La tarde se tradujo en un desplome, en un derrumbamiento en toda regla. España se quedó sin resuello. Todo salió mal. Tres opciones para poner el lazo al pase a las semifinales, y tres balas al limbo. Tan cerca, tan lejos. No atinó Nuria Párrizas a la primera (6-0 y 6-2 para Heather Watson), tampoco Paula Badosa en la continuación (6-3 y 6-4 favorable a Harriet Dart) y llegó el finiquito en el turno de dobles, en el que Rebeka Masarova y Aliona Bolsova cedieron ante Olivia Nicholls y Alicia Barnett (7-6(5) y 6-2). En consecuencia, España capituló ante Gran Bretaña (3-0) y se despidió así de la Billie Jean King Cup, cuando la noche previa todo pintaba de color de rosa. Difícil dar con la explicación. O tal vez no. Anímicamente, el equipo capitaneado por Anabel Medina se deshizo como una torre de gelatina.
Un día antes, las españolas habían firmado un optimista pleno contra Kazajistán y el pase a la penúltima ronda del torneo quedó solo a falta del golpe de gracia que no llegó. Se esfumaron las tres opciones, celebraron las locales y, como ya sucediera el año pasado en Praga, la fase de grupos marcó el límite. Dolorosa despedida en Glasgow, donde la grada escocesa jugó un papel relevante después de la gélida jornada anterior. Al calor de su gente, las británicas volaron y el equipo rival se derritió. Pentacampeona de la competición, España añora los viejos tiempos y rebobina con nostalgia hasta 1998, fecha del último laurel. Quedaba un mundo para añadir el séptimo, pero esta vez tenía que ganar únicamente un partido para seguir adelante, y no arañó ni un set.
De entrada, Párrizas se bloqueó ante Watson. En poco más de una hora (1h 07m) ya había levantado la bandera blanca, incapaz de abordar a una adversaria que pese a la diferencia actual en el ranking —72ª la granadina y 115ª la inglesa— navegó desde el principio a placer. Encajó un rosco y solo obtuvo premio en la segunda manga cuando la de enfrente levantó el pie del acelerador. Párrizas, de 31 años y de explosión tardía, había abierto un día antes la serie contra Kazajistán con una meritoria victoria contra Yulia Putintseva, pero perdió el buen rumbo y España tuvo que remar a contracorriente, confiada en que en uno u otro momento engarzaría el punto necesario para progresar.
La carta de Badosa era la más jugosa, pero la catalana sufrió una sorprendente derrota (en 1h 32m) que sintetiza el decepcionante final de curso de la catalana. Campeona de Indian Wells y número dos del mundo, ahora 13ª en el listado mundial tras medio año sin terminar de encontrar el tono, cedió ante una jugadora cuyo tope lo fijan este año los cuartos de Eastbourne y Nottingham, con más derrotas (28) que triunfos (27) en la ficha anual. La española, de 24 años, debutó con muy buen pie la tarde anterior, al vencer a Elena Rybakina (campeona de Wimbledon); sin embargo, frente a Dart (98ª) transmitió la sensación de estar mentalmente desfondada. Acusó el peso propio de una competición en la que a falta de juego e inspiración, requiere de imponerse a las bravas, sea como sea. No fue así.
Falló ella, líder española, y todo quedó supeditado al dobles formado por las jóvenes Bolsova y Masarova. Ambas dieron la cara en el primer parcial, pero con la sangre hirviendo y desatado, el dúo británico las devoró en el segundo. De esta forma, se consumó el hundimiento del equipo español, que echó en falta la aportación de Garbiñe Muguruza y Sara Sorribes. Aciaga noche en Glasgow que invita a la reflexión: tres opciones, una triple decepción. Todo se torció y acabó de la peor manera posible. Un ko técnico. Mientras tanto, las locales desembarcaron con fuerza en las semifinales del sábado contra Australia.
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