Clermont Ferrand: El regalo de Mondo a Lavillenie, su ‘hermano mayor’: un récord del mundo de salto con pértiga en su casa | Deportes

A Renaud Lavillenie, lesionado, los médicos le han prohibido correr a toda velocidad pero no puede evitarlo, su sistema nervioso no le permite no arrancarse esprintando hasta la colchoneta de la pértiga y lanzarse hasta Mondo Duplantis, al que derriba y con él, emocionado, abrazado, se revuelca feliz. Se ha consumado finalmente, con una intimidad que las cámaras de televisión engrandecen, convierten en universal, el paso de testigo entre el hermano mayor y el menor, dos portentos del salto con pértiga, dos atletas que con fuerza y velocidad son capaces de doblar palos de casi seis metros rígidos y tiesos, y tan duros, como troncos de árboles viejos y convertirlos en un muelle que les hace volar en las alturas, y uno ha empujado al otro.

Una ceremonia de traspaso de poderes que es religión en la pértiga, la actividad atlética más alejada del suelo y más cercana a sus raíces.

Como Lavillenie hace nueve años hizo en casa de Serguéi Bubka, en la Donetsk capital del Donbás ucranio que poco después invadirían las tropas rusas de Vladímir Putin, y ardería el pabellón de deportes en el que se saltaba, Duplantis, ha batido en casa de Lavillenie, en el Clermont Ferrand de la Michelin y el Puy de Dôme, el récord del mundo. 6,16 metros saltó entonces el francés, que tiene ya 36 años, y no pudo saltar más alto porque, emocionado por haber saltado 6,16 metros intentó después los 6,21 metros y se lesionó, y no volvió a ser él; 6,22 metros salta el sueco nacido en Luisiana hace 23 años el sábado. Lo hace con su pértiga amarilla, carrera de 20 pasos, 45 metros, al tercer intento. Era la sexta vez que Duplantis batía el récord mundial, pero lo celebró tan exaltado y feliz, fuera de sí, como si fuera la primera.

“Era mi gran objetivo, batirlo aquí, en Clermont Ferrand, hacerlo aquí por Renaud”, confesó el prodigio sueco, el Mozart de la pértiga, precoz y genial. Duplantis hizo suyo por primera vez hace tres años, en febrero de 2020, recién cumplidos los 20, en Torun (Polonia), 6,17 metros, y lo incrementó (6,18m) una semana más tarde en Glasgow, días antes de que la pandemia confinara al mundo en sus casas. Después de ganar el oro olímpico en Tokio, en el verano del 21, el sueco, hijo de un pertiguista norteamericano y de una heptatleta sueca, retomó el ascensor del récord el pasado invierno, con 6,19 metros y 6,20 metros, sucesivamente en dos competiciones en pista cubierta en Belgrado, y para ganar, en Eugene, en julio de 2022, su primer Mundial al aire libre, elevó la plusmarca un centímetro más, hasta 6,21 metros, la altura que borró en Clermont Ferrand bajo la mirada inefable de un Lavillenie emocionado. “Batirlo delante de él es algo muy especial. Sin su presencia seguramente no lo hubiera conseguido”.

A Mondo Duplantis le dicen extraterrestre porque hace fácil lo imposible, como también se lo decían al ucranio Serguéi Bubka, el zar de la pértiga, casi 40 años antes que a él. Bubka, atléticamente lo contrario a Duplantis –él era un armario musculoso, energía potencial que se expresaba en fuerza y técnica depurada, analítica; el sueco es un angelito ligero y muy rápido que nació con una pértiga, o un palo de escoba, en las manos, y le guía la inspiración, el genio, y una aparente despreocupación y seguridad–, batió su primer récord del mundo (5,85 metros) en mayo de 1984, y 16 récords y nueve años después, el 21 de febrero de 1993, hace 30 años, lo dejó en los 6,15 metros que solo pudo superar Lavillenie en 2014 bajo su mirada en su casa.

“Yo tenía un póster de Bubka en mi habitación”, dice Lavillenie en L’Équipe, “pero Mondo tenía uno mío. Con él tengo una relación muy particular, difícil de describir. La verdad es que yo he contribuido un poco a crear este monstruo. Volverá a batir el récord unas cuantas veces, este no será el último, pero al menos una vez lo habrá hecho aquí”.

Ninguno de los dos, ni Bubka ni Lavillenie, pudo cruzar la frontera de los 6,20 metros que todos los especialistas les habían augurado. Ese honor le ha llegado a Duplantis, a quien le prometen todos, dada su juventud, que llegará a 6,30 metros. No será este invierno cuando se acerque más a la nueva frontera. El sueco ya ha anunciado que no estará en Estambul el fin de semana en los Europeos en pista cubierta. En agosto hay unos Mundiales al aire libre en Budapest, y allí estará, dispuesto a volar más alto y repetir después de hacerlo su lema, “el único límite es el cielo”.

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