Jennifer Abigail Juárez, mejor conocida por su nombre artístico Bratty, comenzó a hacer canciones a los 15 años. Lo hacía todo ella sola; primero escribía poemas, después componía música, y luego buscaba la forma de juntar las dos cosas. Grababa sus piezas y organizaba sus conciertos en bares, jardines y estacionamientos de su natal Culiacán, la capital del Estado de Sinaloa (México). Con el tiempo, su música se empezó a viralizar en redes sociales, y mientras los números crecían y crecían, su carrera como solista se aceleró drásticamente, algo especialmente complicado para una cantante de música alternativa en una entidad cuya producción está dominada por los corridos y el género norteño. De un momento a otro ya tenía un EP y lograba agotar las entradas de los recintos en los que tocaba. Este 2023, Bratty, ahora de 22 años, será la única artista mexicana que se presentará en el festival Coachella, el 15 y 22 de abril en la ciudad californiana de Indio (EE UU).
La pandemia de covid-19 fue un antes y un después en la vida de Bratty. Mientras su carrera iba en un pronunciado ascenso, llegó un repentino encierro mundial que transformó, al menos momentáneamente, el mundo de la música. Tan solo un día antes de que las autoridades sanitarias declararan una cuarentena nacional en México, la sinaloense se había presentado en el festival Vive Latino en Ciudad de México ante cientos de espectadores. A diferencia de lo que le ocurrió a otros artistas, el aislamiento por el coronavirus no fue un freno en seco para ella, ya que en este periodo miles de personas se acercaron a su música: “Fue un momento muy raro. Era como que todos estaban encerrados en casa, pero notaba que mucha gente estaba descubriendo mi música en internet. Creo que fue una etapa de reconciliarnos con nosotros mismos y ver qué sí nos gustaba y qué no. Para mí eso era muy raro, porque yo veía que los números crecían, pero al final no lo podía presenciar con mis ojos”, ha explicado Bratty en una entrevista con EL PAÍS.
En plena cuarentena, la sinaloense firmó un contrato con Universal Music (fue la primera artista que la disquera contrató por videollamada) y estrenó su primer LP, TDBN. La normalidad regresó parcialmente a finales de 2021, y Bratty inició una gira que la llevó a presentarse en diferentes ciudades de México y España. Esta fue la primera vez que Bratty salió del país, y fue gracias a estos conciertos que logró forjar varias colaboraciones con artistas como la banda madrileña Hinds y el compositor catalán Carlos Sadness. Sin embargo, el gran premio llegaría el pasado 10 de enero, cuando se anunció la incorporación de Bratty en el cartel de la vigesimosegunda edición del festival Coachella, algo que ella ha descrito como un sueño hecho realidad: “Siento que va a ser un parteaguas en mi carrera. El hecho de ser una morra mexicana que va a estar en Coachella me ha acarreado el interés de diferentes medios y de miles de personas. Es algo que nunca hubiera pensado que me iba a pasar”, ha contado la artista. Para esta edición del festival, la sinaloense comparte cartel con artistas de talla mundial como Rosalía, Bad Bunny o Björk.
Pop hecho en Sinaloa
Lograr ocupar un sitio privilegiado en el pop mexicano le costó vencer las barreras que impone la producción musical en Sinaloa, mayoritariamente orientada hacia los corridos y el género norteño. Bratty forma parte de una generación de compositores sinaloenses que buscan ampliar la escena en el Estado. La ausencia de foros especializados en los que nuevos artistas puedan presentar sus proyectos, obliga a los músicos sinaloenses a ingeniárselas para ofrecer conciertos y tocar sus canciones. Así lo explica Bratty: “Cada quien tiene que conseguir sus espacios; ofrecer presentaciones en cualquier lugar que se pueda. Yo empecé así, tocando en restaurantes, patios y estacionamientos. No se cobra más de 20 o 30 pesos por un boleto para estos conciertos. Es algo que se tiene que hacer en comunidad, buscando siempre el apoyo de otras bandas”. Parte esencial de los primeros logros de la joven artista, fue no conformarse con tocar únicamente en Culiacán. Con medios propios, Bratty logró organizar conciertos en las ciudades vecinas de Mazatlán y Los Mochis, y en la fronteriza Mexicali. Se empezó a hacer de buena fama en el noroeste del país, y con la ayuda de las redes sociales, su carrera comenzó a dar frutos.
La música de Bratty, asociada por lo general al Bedroom pop y al Garage, dista mucho de los clichés alegóricos al narcotráfico con los que se suele relacionar al Estado de Sinaloa. Y justo eso es lo que ella busca con sus piezas, despejar la idea de que todo el arte que nace en la entidad pertenece a la narcocultura. “Yo suelo tratar de recalcar las mejores cosas que surgen en el Estado. Hay proyectos muy buenos que no reciben el apoyo suficiente, y creo que hay que enfocarnos más en ellos. No porque la cultura del narcotráfico esté muy presente en la entidad, todos cabemos en ese cliché. Hay muchas cosas que cambiar en Sinaloa”, ha expresado la artista.
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