Juan Manuel Rodríguez González no olvida aquel 27 de febrero de 2020. Era jueves por la tarde y solo hacía unos meses que acababa de entrar al primer semestre de la carrera de Derecho y Criminología en la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), la más importante del norte del país y casa del equipo Tigres de fútbol. Aficionado a la música y en busca de conocer a nuevos amigos, Rodríguez González decidió unirse a la tuna de su facultad, una agrupación musical de tradición española universitaria a la que también se la conoce en México como estudiantina. Nunca pensó que más allá de las canciones populares, las mallas negras y las capas con largos listones de colores también se escondía una larga tradición de violencia, abusos y acoso que le persiguen tres años después y en la que están implicados alumnos y administrativos de su universidad. Una pesadilla que cambió la vida de un chico de 18 años que solo quería hacer amigos y tocar la guitarra.
Aquel jueves los veteranos de la tuna de Derecho le dijeron a los novatos que había llegado el momento de “la bienvenida”. El maestro de la tuna de la Facultad de Derecho y Criminología (FACDYC), un exalumno de 23 años, condujo a los nuevos hasta las instalaciones de la tuna de la Facultad de Ingeniería Mecánica y Eléctrica (FIME). “Nos dijo que no iba a durar mucho y que no iba a pasar nada. Lo decía de una manera como si el proceso fuera algo normal porque es lo que se le hace a todos los novatos”, cuenta Rodríguez González en entrevista con este periódico. Pero lo que sucedió después de aquella advertencia fue de todo menos normal. “Llegamos a un lugar que llaman ‘El cubículo’ que está en el segundo piso en la oficina de Difusión Cultural de FIME y nos hicieron dejar todas nuestras pertenencias, incluido el teléfono celular”.
“Después nos taparon los ojos y nos encerraron en el baño que se encuentra en el mismo piso al fondo”, continúa. Rodríguez González recuerda que junto a él había otro compañero de primer semestre. “Primero me sacaron a mí. Me quitaron la ropa, me abusaron y golpearon. Fue un shock total”, asegura. Aunque en las investigaciones de la Universidad se identificó a nueve personas, el estudiante asegura que en total fueron 12 compañeros los que participaron. En un video que Juan Manuel publicó hace un mes en redes sociales contaba cómo con los ojos vendados sus compañeros le sometieron agarrándole por los brazos. Fue entonces cuando un egresado de FACDYC, a quien identificó como Alejandro R. B., le preguntó: “¿A quién le vas a mamar la verga de nosotros?”. Después, le obligaron a realizar sexo oral y esa misma persona eyaculó sobre su cuerpo.
Una semana después de aquello, Rodríguez González denunció ante la Universidad la agresión y comenzó un calvario para conseguir justicia que continúa tres años después y que le ha llevado hasta la Fiscalía del Estado de Nuevo León. Dice que las autoridades de la Universidad no estuvieron a la altura. Le hicieron repetir su testimonio más seis veces, revictimizándolo en cada declaración y asegura que trataron de archivar la denuncia por todos los medios. “Terminaron reventándome a preguntas, me atacaban diciéndome que estaba alterando los hechos y que yo no sabía ni lo que estaba diciendo”, recuerda.
La Comisión de Honor y Ética de la Facultad de Derecho recomendó, pese a tratarse de una falta grave que solo pudo sancionar con 15 días de suspensión a los agresores, que todos los implicados, incluido Juan Manuel, recibieran apoyo psicológico y escaló el caso a la Comisión de Honor del Consejo Universitario, el máximo organismo para atender estos casos. “Me dieron una atención psicológica a través de una psicóloga que no tenía ni cédula”, critica el alumno y asegura que en ningún momento las autoridades le explicaron que podía denunciar a través de la Unidad de Género que supuestamente, la UANL tiene para atender los casos de violencia sexual.
Rodríguez González denuncia que nunca fue notificado de la decisión y que por el camino su expediente quedó archivado por la responsable del Consejo Universitario, aún cuando la Comisión de Derecho reconoció en un dictamen, al que ha tenido acceso este periódico, que se había producido una “vulneración de su integridad física y moral al ejecutar actos contra la voluntad contrarios a la moral y las buenas costumbres”. Aquello cambió la vida de Juan Manuel. “No lo podía asimilar. Reprobé todos los exámenes, caí en mis calificaciones y en mis participaciones. No me podía concentrar”. La pandemia complicó todo aún más, las clases presenciales fueron suspendidas y se cerraron las instalaciones, lo que dilató más aún la investigación.
Aunque los implicados en la agresión niegan las acusaciones de abuso sexual, en su declaración todos reconocen haber realizado la supuesta novatada, haber dejado completamente desnudo al estudiante y haberle arrancado la ropa con violencia. Dos años después de aquello, el Consejo Universitario llamó a audiencia a todos los implicados en la torre principal de la Rectoría. “Cuando se abrieron las puertas del elevador, vi que me habían citado junto a todos mis agresores. Estaba lleno de esas personas y yo no lo sabía. Los administrativos, los directores de ambas facultades… me generó una caída emocional muy fuerte y mucha ansiedad”, recuerda el universitario. Dice que los primeros meses recibió toda clase de amenazas por denunciar.
La UANL expresó a través de un comunicado que siempre se ha brindado a la víctima “atención psicológica y apoyo en los trámites académicos- administrativos”. Juan Manuel opina lo contrario. Los últimos tres años se han convertido en una carrera de obstáculos que le han servido para entender lo difícil que resulta alcanzar la justicia en México, donde el 95% de los delitos no se resuelven. Un golpe de realidad terrible para un futuro abogado. La Comisión de Honor del Consejo Universitario determinó en un dictamen ―un documento que es público― suspender los derechos académicos y administrativos por un año de los estudiantes de Derecho Alejandro R. B., Diego V. H., Irving H. C., Brandon G. E. y Daniel G. P., estudiante de Ingeniería. Así mismo, suspendió de sus derechos para recibir, impartir clase o trabajar en la universidad a los exalumnos Ángel S. R, Javier L. M., Jesús S. M. y Marcelo V. R. por tres años. Cabe destacar que la mayoría de los implicados eran exalumnos o alumnos de último semestre, por lo que la sanción tuvo un efecto menor en ellos ya que todos estaban a punto de licenciarse. Pese a ello, Juan Manuel asegura que sus abusadores siguen campando libremente por el campus. “Mis agresores siguen en la universidad porque siguen formando parte de este grupo de la tuna”, afirma.
Aunque las novatadas están prohibidas por el Reglamento Disciplinario de la UANL en su artículo 12, es de sobra sabido por alumnos, profesores y personal universitario que se siguen realizando no solo en la tuna, sino en los equipos deportivos y otras agrupaciones masculinas y femeninas. Cuestionada por este punto la UANL reprueba estas prácticas. “Están prohibidas y si sucede alguna le da seguimiento a través de la Dirección de Prevención y Protección Universitaria”, señala un portavoz de la universidad. Después de la agresión contra Juan Manuel, la tuna de Derecho se disolvió y desde la UANL aseguran que ya no existen estas agrupaciones en ninguna facultad, sin embargo, una publicación de la tuna de Ingeniería en su página de Facebook, donde se ve a sus integrantes de viaje en Mazatlán, contradice la versión oficial. “En esa foto siguen apareciendo muchos de los que me abusaron”, señala Rodríguez González. “No les hicieron nada”.
Juan Manuel se atrevió a hacer lo que otros no han podido por miedo a represalias. En una sociedad tan machista como la de Monterrey, apunta el universitario, ser un hombre que denuncia abuso sexual acarrea más problemas que ventajas. “Es un estigma muy grande”, dice el estudiante. “Como hombres tenemos que quedaros callados ante algo así y aguantar, pero hay que alzar la voz”. Asegura que otros nueve chicos se han acercado a él para contarle que sufrieron los mismos abusos, pero que no quieren denunciar. “Tienen miedo de que les quiten su matrícula, a que los echen de la carrera”. Después de publicar aquel video en redes, más de 50 personas denunciaron de manera anónima la brutalidad de las novatadas en la UANL y otras universidades del país.
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