Diseñar ciudades por y para mujeres | Seres Urbanos | Planeta Futuro

Las ciudades son macho alfa. Se estima que de los 4.500 millones de personas que viven en zonas urbanas, más de la mitad de la población mundial, el 50%, son mujeres y niñas. Pero las urbes no están hechas para ellas. El diseño hasta ahora se ha formulado con escasa participación de la población femenina y ello ha exacerbado las desigualdades en las calles. Esta es la principal conclusión del nuevo informe que acaba de presentar el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), conjuntamente con Arup y la Universidad de Liverpool, Ciudades vivas: Diseñar ciudades adecuadas para las mujeres.

La falta de mujeres en el diseño de ciudades aumenta la discriminación por motivos de género, la falta de acceso a una educación de calidad para ellas, a oportunidades de empleo, a vivienda o a infraestructura esencial. El estudio presentado demuestra con una base estadística y varios casos prácticos cómo esta situación está generando mayores tasas de pobreza, desempleo, barreras a la formación y experiencias de violencia y acoso callejero.

Por lo tanto, la tesis de este informe es que ya sea por accidente o por diseño, las zonas urbanas aumentan las desigualdades de género. Un urbanismo no participativo genera ciudades donde a menudo las mujeres se sienten inseguras, no satisfacen sus necesidades básicas y restringe sus oportunidades sociales y económicas. Como resultado: miles de millones de ellas están desatendidas por los entornos urbanos en los que viven y trabajan.

La desigualdad de género en las ciudades se ha dado tanto en las naciones ricas como en las pobres, según Sowmya Parthasarathy

“No podemos negar que ha habido cambios positivos”, comenta Sowmya Parthasarathy, directora de diseño urbano y planificación de Arup en la mesa redonda que se organizó para presentar el informe. “Hoy en día, la inclusión es mucho más holística y ha habido un cambio transformador en la forma de pensar. Pero ello se ha generado por el efecto devastador que han dejado las dos grandes C (covid y cambio climático) sobre las mujeres, poniendo en evidencia que las ciudades son desiguales y ellas son las grandes perjudicadas”.

Parthasarathy enfatiza que esta desigualdad se ha dado tanto en las naciones ricas como en las pobres; y que va mucho más allá de la seguridad y el acceso a oportunidades. Tiene que ver con la justicia, la representación política y los propios pilares en los que se basa la democracia, ya que los colectivos más vulnerables y afectados son también los que están menos representados.

El informe enfatiza específicamente que, a menos que se tenga el privilegio de vivir en una ciudad como Barcelona, con sus superillas amigables (una iniciativa que prioriza al peatón y la movilidad sostenible, se incrementa el verde y se favorece la interacción ciudadana), o Viena, con sus generosos asientos públicos y calles con nombres de mujeres líderes, el sesgo de género está literalmente integrado en los espacios urbanos. Y los efectos son devastadores.

En el Reino Unido, el 71% de las mujeres han experimentado algún tipo de acoso sexual callejero

Según los datos compartidos, las mujeres, las niñas y los ciudadanos LGBTQIA+ se enfrentan a peligros considerables cuando salen. En Irlanda, por ejemplo, el 55% de las mujeres se sienten inseguras en el transporte público después del anochecer. En el Reino Unido, el 71% de las mujeres han experimentado algún tipo de acoso sexual público (y entre las mujeres de 18 a 24 años, aumenta a un espeluznante 97%).

Otros sesgos graves son el acceso a saneamiento, con una tercera parte de las mujeres de todo el mundo que no gozan de acceso a baños adecuados. Varios estudios demuestran el efecto que ello tiene no solamente en el incremento de violaciones (el asalto a mujeres de camino a las letrinas es de los más frecuentes), sino también en problemas de salud, ya que está documentado que muchas tienden a beber menos agua para ir menos al baño por miedo a ser asaltadas y acaban deshidratadas.

Los efectos del cambio climático también afectan a las mujeres en diferentes formas desproporcionadas. Cada vez hay más evidencia de que las mujeres soportan la peor parte de los problemas relacionados con el clima, como son la pérdida de medios de subsistencia, la migración forzada y la falta de seguridad alimentaria.

Pero el énfasis final del informe apunta claramente a la falta de representación política. Las mujeres no están bien representadas en las decisiones clave que afectan su futuro y sin empoderar a las mujeres para que ejerzan liderazgo, existe el riesgo de que las medidas de resiliencia sean menos efectivas. Tal y como afirma la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza: “Las mujeres siempre están al frente de la vulnerabilidad, pero no en la toma de decisiones”.

Achim Steiner, administrador del PNUD, acusa particularmente la falta de participación en la creación de ciudades más sostenibles: “Cuando las ciudades se diseñan, en gran medida, omitiendo las necesidades y opiniones diversas de las mujeres, sin distinción de edad e identidades, se pueden tener efectos adversos no solo para sus vidas, sino también para sus familias. Se restringen sus oportunidades y se lesiona el desarrollo sostenible general de las sociedades”.

Por lo tanto, es preciso integrar a las mujeres en el diseño de ciudades, pero los autores confiesan que el proceso será lento. Mientras es urgente derribar las barreras al ingreso a puestos en la planificación, la construcción y el liderazgo de las ciudades, también resulta imperioso redoblar los esfuerzos para llegar a quienes influyen en el modo actual de diseñar las ciudades, para mostrarles la importancia de la perspectiva de género y cómo incorporarla a su labor.

En este sentido, el informe también proporciona una serie de recomendaciones prácticas y orientación para que los responsables de la formulación de políticas y los profesionales del desarrollo urbano puedan diseñar y planificar ciudades que sean más seguras, saludables, justas y enriquecedoras para las mujeres y las niñas.

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