Nos ha pasado a todos, y pasa en muchas casas todos los días: se hace una cafetera italiana o de goteo por la mañana, se toman dos tazas y el resto se queda ahí, abandonado. Nadie sabe qué hacer con ese café, y recalentarlo es probablemente una mala idea. Así que, más veces de las que nos gustaría, se acaba yendo por el fregadero. Esta es probablemente una de las razones de la popularidad de las cafeteras de cápsulas, que se puede hacer una sola taza; pero hay que reivindicar el uso de las cafeteras de siempre, que no hacen solamente mejor café sino que lo hacen sin añadir aluminio a cada uso.
Si este problema del café sobrante es algo que te pasa frecuentemente, igual deberías considerar otros métodos de prepararlo (como el Aeropress, que produce una sola taza, sin cápsulas). Pero si no estás dispuesto a separarte de tu italiana o de tu Melita de toda la vida, porque ese es el café que siempre has tomado y el que siempre tomarás, te traemos seis formas de aprovechar ese sobrante con el que nunca sabes qué hacer. Por supuesto, puedes hacer cualquiera de ellas con café hecho a propósito de la receta; pero hay algo que sienta muy bien de preparar una receta deliciosa con un café que se iba a ir por el desagüe.
Cubitos de café
Llamar receta a esto es ambicioso, así que lo llamaremos idea, y ya. Pero lo cierto es que congelar el café sobrante en cubitos es probablemente la mejor forma que hay de aprovecharlo, y sobre todo la más realista si el café te sobra un lunes por la mañana, con el tiempo un poco justo como para hacer un tiramisú. Desde luego no tiene mucho misterio: simplemente pon el café en cubiteras, y al congelador. Eso sí, deja que se enfríe antes de meterlo, para evitar alterar la temperatura del electrodoméstico. Al utilizarlos, puedes ponerlos en un vaso con leche para hacer una especie de batido suavecito, o usarlos como usarías hielo normal en un iced latte o cold brew. O incluso te puedes poner creativo, triturarlo, y hacer un granizado.
Tarta de chocolate y café con frosting de mascarpone
Dar sabor a café no es la única función del café en repostería, aunque pueda parecer contraintuitivo. Desde el momento en el que hay chocolate involucrado, el café pasa a ser un potenciador del mismo, y su propio sabor pasa a un segundo plano. La diferencia que supone es muy considerable; prueba de ello es esta tarta de chocolate y café con frosting de mascarpone; que no sabe a café, y sí mucho -pero mucho- a chocolate.
Empieza combinando en un bol 30 gramos de cacao en polvo, 100 gramos de harina, cuatro gramos de bicarbonato, cuatro gramos de levadura química y cuatro gramos de sal. En otro bol más grande, combina 75 ml de aceite de girasol, un huevo, 75 ml de kéfir o yogur y 110 ml de café. Mezcla todo hasta que sea homogéneo y después tamiza los ingredientes secos sobre los húmedos en tres tandas, incorporando cada una con una espátula antes de añadir la siguiente. Transfiere la masa a un molde redondo engrasado con mantequilla y con el fondo cubierto con papel vegetal, y mételo a un horno a 180 grados durante 30 minutos, o hasta que un palillo salga limpio. Separa los bordes con una espátula, sácalo del molde, quítale el papel vegetal y deja que se enfríe completamente.
Mientras, prepara el frosting mezclando 150 mililitros de nata para montar, 45 gramos de mascarpone y 25 gramos de azúcar glas. Monta todo con unas varillas hasta que forme picos que se doblan, y entonces añade unas gotas de extracto de vainilla. Continua batiendo hasta que se formen picos que mantengan la forma. Con el bizcocho frío y el frosting hecho, solo falta juntarlos, y finalizar la tarta con unas virutas de chocolate. Y comérsela, claro.
Espresso Tonic
Hay mundo más allá del latte: aunque pensamos en el café como una bebida de las mañanas, del relax y la taza, lo cierto es que sus horizontes son mucho más amplios, y una de las combinaciones más sorprendentes del café, es con tónica. Si te gusta el gintónic, el espresso tonic te va a gustar, y va a pasar a ser una de tus bebidas sin alcohol favoritas, un refresco para adultos.
Como su propio nombre indica, esta bebida fue inventada para hacerla con café espresso, muy concentrado, pero realmente cualquiera vale, yo la preparo muchas veces con cold brew, menos intenso, y está igual de rico. Lo más importante es usar una tónica de calidad: hay una gran diferencia entre una lata de tónica chunga, con kilos de azúcar, y una botella de una buena tónica aromática y ligera.
Hacerlo, claro, no tiene mucho misterio: vaso con hielos -¿quizá hielos de café?-, 200 ml de tónica fría y 60 ml de café (lo equivalente a un espresso doble). Puedes variar la cantidad de café dependiendo de su intensidad y tu preferencia. Si lo añades al vaso con cuidado, se quedará por encima de la tónica sin mezclarse y conseguirás un efecto muy chulo para servirlo. Remata con una rodaja de naranja, que va a darle un punto cítrico muy refrescante, y a disfrutar.
Salsa BBQ de café
Es difícil explicar lo bien que queda el café en una salsa barbacoa. Por muy bien que lo exprese en palabras, no me creerás hasta que lo vivas por ti mismo. Cuando mezcles todos los ingredientes, lo huelas, lo pruebes, y notes esa nota de café al final, sonreirás y todo tendrá sentido. Será un momento de esos de película, cuando el protagonista lo entiende todo.
Lo mejor es que no tiene ningún misterio: solo hay que mezclar todos los ingredientes en un cazo y calentarlos. Eso sí, son unos cuantos: 100 gramos de concentrado de tomate, 120 ml de café (preferiblemente uno que no sea demasiado intenso, de filtro es ideal), 75 gramos de azúcar moreno, 60 ml de vinagre blanco, 20 gramos de miel de caña (sustituible por miel normal), 10 ml de salsa inglesa (Perrins), seis gramos de sal, tres gramos de pimienta negra molida, tres gramos de cebolla en polvo, tres gramos de ajo en polvo, tres gramos de mostaza en polvo, y una pizca de cayena al gusto, para un toquecito extra de picante.
Termina con 50 ml de agua, mezcla todo bien, y ponlo sobre fuego medio. Llévalo a ebullición, y cuando hierva, cocínalo durante 25 minutos, removiendo frecuentemente para evitar que el fondo se queme. Una vez listo, transfiere a un recipiente y déjala enfriar completamente. Debido a su alto contenido de vinagre y azúcar, durará mucho en la nevera y es una muy buena idea para hacerla en conserva y regalar: a mi me regalas un bote de salsa barbacoa de café casera por Navidad, y te quiero para siempre.
Porridge de café
Lo del porridge -gachas en cristiano- es una especie de culto: los que lo adoran, lo defienden a capa y espada, y los que no lo han probado nunca ven a sus practicantes como bichos raros. Yo personalmente no soy un fiel parroquiano, pero de vez en cuando me da por hacerme un bol, y una de mis versiones favoritas es esta, en la que se añade café a la leche para darle un toquecito extra. El sabor final recuerda mucho al de un caramelo de café, y combinado con fruta es un desayuno perfecto.
Si nunca has hecho gachas, no tiene mucho misterio. En un cazo, combina 50 gramos de copos de avena -yo suelo usarlos finos, los que vienen ligeramente machacados-, 175 ml de leche de avena -sustituible por leche de almendras o leche normal-, 60 ml de café y una pizca de sal. Mezcla todo, ponlo a fuego medio y llévalo a ebullición, removiendo de vez en cuando. Mientras la avena se cocina, prepara la fruta que vayas a poner encima: yo soy muy fan del plátano, pero las frutas que más brillan son las ligeramente ácidas, como las frambuesas, los arándanos o el kiwi.
Poco a poco las gachas se irán espesando; tú decides cuál es la consistencia que quieres; si te pasas siempre puedes añadir un poco más de leche para ajustar. Cuando estén listas, apaga el fuego y añade un chorrito de miel, al gusto, y si quieres unas gotitas de extracto de vainilla. Mezcla, y solo queda servirlo. Decóralo con las frutas y lo que quieras: a mi me encanta tostar unos pocos copos de avena con algún fruto seco en mantequilla durante cinco o seis minutos, hasta que se ponen bien doraditos y la mantequilla se tuesta, es un muesli casero delicioso. Chorrito extra de miel, y a disfrutar.
Tiramisú
Estaba claro que el tiramisú iba a estar en esta lista. Es el postre con café por excelencia, por todos conocido, y por muchos maltratado. Un buen tiramisú sabe a mucho a café, es cremoso y no excesivamente dulce, y se deshace en la boca casi sin esfuerzo, como el de esta receta.En un bol grande, mezcla tres yemas de huevo con 110 gramos de de azúcar. Coloca el bol sobre una cacerola con dos dedos de agua hirviendo -sin que el agua toque el bol- y bate con unas varillas hasta que la mezcla doble su volumen y sea muy espesa.
En otro bol, añade 250 gramos de mascarpone y bátelo con unas varillas hasta que esté blandito y forme picos. Este proceso será mucho más sencillo si está a temperatura ambiente, así que intenta sacarlo de la nevera 30 minutos antes. Ahora, toca mezclar ambos boles: añade el queso a las yemas e incorpóralos con una espátula, haciendo movimientos envolventes.
Solo queda montar el tiramisú, fácil y sencillo. Comienza empapando cuatro bizcochos de soletilla en la mezcla de café, cinco segundos más o menos, y colócalos en el fondo de un molde alargado. Después, añade la mitad de la mezcla de mascarpone por encima y extiéndela uniformemente. Continúa con otros cuatro bizcochos, y cúbrelos con el resto de la mezcla; tapa con papel film o una tapa de silicona y mételo a la nevera un mínimo de seis horas. Cuando esté listo, solo falta espolvorear una buena capa de cacao en polvo por la superficie; un poco de chocolate rallado es opcional pero muy recomendable.