Euroliga jornada 34
Azuzado por el premio de quedar segundo en esta fase de la Euroliga, el Barça se batió con el Valencia Basket en el Palau con más ilusión de la esperada, descontado ya su billete para las eliminatorias previas a la Final Four. Eso propició la victoria del jueves del Maccabi sobre el Madrid -quedó tercero en discordia- y eso aprovechó Abrines, estelar desde el perímetro, cañonero de mirilla ajustada, triplista para descoser al rival. A la fiesta se sumó Mirotic, versión cada vez más entonada la suya, acorde a lo que le exige su contrato y la aureola de ser el mejor. Un mejunje que bastó para el triunfo azulgrana y la despedida del Valencia en la competición, notable temporada la suya que tiene imán para el futuro, ya renovado por ejemplo Chris Jones. También dijo adiós el Baskonia, que aguardaba en el alero pero con ilusión el envite del Zalgiris ante el Bayern, finalmente victoria ajustada y sopapo sonoro de los lituanos para descabalgar al equipo de Peñarroya.
Aunque el Barcelona comenzó el duelo con un despiste generalizado, tres pérdidas y lagunas defensivas, pronto pidió la bola, los flashes y el protagonismo Mirotic, una máquina anotadora, ciclón que ganó la batalla en la pintura y, de paso, se expresó también desde el perímetro. Su efervescencia coge color y forma, su baloncesto impone y, de paso, dicta las resoluciones de los encuentros. Pero no estaba conforme el Valencia -por eso de intentar trepar alguna posición en la tabla y mejorar los jugosos premios económicos de la competición-, impulsado por Jones y Harper, pero también por un Dubljevic que resquebrajó una vez más a la segunda unidad del Barça, irregular e inconsistente. Ni Higgins ni Kalinic, ni Sanli ni Tobey decían la suya… Por lo que volvió a aparecer en escena la primera unidad para cerrar el segundo acto, triples de Satoransky -espectacular su 51% de acierto desde el perímetro en la temporada europea, cifras que nadie se esperaba- y sobre todo del francotirador Abrines, que antes del envite recibió un homenaje por sumar 500 partidos con la elástica azulgrana y que lo agradeció con oficio y muñeca, cinco triples de carrerilla para ganarse otra ovación atronadora del Palau.
Sucede que este Valencia tiene callo y sabe aferrarse a los partidos peses las contrariedades, mentalidad luchadora como pocas. Llegó a ponerse a tres puntos (51-48) tras el entreacto, ejempló de su competitividad. Pero por dentro Vesely, que mejora cada jugada que pasa por sus manos, y por fuera Mirotic -aunque tiró sin freno, una de cal y otra de arena- esclarecieron de nuevo que el Barça no quería perderse el caramelo de ser segundo, 11 puntos de renta antes del último baile (72-61).
Alexander y Radebaugh volvieron a explicar que la bandera blanca no está en el camerino del Valencia, que como un gato tiene siete vidas, que no será por no intentarlo. Volvieron a situarse a seis puntos (74-68). Pero sufrieron al fin la desconexión, desatinados en el tiro y dubitativos en defensa. Edén para Mirotic, claro, que les negó la mayor como también lo hizo Satoransky, un base que tiene mano y confianza, que está hecho para los grandes escenarios, cambio sustancial en el Barça en comparación con el curso anterior cuando estaba Calathes. Buenas noticias ahora que lo importante y lo decisivo está a la vuelta de la esquina. Con exactitud, dentro de dos semanas, cuando el equipo se batirá con el Zalgiris. El Madrid, por su parte, lo hará contra el Partizán.
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