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Estas últimas semanas hemos sido testigos de un nuevo episodio de inestabilidades financieras en esta larga travesía hacia la recuperación económica tras la pandemia. Las tensiones en el sector bancario y de divisas se suman a una inflación aún descontrolada, y los miedos a que una crisis económica adentre a ciertas regiones del mundo en una recesión retornan con fuerza. Retomar las dinámicas de los mercados tras el parón global que supuso la covid-19 no está siendo tarea fácil, especialmente con el surgimiento de nuevos polos de decisión.
A esto hay que añadir el exponencial progreso que está viviendo el sector tecnológico, con soluciones en materia de inteligencia artificial que se incorporan al mercado laboral, y que están generando dudas sobre su aplicación, así como sobre los marcos éticos y legales que deben definirse para garantizar la protección de las personas y sus derechos.
Pero este período de transición también está representando una gran oportunidad para establecer nuevos pilares de crecimiento y creación de riqueza que sean sostenibles e incluyentes. Para ello, es necesario reevaluar las estrategias económicas sectoriales y de capacitación profesional a medio y largo plazo.
El turismo es una de las industrias globales que más contribuyen al desarrollo y bienestar económico, pues se trata de uno de los sectores que emplea a más profesionales alrededor del mundo, acerca del 10%, y está compuesto en un 85% por pequeñas y medianas empresas. Si se tiene en cuenta su directa vinculación con otras muchas áreas de actividad, se entiende el efecto multiplicador que el turismo tiene sobre el conjunto de la economía.
La pronta recuperación del turismo tras la pandemia, con 917 millones de turistas viajando en 2022 y con expectativas de que este año se recupere hasta el 80-95% del volumen prepandemia, refleja la fortaleza de la industria y su potencial de crecimiento para la próxima década. Es por ello que se trata de un sector estratégico al que se debe prestar especial atención.
También es importante recordar que el 80% de las personas que se encuentran en condiciones de extrema pobreza viven en zonas rurales. De hecho, en América Latina y el Caribe, las tasas de pobreza y pobreza extrema son hasta 2 y 3 veces mayores en las áreas rurales que en las zonas urbanas. Por tanto, estas regiones pueden beneficiarse tanto del turismo doméstico como del internacional, ya que el agroturismo y el turismo comunitario, de proximidad y ecológico, han tomado mucha fuerza en los últimos años. La oferta de servicios turísticos innovadores de calidad, que protejan el patrimonio histórico y natural, puede contribuir a la dinamización de las economías locales y mejorar la calidad de vida de personas en riesgo de exclusión.
Con estos datos en mente, son muchos los gestores del sector público y privado que están desarrollando programas estratégicos a escala nacional, regional y local, que apuestan por las ayudas y financiación para el emprendimiento; la incorporación de la digitalización e innovación en los modelos de negocio; la promoción de los objetivos de desarrollo sostenible de Naciones Unidas con el fin de maximizar el impacto social y medioambiental positivo; y por último, la formación del capital humano que compondrá la nueva generación de líderes en el sector turístico.
La educación turística
Latinoamérica debe aprovechar este período de transición que se está viviendo a escala global para desarrollar destinos inteligentes y rutas turísticas sostenibles que se alejen del turismo masificado de antaño. La mayoría de los países de la región son emergentes en el sector, y esta ventaja les permite planificar de cero modelos integrados que impliquen y beneficien directamente a las comunidades locales y que contribuyan a corregir la brecha socioeconómica.
Para lograr estos objetivos con éxito, es esencial contar con un capital humano cualificado y formado en las tecnologías y retos del momento. Sin embargo, la realidad presente pone de manifiesto lo contrario: América Latina y el Caribe cuentan con hasta un 25% y un 61% de trabajadores informales en el sector hotelero y de restauración, respectivamente. Esta falta de preparación académica impacta de forma negativa en el desarrollo del sector, y conlleva a que predominen los salarios bajos, la informalidad y alta temporalidad de los empleos.
Para abordar estos retos formativos, es necesaria la creación de un itinerario profesional y académico atractivo en el ámbito del turismo que garantice el futuro crecimiento del sector. Priorizando la calidad en los programas de enseñanza y el fomento de las oportunidades de empleo, es posible atraer a nuevo talento tanto a nivel vocacional como de gestión, y que el turismo se convierta en una opción laboral deseada entre los jóvenes, muchos de ellos con ambiciones emprendedoras.
Se estima que más de 882.000 empleados en turismo a escala global necesitan cursos de capacitación vocacional de forma anual hasta 2030. Asimismo, la industria necesitará una media de 68 millones de graduados anuales en turismo y hospitalidad durante los próximos siete años para cubrir la demanda creciente de puestos de trabajo en el sector.
Para cubrir esta necesidad formativa es necesario incrementar el acceso a la educación turística ofreciendo ayudas financieras y aumentando la oferta de formación asequible e innovadora en forma de asignaturas electivas, talleres, cursos y títulos universitarios, tanto presenciales como a través de internet. La asignatura de turismo debe introducirse en los currículos académicos escolares con un enfoque práctico, para dar a conocer el sector como una carrera profesional de largo plazo.
Sirve como ejemplo regional la iniciativa colombiana de Colegios Amigos del Turismo del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo de Colombia, que cuenta en su red con unas 40 escuelas, hasta 100.000 estudiantes, las cuales han incorporado contenido sobre turismo en el currículo general.
A estos esfuerzos hay que añadir un enfoque especial en el proceso de transición del mundo académico al laboral. En este sentido, es clave la estandarización de las certificaciones vinculadas directamente con necesidades formativas del sector a escala global para facilitar la movilidad internacional y las posibilidades de crecimiento profesional, así como la creación de plataformas de contratación especializadas que conecten la oferta con la demanda laboral.
Brasil y Chile han puesto en marcha programas orientados en esta dirección: la iniciativa de los Ministerios de Turismo y Educación de Brasil Política Nacional de Qualificação em Turismo (PNQT), que con el apoyo de la Universidad de Brasilia ha implementado una metodología para desarrollar programas de calificación y formación continua en más de 177 municipalidades; y la Mesa de Capital Humano de Turismo de Chile, una entidad público-privada que está trabajando en el desarrollo del Plan Estratégico de Capital Humano de Turismo para 2023 y 2026.
Nuevas habilidades para una nueva era
La pandemia ha servido como punto de inflexión en la digitalización de nuestras economías. Como consecuencia, nuevas habilidades y áreas de conocimiento son requeridas para las generaciones que se incorporan al mercado laboral, y este naciente escenario afecta también al sector turístico. Estimaciones de referentes en la industria tecnológica como Gartner apuntan que para 2028 las máquinas representarán el 20% de la mano de obra mundial y el 40% de toda la productividad económica.
Actualizar los temarios académicos para adaptarlos a una realidad cambiante en la que la innovación y la tecnología están ganando peso a gran velocidad es imperante. La gestión y análisis de datos, la programación de destinos inteligentes, el desarrollo del metaverso o la incorporación de sistemas de inteligencia artificial y procesos de automatización, son solo algunas de las soluciones digitales que aplicadas al sector contribuyen a mejorar el diagnóstico de necesidades de los clientes y ejecutar previsiones fidedignas que prioricen la personalización y calidad del servicio.
Asimismo, es de suma importancia generar concienciación entre los jóvenes acerca del impacto que el turismo tiene en el bienestar de nuestras sociedades, y cómo puede articularse como herramienta para la implementación y mejora de la sostenibilidad, el respeto por el medio ambiente, la promoción de la diversidad, la accesibilidad y la inclusión.
Finalmente, introducir en los currículos los principios definidos por los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas facilitan el establecimiento de un marco ético que sirva como guía para las futuras generaciones que se van a incorporar a un complejo mercado laboral repleto de nuevos retos.