Bandera blanca en el principal debate en la relación transatlántica. Como se esperaba, Europa y Estados Unidos han acordado abrir negociaciones para que Washington otorgue un trato favorable a las materias primas estratégicas europeas. Según ha anunciado la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, tras su reunión en el Despacho Oval de la Casa Blanca con el presidente de EE UU, Joe Biden, los dos bloques también abrirán un diálogo sobre transparencia acerca de sus respectivos incentivos a las energías verdes, para garantizar que unen “fuerzas”, algo “fundamental para lograr la meta de cero emisiones”, y asegurar que no se produce una guerra de ayudas públicas.
Los dos líderes tenían mucho de qué hablar en su reunión de trabajo en el Despacho Oval. Sobre la mesa, cuestiones económicas y comerciales: llegar a un acuerdo que evite una guerra de subsidios entre los dos socios transatlánticos a los vehículos eléctricos; la guerra en Ucrania, y la posibilidad de sanciones a terceros países que ayuden a Rusia; y la competencia —para Estados Unidos, rivalidad descarnada— con China.
Pero las diferencias en torno a la ley para la Reducción de la Inflación (IRA, por sus siglas en inglés) estadounidense, que destina más de 350.000 millones de dólares al desarrollo de energías limpias y a la lucha contra el cambio climático, eran el asunto dominante. La aprobación de esa medida el año pasado enfureció a los socios europeos. La UE criticaba, entre otras cosas, unas provisiones que ofrecen jugosos subsidios a los automóviles eléctricos fabricados en Estados Unidos y cuyos componentes procedan, al menos en la mitad de su valor, de ese país o de otros con los que Washington haya firmado acuerdos de libre comercio.
Desde entonces, Europa también ha propuesto sus propias ayudas y ha planteado una serie de leyes sobre cuestiones como las materias primas críticas o los semiconductores para sustentar la autonomía tecnológica del bloque.
“Al construir y fortalecer nuestras bases industriales de energías limpias e invertir en las industrias del futuro, Estados Unidos y la Unión Europea crearán empleos con buenos salarios y lanzarán círculos virtuosos de innovación que abarate los costes de las energías limpias”, apunta el comunicado conjunto tras la reunión.
La UE y EE UU comenzarán de inmediato “negociaciones para un acuerdo sobre determinados minerales críticos, de modo que minerales críticos relevantes que se hayan extraído o procesado en la Unión Europea cuenten para cumplir los requisitos de la IRA”, anuncia el texto. Con ello, se logrará “dar un impulso” a la producción y procesado de minerales y ampliar el acceso a materias primas, “sostenibles, fiables y libres de abusos laborales”. Ambos bloques resaltan la necesidad de cooperar para reducir sus dependencias estratégicas en las cadenas de suministro de estos materiales, de los que China es productora de buena parte del total mundial.
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Ambos han acordado también lanzar un Diálogo sobre Incentivos a las Energías Limpias para coordinar sus respectivos programas de ayudas, “de modo que se refuercen mutuamente”, no compitan entre sí en una lucha que solo beneficiaría a intereses privados y se aproveche el máximo la inversión para el desarrollo de las energías limpias. Las dos partes también aspiran a cerrar sus negociaciones sobre acero y aluminio sostenible para octubre de este año.
Apoyo a Ucrania y presión sobre Rusia
Los dos líderes también dedicaron otra buena parte de su conversación a la guerra en Ucrania y al aumento de la presión económica sobre Rusia. “Estamos unidos en nuestro apoyo inquebrantable a Ucrania durante el tiempo que sea necesario”, subrayan ambos en el comunicado. Los respectivos bloques continuarán su cooperación para garantizar la seguridad energética de Europa “diversificando fuentes, reduciendo el consumo y recortando la dependencia europea de los combustibles fósiles”, indican, y buscarán una integración aún mayor de Ucrania en los mercados de energía europeos, para garantizar la seguridad económica de ese país en guerra.
La Unión Europea es un importante aliado de Washington en el conflicto. Bruselas ha impuesto 10 rondas de sanciones contra Rusia, ha expulsado a los bancos de ese país del sistema de pagos internacionales SWIFT, congelado activos rusos y reducido su dependencia del gas exportado por la antigua potencia soviética. Y su apoyo a Ucrania, solo por detrás del estadounidense y que alcanza ya los 13.000 millones de euros, incluye también asistencia militar y el adiestramiento de soldados de la nación invadida.
Biden y Von der Leyen acordaron tomar medidas para hacer efectivo el cumplimiento de las sanciones y emprender acciones contra a terceros países que puedan proporcionar asistencia a Rusia en el conflicto. También quieren “limitar más aún los ingresos de Rusia” y garantizar que “los costes de esta guerra siguen creciendo para Moscú”.
El de este viernes es el encuentro más reciente de Biden con líderes de los socios europeos en torno a la guerra, cuando acaba de cumplirse el primer aniversario de la invasión rusa y el conflicto amenaza con entrar en una nueva fase más sangrienta: en vísperas de la reunión, Rusia lanzaba un amplio ataque aéreo sobre territorio ucranio.
El presidente estadounidense se reunió en Kiev a finales de febrero con el jefe de Estado ucranio, Volodímir Zelenski, para conmemorar el inicio de la contienda. En Varsovia conversó con el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, y los dirigentes de los miembros de la Alianza en Europa del este. De regreso a Washington, la semana pasada se veía también en el despacho Oval con el canciller alemán, Olaf Scholz. La próxima lo hará en California con los primeros ministros británico, Rishi Sunak, y australiano, Anthony Albanese. A finales de este mes viajará a Ottawa para tratar con el jefe del Gobierno canadiense, Justin Trudeau. Y este jueves, el consejero de Seguridad de la Casa Blanca, Jake Sullivan, conversaba con el presidente finlandés.
China formó parte también de la conversación entre Biden y Von der Leyen. Aunque Washington y Bruselas se coordinan en sus posturas sobre el gigante asiático, esas posiciones no son idénticas. Estados Unidos percibe a Pekín como el rival a batir; tradicionalmente, Europa ha mantenido posiciones más suaves. Aunque eso está cambiando.
“Cada vez estamos más alineados en las posiciones respecto a China”, sostenía un alto funcionario estadounidense en vísperas de la reunión entre los dos dirigentes. Washington acusa a Pekín de plantearse proporcionar ayuda militar a Moscú, algo que no había hecho en los 12 primeros meses de la guerra, y ha amenazado al gigante asiático con “graves consecuencias” si esa asistencia llega a materializarse. Ambos líderes expresaron la necesidad de fortalecer la “seguridad económica”. También declararon su preocupación por prácticas como “la coerción económica, el uso de tendencias económicas como arma y políticas y prácticas no de mercado”. Washington considera a China sospechosa de todas ellas.
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