Cuando le preguntan por qué es importante abordar el impacto que la Guerra de la Independencia de Croacia (1991-1995), ha tenido en las mujeres, la periodista Vedrana Pribačić se refiere de los abusos sexuales perpetrados como un arma de guerra. Y aclara que el dolor de este conflicto atraviesa a todas las generaciones de un país golpeado por la violencia. “Son nuestras abuelas, nuestras bisabuelas, nuestras vecinas y nuestras sociedades las que aún viven los rezagos de los abusos cometidos en esos años de horror”, concreta. Por eso, Pribačić, junto con la guionista y productora audiovisual Mirta Puhlovski, decidieron realizar el documental Bigger than trauma, un íntimo relato que cuenta el proceso de sanación de un grupo de mujeres violadas durante la guerra. Este largometraje, que ha recibido el premio a los Derechos Humanos del Festival de Sarajevo, ahora es uno de los diez nominados a los Premios Goya 2023 como la mejor película europea.
“Se habla mucho de lo que les ha pasado a los veteranos de guerra, pero casi no sabemos nada del impacto de este conflicto en las mujeres. Ellas la han vivido de formas diferentes y, tal vez, peores”, aclara Pribačić a pocos metros del Cine La Paz, en Madrid, donde una noche del 18 de noviembre se proyectó la película.
Sentada a su lado y con un semblante firme y amable, la productora Puhlovski habla sobre la falta de interés del Estado, sobre el silencio que atraviesa este tema y sobre el acoso mediático contra quienes denuncian abusos. “Desde la guerra en 1991, el Estado no ha buscado formas de remediar las consecuencias sociales de ese trauma. Las afectadas han encontrado en los antidepresivos y en el silencio su forma de sobrevivir”, reclama la guionista.
Ambas se refieren a la lucha de Croacia para independizarse de la antigua Yugoslavia, que desembocó en una cruel batalla de limpieza étnica y religiosa entre croatas y serbios. “Las mujeres de Vukovar, la primera ciudad destruida durante el conflicto, fueron esclavizadas, torturadas y violadas, pero sobrevivieron y se mantuvieron en silencio durante 25 años”, zanja Pribačić. Durante la guerra en Croacia, de acuerdo con el informe Especial del Comité para la Eliminación de la Violencia para la Mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés), estas eran capturadas y detenidas en prisiones y campos de concentración serbios, donde eran sometidas a humillaciones y violaciones masivas como parte de una estrategia táctica de depuración étnica. Aunque se estima que durante este conflicto hubo entre 1.500 y 2.000 víctimas de violencia sexual, oficialmente solo se han dado a conocer unos 150 casos, según datos de la ONU.
Se habla mucho de lo que les ha pasado a los veteranos de guerra, pero casi no sabemos nada del impacto de este conflicto en las mujeres
El problema, dice Puhlovski, es que muchas han esperado a que sus esposos o sus padres se mueran para poder denunciar a sus abusadores. Muchos de ellos eran sus vecinos, conocidos e, incluso, amigos. “Después de tantos años de silencio, es muy difícil entregar pruebas que avalen sus testimonios”, lamenta. Para la documentalista, aunque en 2008 se reconocieron las violaciones sexuales como crímenes de guerra, sobre los hombros de las víctimas de abusos reposa el estigma y la falta de sistemas sanitarios y políticas sociales que les ayuden a gestionar los rezagos de años de maltratos.
El documental logra resumir más de 150 horas de grabación en 90 minutos. Un tiempo que, a través del silencio, las miradas y las imágenes largas de esos lugares que la memoria intenta borrar, pone en perspectiva el rol de las terapias psicológicas y el trabajo en grupo como parte del proceso de recuperación y sanación del trauma de la guerra de tres de sus personajes principales. “Estábamos hartas de las historias que victimizan a las mujeres. En esta película son ellas las protagonistas de su recuperación, de su empoderamiento”, zanja la periodista.
Aunque ambas reconocen el gran reto que representó producir Bigger than trauma, admiten que este proyecto les ha marcado sus propias vidas. Para ellas, entrar en un grupo que ha guardado durante décadas los recuerdos de los abusos implica establecer ideas ingeniosas para no invadir y violentar su confianza. Las dos cuentan que acompañaron al grupo durante más de dos meses de terapia antes de empezar a grabar. “Queríamos que supieran que no nos íbamos a aprovechar de ellas, que respetaríamos sus historias, sus procesos”, relata la productora. Y confiesan que la producción y edición del largometraje tardó cerca de cinco años de trabajo. “Después de ganarnos su confianza empezamos a grabar, trabajo que nos tomó tres años. Los otros dos los dedicamos a la edición. Fue un gran reto”, relata Puhlovski.
Dos cámaras dirigidas por mujeres y un director de fotografía son la base de esta producción. Tres historias: Marija, Katica y Ana. Y dos protagonistas: la terapia y el grupo son los elementos de este documental, que escuece por la dureza de sus relatos, pero que muestra un atisbo de esperanza. “Esta historia contribuye a su recuperación su emocional. No nos quedamos en la víctima, sino que hablamos desde el ahora… Desde su fortaleza para cambiar sus propias vidas. La idea es mostrar que en todos nosotros hay una parte sana que es más grande que el trauma”, finaliza Pribačić.
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