Resulta sorprendente ver en directo, casi minuto a minuto, cómo China desmonta a una velocidad vertiginosa los ladrillos que conforman el férreo muro antipandémico que el país había levantado para batallar contra el coronavirus durante los últimos tres años. Apenas 11 días después de las protestas que sacudieron las calles de más de 20 ciudades del gigante asiático, Pekín ha dado este miércoles señales inequívocas de que la dura política de covid cero ha muerto o, al menos, se encuentra tocada de muerte de manera oficial.
El Consejo de Estado, el equivalente al Ejecutivo chino, ha aprobado un decálogo de medidas de relajación que permitirán, entre otras cosas, que los infectados por covid pasen la enfermedad en sus domicilios —y no de forma obligada en centros de cuarentenas, como hasta ahora—, siempre y cuando se trate de casos leves. Además, a los ciudadanos se les deberá permitir sin restricciones adquirir test de antígenos (para poder así autodetectar la covid) y medicamentos corrientes para tratar los síntomas de la enfermedad, como los antipiréticos. En definitiva: China da pasos hacia la convivencia con el virus, del mismo modo que lo hicieron mucho antes gran parte de los países del mundo.
A la batería de disposiciones se le ha unido una señal quizá aún más evidente: la política de cero covid no aparece mencionada como tal en la lectura oficial de la reunión del Politburó del Comité Central, el segundo escalafón de mando en el Partido Comunista de China, celebrada el martes bajo la batuta del secretario general y presidente del país, Xi Jinping. En el texto sobre el encuentro, difundido por la agencia oficial Xinhua este miércoles, únicamente se habla de “coordinar mejor” y “optimizar” el control y prevención de la epidemia. La omisión, a todas luces deliberada, equivale a decir que el partido ha decidido pasar página y mirar hacia delante. El Politburó subraya que 2023 será un año de búsqueda de “estabilidad” y “progreso” en lo económico, en un momento en que la mayoría de los analistas predicen para los próximos 12 meses un exiguo crecimiento, inferior al 4%, para China.
Las nuevas medidas adoptadas por el Consejo de Estado, que serán de aplicación en todo el país, siguen los pasos ya avanzados en los últimos días en ciudades como Pekín o Shanghái, donde más se sintieron las protestas y más rápidamente se agilizaron las respuestas. El Ejecutivo aboga por la reducción del testeo masivo y cotidiano con pruebas PCR, parte central del sistema de cero covid, y pide que se fomente el uso de los test de antígenos. Añade que se deberá dejar de reclamar el resultado negativo de pruebas PCR en los accesos a la mayor parte de complejos públicos —salvo si se trata de lugares especiales, como instituciones médicas, guarderías y colegios— y firma también lo que se aproxima al certificado de defunción del sofisticado y ubicuo sistema de códigos QR que cualquier persona debía escanear hasta ahora a la puerta de todo establecimiento, complejo de viviendas o medio de transporte público, para facilitar su rastreo en caso de contagio y certificar que estaba libre de coronavirus.
Movilización para vacunar
Además, reclama la cooperación de “toda la sociedad para que participe en la movilización de la vacunación de los mayores”, según el comunicado difundido este miércoles, quizá el verdadero punto flaco de China de cara a una reapertura. Y se pide a los colegios que desarrollen con normalidad sus actividades educativas de forma presencial si no están afectados por la covid. Y, en caso de epidemia, que delimiten “con precisión las zonas de riesgo”, pero garantizando la normalidad fuera de esas áreas afectadas, en lo que parece una llamada a preparar planes para evitar cierres sistemáticos y generalizados de escuelas.
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Para muchos chinos, el giro resulta sorprendente después de tanto tiempo de sufrir un bombardeo constante que alertaba del peligro del virus y sus perniciosos efectos a corto y largo plazo. El viraje en la estrategia ha ido bien acompañado de nuevos elementos informativos, convenientemente difundidos a través de los órganos de propaganda, que subrayan la baja letalidad de la variante ómicron. Mientras, el país atraviesa su peor ola de infecciones desde el inicio de la pandemia, y muchos descubren con perplejidad que conocen de forma directa a gente con covid, algo realmente extravagante hasta hace bien poco.
“Solo en 24 horas, todo ha cambiado”, dice una residente en Pekín, actualmente autoconfinada en su casa tras dar positivo en un test de antígenos. “De repente, ómicron ha pasado de ser un lobo a convertirse en una ovejita [y] aparecen muchos expertos que dicen que [esta variante] no es nada”. El cambio resulta tan brusco y repentino, que algunos incluso bromean con que parece que la estrategia oficial es que todo el mundo se contagie de golpe y cuanto antes.
En Pekín, las cifras de infectados oficiales rondan los 4.000 casos, pero con las ventas de test de antígenos disparadas, se asume que el dato real es probablemente mucho mayor. Estos días, un mensaje habitual entre amigos y conocidos es “Cuídate”. Muchos prefieren ni siquiera salir de casa. En Pekín, un buen número de comercios y colegios permanecen cerrados. Las calles se ven a medio gas. El ambiente recuerda bastante a esa Europa que trataba de dejar atrás la pandemia hace más o menos un año.
“La cero covid está oficialmente muerta, ha terminado en China”, comenta al teléfono Xinran Andy Chen, analista de Trivium China, residente en Shanghái, que reconoce que todo se está moviendo “más rápido de lo esperado”. En su opinión, las protestas han acelerado el proceso de salida. Pero no han sido la única causa. Hay otros motivos, como el enorme coste de mantener las cuarentenas centralizadas para todos los infectados o los recientes viajes al extranjero de Xi Jinping, que había permanecido sin salir del país hasta septiembre de 2022. Este analista, en cualquier caso, añade que se trata de una “estrategia de salida caótica y desordenada”. Y augura unos meses de confusa implementación, de tira y afloja, y en los que quizá se llegue a saturar el sistema hospitalario.
Una de las grandes incógnitas es qué ocurrirá cuando la pandemia azote a un país casi sellado hasta la fecha. Una estimación de Wigram Capital Advisors, citada por Financial Times, habla de una posible ola invernal sin precedentes que podría provocar para marzo, tras los desplazamientos de las vacaciones del año nuevo chino, cerca de 20.000 muertes diarias. China ha registrado hasta la fecha poco más de 5.000 muertes por covid, según cifras oficiales.
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