde los campos y granjas de cerdos hasta las lagunas, trayendo muchos metales, como plomo”, expone García.

La minería también ha tenido un impacto fuerte en el Estado, un sector que ha sido responsable de varios desastres ambientales en la región. El último sucedió en el 2019, cuando Grupo México, una de las compañías más poderosas del país, derramó 3.000 litros de ácido sulfúrico en la Bahía de Guaymas, donde trabaja la organización que preside Coria. “Aquel accidente fue tremendo, tuvimos que hacer una revisión de la fauna afectada en las aguas del Golfo de California”.

Conocido también como el Mar de Cortés, y declarado el acuario del mundo por la impresionante biodiversidad que atesora, este accidente geográfico del océano Pacífico se abre directamente la Bahía de Yavaros. Su mar alberga 900 especies de peces, entre ellos hasta 40 tipos de tiburones, y algunos de los mamíferos marinos más espectaculares del planeta, como las ballenas jorobada, gris y azul.

“Hace años, los cetáceos se podían contemplar de vez en cuando en la laguna. Pero, después de toda la explotación que se ha hecho en la zona, ya no se ven más”, apunta García. “Y lo mismo pasa en Bahía de Guaymas. Antes, las ballenas se metían a su interior. Ya no tienen alimento suficiente. Los propios pescadores con los que trabajamos nos lo dicen. Cada vez les cuesta más cubrir los gastos de operación y sus ganancias son mínimas”, reporta la directora de la ONG.

Episodios como el acontecido hace una semana, que según apuntan los pescadores se han repetido en los últimos años, solo empeoran la situación. “¡Gracias a Dios ya podemos salir a pescar!”, exclama contento Tolo, tras conocer el aviso del alcalde. “Si las autoridades ya dan permiso, hay que trabajar, hay mucha necesidad”, confiesa.

En opinión de Coria, el episodio de los peces muertos en el puerto de Yavaros debe servir para que el Gobierno busque otras fuentes de empleo más sustentables y que no impliquen acabar con los recursos. “¡Ya no da para más!”, denuncia la veterinaria a la espera de que se investigue más el incidente que tanto revuelo trajo a la localidad.

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