Los últimos siete años han sido los más cálidos de los que se tiene evidencia registrada. Mientras las temperaturas aumentan, la niñez se expone cada vez más a riesgos climáticos intensos y destructivos, como la contaminación del aire, la escasez de agua, las olas de calor, las enfermedades transmitidas por vectores, los ciclones y las inundaciones fluviales y costeras.
Unicef estima que en los últimos 30 años más de 63 millones de niños y niñas en la región de América Latina y el Caribe han sido afectados por un evento meteorológico extremo o un desastre relacionado con el clima. En promedio, cada episodio extremo durante este período afectó a más de 38.000 niños y niñas.
Hemos sido testigo de muchos debates sobre el cambio climático. Sin embargo, esta conversación ha dejado fuera un aspecto clave para la solución de este problema: la educación de la generación más joven, quienes además sufrirán las peores consecuencias de esta crisis.
Los menores de edad tienen derecho a la participación y a opinar sobre los problemas que les afecta, como es la crisis climática. Su idea e incidencia sobre su entorno desempeñan un papel fundamental para mitigar los riesgos asociados al cambio climático, sin embargo, no cuentan con instancias de formación que los preparen adecuadamente sobre el tema.
Uno de cada tres jóvenes activistas menciona que la educación debe estar incluida en las políticas y planes ambientales y climáticos
De acuerdo con una encuesta de Unicef, uno de cada tres jóvenes activistas menciona que la educación debe estar incluida en las políticas y planes ambientales y climáticos, por ser necesaria tanto para abordar la crisis climática como para garantizar que sea inclusiva con la niñez y juventudes.
Dadas las enormes oportunidades para forjar un futuro sostenible y próspero, construir una población alfabetizada sobre el clima es una de las mayores y más urgentes estrategias para generar oportunidades y fomentar soluciones. La educación formal e informal debe proporcionar a los niños, niñas y adolescentes conocimientos sobre el cambio climático, habilidades ecológicas y técnicas de resiliencia y garantizar que los menores de edad participen en actividades de acción, adaptación y resiliencia climática. La educación sobre el cambio climático permite a los y las jóvenes ser parte de la solución, influir en el comportamiento de los hogares y, en última instancia, impulsar una mayor acción y compromiso nacional para abordar y responder a la crisis.
Sería imposible contrarrestar los efectos del cambio climático sin una colaboración efectiva entre el mundo público, privado y de la sociedad civil. Filantropía Cortés Solari, una fundación chilena de desarrollo sostenible, y la Fundación MERI, que hace investigación científica, lleva más de 20 años promoviendo la educación integral para el desarrollo sostenible, bajo el entendimiento de que todas y todos somos parte de la naturaleza y que, desde distintos ámbitos, podemos aportar a la mitigación del calentamiento global.
En ese sentido, Fundación MERI y Unicef trabajan juntos en acciones concretas que promueven y fortalezcen la educación ambiental en América Latina y el Caribe. Con la educación la infancia podrá obtener las herramientas para reconocer, conectar y valorar a los seres vivos y su entorno y aprender a desenvolverse coexistiendo de manera armónica con el medioambiente. La educación ambiental desbloqueará los esfuerzos hacia un consumo sostenible y la creación de bienes y servicios respetuosos con el planeta.
En el mundo existen más de 1.000 millones de niños y niñas en situación de riesgo extremo por efectos del cambio climático y la degradación del medio ambiente y muchos se encuentran en la región de América latina y el caribe. Es imperante que los países de la región prioricen la educación climática obligatoria y de calidad a través de acciones, herramientas y recursos necesarios. La formación es la base para la acción. Convirtamos nuestras escuelas en centros de transformación y adaptación para los futuros guardianes del clima.
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