Contundente con dos goles en dos minutos, el Atlético golpeó rápido y duro en Vallecas en un partido en el que solo se vio apurado en el tramo final. Resolvió el duelo en poco más de veinte minutos. Una contra para enmarcar culminada por Nahuel Molina y un saque de esquina martilleado por Mario Hermoso. Dos suertes que llenan mucho el ojo de Simeone. El tanto de Fran García llegó a tres minutos del final, pero con el Rayo ya muy desgastado por la expulsión de Lejeune en el inicio del segundo tiempo.
Instalado en una racha de nueve victorias y tres empates desde que perdiera con el Barcelona, los colchoneros soplan el cogote del Real Madrid, al que acecha ya a solo dos puntos de distancia. Con la clasificación para la próxima Liga de Campeones muy enfilada, en juego solo está el subcampeonato, pero para Simeone y sus futbolistas, sin títulos por los que pelear mucho antes de lo esperado, la segunda plaza se ha convertido en el gran objetivo con el que adecentar la temporada.
Por Vallecas hay que saber moverse y por su estadio hay que saber ajustarse a sus dimensiones. Esos cinco metros de largo y de ancho de menos de la mayoría de los terrenos de juego pueden convertirse en un damero maldito. Y más con este Rayo de Iraola, que busca el quite del balón a toda pastilla y convierte los partidos en su feudo en disputas individuales permanentes. Un campo minado de trampas de presión donde el toque fino y preciso no es sencillo de sacar a pasear.
Y en ese fútbol de quitar y salir no se imponía nadie. Hasta que el Atlético encontró una ráfaga de toques rápidos y precisos que dibujaron un contragolpe de alta escuela. De una falta a favor del Rayo salió una contra supersónica a un toque, de izquierda a derecha, del lado fuerte al lado débil, como dicen los manuales. Carrasco, Griezmann, Morata y Nahuel Molina, que emergió libre por el carril diestro para ejecutar a Dimitrievski con un tiro cruzado. El argentino corrió ávido para mostrar la camiseta de Correa, ausente por el reciente fallecimiento de su madre. El repunte de Nahuel Molina, como el de De Paul, es proporcional al del equipo tras el parón mundialista. Han dejado atrás las dudas y ahora muestran la solidez y la fiabilidad que se les demandaba.
No se había levantado el Rayo de ese primer mandoble cuando recibió otro. Dimitrievski se atascó en una media salida en un córner pasado de Carrasco y Hermoso lo reventó con un testarazo en el segundo palo. Se acabó el partido. Este Atlético también parece haber recuperado esa piel que le convertía en impenetrable cuando se ponía por delante en el marcador. Dos goles de ventaja fueron mucho para un Rayo que se vio noqueado mucho antes de lo que podía esperar. Solo Raúl de Tomás inquietó a Oblak antes del intermedio con una cuchara mansa que cazó entre Savic y Giménez.
No quiso perderle la cara al duelo el Rayo, pese a la desventaja. Regresó de la caseta impetuoso, dispuesto a ver si ofreciendo otra vez el cuerpo a cuerpo incendiaba el duelo. Trató de desplegarse por los costados, con Balliu, Fran García, Isi y Álvaro García pisando el acelerador. La producción fue escasa e Iraola se desmelenó con un triple cambio dinamitero. Trejo, Camello y Falcao. Resultó que el desesperado plan se le chafó al poco. Lejeune agarró a Morata cuando este se disponía enfilar a Dimitrievski. Lo que primero fue tarjeta amarilla, el VAR lo convirtió en roja directa por ser el último hombre el central francés. Con uno menos, ya todo fue un imposible para el Rayo.
El equipo de Iraola quedó expuesto a una tunda mayor. No se dio porque a los futbolistas de Simeone les falló temple para rematar francas jugadas de contragolpe. Griezmann, Morata, Lemar, De Paul y Marcos Llorente pudieron ampliar la ventaja. Dio igual. El Atlético ya había sido contundente con una celeridad que finiquitó el duelo en menos de veinticinco minutos. Fran García, con un zurdazo cruzado y lejano, ajustó el partido en el marcador, pero le faltó aire para apurar más a Oblak.
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