“Cuando leo la palabra ‘cartel’, me da miedo”: la selección del jurado marca el comienzo del juicio contra García Luna en Nueva York

Genaro García Luna se ve un poco más viejo que en las fotografías de cuando era miembro del Gabinete del expresidente Felipe Calderón. Después de pasar tres años en una cárcel de Nueva York, el exsecretario de Seguridad Pública tiene el pelo completamente cubierto de canas. Sobre las 9.30 de la mañana se presentó en la corte de Brooklyn con un traje azul marino, una corbata color claro y una camisa blanca. Le dio un abrazo a una de sus abogadas. Se puso un auricular para escuchar la traducción en español del proceso en su contra y se levantó cuando el tribunal entró en sesión. Esa fue la primera imagen que dejó el juicio contra García Luna, el exfuncionario mexicano de más alto perfil que se ha sentado en el banquillo de los acusados en Estados Unidos. El proceso arrancó el martes con la selección del jurado y con decenas de interrogatorios a candidatos potenciales. Es un paso ineludible para que se elija quiénes serán las 12 personas que finalmente decidirán sobre la culpabilidad o la inocencia del acusado, que enfrenta tres cargos por narcotráfico, uno por delincuencia organizada y otro por falsedad de declaraciones.

“¿Usted considera que puede ser una persona justa e imparcial para ambas partes?”, preguntó la magistrada Peggy Kuo, encargada del proceso de selección, a cada uno de los miembros potenciales del jurado. A petición de la Fiscalía y la defensa, la jueza hizo las preguntas para conocer más sobre los candidatos, ciudadanos que fueron escogidos al azar y que debieron llenar cuestionarios detallados sobre prácticamente cada aspecto de su vida. “He escuchado sobre el nombre de esta banda criminal [El Cartel de Sinaloa] y sobre El Chapo, pero no creo que eso afecte a mi imparcialidad”, dijo, por ejemplo, un hombre blanco de edad mediana, uno de los primeros en ser llamados por la corte.

El proceso de selección del jurado se convirtió rápidamente en un reflejo de la sociedad estadounidense: su mosaico étnico, sus desigualdades, las diferentes opiniones en los debates sobre la legalización de las drogas, su confianza en las instituciones y el sistema de justicia o su nivel de interés en las noticias, la política y la guerra contra el narcotráfico. “La idea de participar en este juicio me pone muy nerviosa, muy ansiosa”, confesaba con voz entrecortada una profesora de origen latino y que se veía tan abrumada que fue excusada de seguir en el proceso.

“Usted puso en su cuestionario que había visto algunas series en Netflix sobre El Chapo, ¿me podría contar más sobre eso?”, pidió la magistrada Kuo a una mujer con un abrigo negro. “Vi unos episodios de Narcos, pero honestamente perdí el interés”, contaba la ciudadana neoyorkina y agregaba que era pareja de un agente en activo de la DEA, aunque aseguraba que eso no iba a influir en su capacidad de dar un veredicto sin sesgos. Los abogados de García Luna cuestionaron la idoneidad de esa candidata. “La mayoría de los testigos de la Fiscalía son antiguos narcotraficantes”, argumentaba el litigante César de Castro, que encabeza la defensa.

El exsecretario de Seguridad asintió. Seguía cada intervención con la mirada y fijaba la vista en el lado izquierdo de la corte, donde uno a uno los ciudadanos contestaban las preguntas. Estaba casi siempre con el semblante serio y el ceño fruncido, y ocasionalmente intercambiaba algunos comentarios con sus abogados. En la opinión del grueso de las personas que siguieron el juicio se veía, hasta cierto punto, tranquilo. Por momentos, se acomodaba los lentes o arqueaba las cejas tras escuchar algunas respuestas de los potenciales jurados. Mientras tanto, una dibujante apuraba los trazos con pluma fuente sobre un cartoncillo y coloreaba la ropa del acusado en su boceto.

Una mujer con una blusa azul claro admitió que se podía sentir intimidada ante la presencia de García Luna y la gravedad de los cargos en su contra. “Cuando leo la palabra ‘cartel’, me da un poco de miedo, la verdad”, aseguraba. No se había inmutado de que el acusado estaba en la misma sala que ella hasta que se lo dijo la jueza. El exsecretario esbozó una pequeña sonrisa ante la confusión. La mujer fue descartada.

En otra ocasión, la jueza preguntó a un hombre si creía que podía influir que su cuñado fuera abogado al momento de dar un veredicto. “No, no hemos hablado desde que mi esposa y yo nos divorciamos”, respondía. “Hipotéticamente, si usted fuera acusado, ¿le gustaría que una persona como usted estuviera en el jurado?”, dijo la magistrada a otro candidato. “Honestamente, no”, confesó otro de los integrantes potenciales.

Una mujer negra contaba que su hermano estaba en la cárcel y que su hijo esperaba juicio por posesión ilegales de armas, pero que confiaba en el sistema de justicia. Otro hombre era enfático sobre su oposición a la legalización de la marihuana y otro defendía exactamente lo contrario. Una inmigrante rusa pedía no ser seleccionada porque no dominaba el idioma, al igual que otro hombre con acento extranjero. La inmensa mayoría estaba preocupada ante la idea de tener que ausentarse de su trabajo durante casi ocho semanas, la duración esperada del juicio, en muchos casos sin recibir una paga. Unos tenían vacaciones planeadas y buscaban zafarse. Otros no tenían quién cuidara a sus hijos o a familiares enfermos. Varias facetas de la sociedad de Nueva York aparecieron en la sala: madres solteras, familiares de oficiales de policía, estudiantes, jubilados y pequeños empresarios.

“A mucha gente no le gusta estar en el jurado ni que sus empleados sean elegidos, pero a veces se encuentra una forma de que funcione”, reconocía la jueza con voz suave. Tras pasar poco más de dos horas en la corte, García Luna lucía cansado y se llevaba la mano a los ojos. La corte entró en receso para el almuerzo, antes de seguir con una agotadora sesión que se extendió por toda la tarde. En la recta final de la audiencia de más de ocho horas, las baterías del aparato de traducción de García Luna se agotaron. Se mostró inquieto, hizo algunos ademanes para que las cambiaran y el proceso se detuvo por unos minutos. Al final, la selección del jurado está programada para seguir el miércoles. No se darán a conocer las identidades de las personas que pasen el último filtro.

Mientras avanzaba el caso judicial, el juicio mediático también seguía su curso. “García Luna, di la verdad”, se leía en una de las pancartas que cargaba un grupo de 10 mexicanos residentes en Nueva York que se manifestaron afuera de la corte. “Traicionó a los mexicanos, su responsabilidad era cuidar a los más vulnerables”, explicaba Guillermo Rojas, un manifestante de 38 años. Rojas decidió venir desde Long Island City con otros simpatizantes del presidente, Andrés Manuel López Obrador, para exigir que el juicio responda varios cuestionamientos en torno al Gobierno de Calderón (2006-2012).

La Fiscalía sostiene que García Luna aprovechó su cargo en el Gabinete de Calderón para dar trato preferente y vía libre a las operaciones del Cartel de Sinaloa. Los vínculos entre el grupo criminal y el exfuncionario se remontan a más de 20 años, desde que fue jefe de la Agencia Federal de Investigaciones durante el Gobierno de Vicente Fox (2000-2006), aseguran las autoridades. Las acusaciones incluyen sobornos de millones de dólares, uso de información privilegiada, amenazas de muerte contra testigos potenciales y un esquema corrupto para amedrentar y silenciar a los medios. El expresidente Calderón ha sostenido desde la detención del exfuncionario, uno de sus hombres de mayor confianza, que no tenía conocimiento de ningún nexo con el narcotráfico y que confía en que el asunto se aclare en los tribunales. “Que Calderón diga que no sabía es absurdo”, comenta Rojas.

El juicio, que se antoja explosivo, pone en cuestión el legado de García Luna y la credibilidad de la estrategia del Gobierno de Calderón contra los carteles de la droga. Por los corredores de la corte de Brooklyn desfilarán antiguos jefes criminales, exfuncionarios y políticos, así como marejadas de periodistas que este martes llegaron al tribunal desde las cinco de la mañana. Los reporteros siguieron los pormenores desde una sala alterna, donde se instalaron cámaras para retransmitir en directo la sesión. La telaraña alrededor del caso dibuja una red de complicidades, dudas y traiciones, que se extiende por los Gobiernos de los últimos tres expresidentes de México: Fox, Calderón y Enrique Peña Nieto.

El abogado que lidera la defensa desmintió los rumores sobre la firma de un acuerdo de culpabilidad de último minuto. “Vamos a ir a juicio, no hay ninguna oferta sobre la mesa”, declaró De Castro a los medios al salir del tribunal. Salvo un cambio en el calendario previsto, esta misma semana o la próxima ambas partes presentarán sus alegatos iniciales ante el juez Brian Cogan, el mismo que sentenció a El Chapo a cadena perpetua en julio de 2019.

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