El fiasco de FTX alienta la desconfianza hacia grandes plataformas de criptomonedas como Binance y Coinbase | Economía

Durante la Gran Recesión, la expresión too big to fail —demasiado grande para caer— se aplicó a los grandes bancos cuya implosión representaba un riesgo sistémico. Se interpretó que su colapso podía provocar una espiral tan mortífera que salía más a cuenta intervenir y rescatarlos con dinero público que dejarlos sucumbir a la mala gestión de unos directivos que asumieron riesgos excesivos. Tras la quiebra de la plataforma de compra y venta de criptomonedas FTX, ese universo se enfrenta a un escenario similar. A una escala muy inferior, pero con capacidad para provocar una oleada de daños a los que no serían inmunes millones de pequeños inversores.

Binance es ahora el too big to fail de la industria, al menos para que siga existiendo como se la conoce hasta ahora. Por eso, en un ecosistema tan interconectado, proclive al contagio cuando vienen mal dadas, cada noticia que siembra dudas sobre su viabilidad hace saltar las alarmas. A diferencia del mundo que siguió a Lehman Brothers, donde se desterró la idea de que las entidades financieras debían apechugar y aguantar su propia vela, y se consagró la intervención estatal, aquí no se espera ningún tipo de auxilio en caso de cataclismo.

Las luces rojas parpadearon esta semana cuando salió a la luz que los clientes de Binance habían retirado 1.140 millones de dólares en un solo día, el martes. Su fundador, el canadiense Changpeng Zhao, admitió la salida de fondos, pero se apresuró a aclarar que el montante, aun siendo especialmente alto, ni siquiera estaba entre los cinco días que más dinero había dejado su plataforma. “Algunos días tenemos retiradas netas, otros entran depósitos. Business as usual para nosotros”, tranquilizó.

CZ, como se le conoce popularmente, cuenta con ocho millones de seguidores en Twitter, y estos días se multiplica, no solo en redes sociales, sino también en medios de comunicación tradicionales, para repetir la idea de que Binance no correrá el mismo destino que FTX. Su mensaje no siempre tiene éxito. “Recibir licencias es la mejor manera de desacreditar el FUD” [siglas en inglés de Fear, Uncertainty and Doubt, miedo, incertidumbre y duda], dijo compartiendo la noticia de que su plataforma acaba de recibir autorización para operar en Guam y la Samoa Americana. En las respuestas a ese mensaje, alguien le recordaba que FTX tenía licencia para operar en múltiples mercados sin que eso impidiera que su fundador, Sam Bankman-Fried —detenido en Bahamas este martes a petición de EE UU— haya sido acusado de orquestar un fraude a gran escala por usar indebidamente el dinero de sus clientes.

En ese ambiente de nervios, CZ no se esconde. Desmiente rumores y noticias falsas sobre una crisis en su firma, asegura que los depósitos están regresando, y trata de evitar que el pánico se apodere de los millones de inversores en criptomonedas. La calma que transmite de puertas para afuera se vuelve, sin embargo, algo menos evidente cuando puede expresarse con la libertad y la sinceridad de la privacidad. “Si bien esperamos que los próximos meses sean turbulentos, superaremos este periodo desafiante y eso nos hará mas fuertes”, escribió en un mensaje a la plantilla de Binance.

Saber el estado de las cuentas de Binance y las armas de que dispone para enfrentarse a una crisis no es sencillo. La firma de análisis blockchain Nansen cifró esta semana en 3.000 millones la retirada neta de fondos de la plataforma en los últimos siete días, pero su consejero delegado, Alex Svanevik, matizó que es una proporción muy pequeña si se tiene en cuenta que dispone de unas reservas estimadas en 60.000 millones de dólares.

Uno de sus mayores competidores, Coinbase, tiene más obligaciones de transparencia por ser la única que cotiza en Wall Street. Y las noticias no son buenas. En el trimestre terminado el 30 de septiembre perdió 545 millones de dólares. Y eso era antes de que FTX saltara por los aires. La compañía ha perdido un 85% de su valor en Bolsa desde su estreno en abril de 2021: actualmente vale poco más de 9.000 millones de dólares, frente a los más de 85.000 millones de sus inicios, después de que la bancarrota de FTX le penalizara.

Criptoinvierno

En el sector, la atmósfera es sombría. El bitcoin, su principal reclamo para captar clientes, acumula una caída del 75% desde sus máximos históricos de noviembre de 2021. Basim El-Shoura, vicepresidente de la firma austriaca Bitpanda, cree que no se puede desvincular el mal momento de las criptomonedas del que están sufriendo otros activos de inversión. “El foco está en el criptoinvierno, pero en realidad existe un invierno generalizado. Hay una guerra, inflación alta…”, señala al teléfono.

El ejecutivo entiende que tras la caída de FTX se está extendiendo un manto de duda sobre el mundo cripto, igual que en el pasado les sucedió a otros. “Cuando quebró Lehman, la desconfianza se cernía sobre el sistema bancario, al final somos un ecosistema”, apunta. Pero cree que es necesario diferenciar. “Todo se reduce a la regulación. Hemos tenido a KPMG entre los auditores que estudian nuestros resultados para que los inversores particulares entiendan que somos una empresa segura que no está haciendo nada dudoso con sus activos”.

Raúl Marcos, consejero delegado de la firma Carbono.com, estima que las bancarrotas y desplomes no cambian la tesis del éxito futuro de las criptomonedas. “Las caídas de Celsius, Three Arrows Capital o FTX, empresas que estaban en el sector pero eran tradicionales, ponen aún más en valor lo que aportan las criptomonedas y el ecosistema a su alrededor: la necesidad de la descentralización, la importancia de no tener que confiar en terceros por muy reputados que parezcan, y lo valiosa que es la independencia que dan”.

Los usuarios pueden optar por guardar sus criptomonedas en monederos fríos sin conexión a internet y evitar así exponerse a empresas como FTX o Celsius, susceptibles de quebrar. Pero también hay riesgos: si pierden las claves o el dispositivo donde las almacenan, se quedan sin ellas. “El 99% de las personas a las que se pida que tengan criptomonedas por su cuenta terminarán perdiéndolas”, augura Zhao, de Binance, al que por otra parte le va en el bolsillo que se sigan usando intermediarios.

Chivatazo en FTX

El primer aviso a las autoridades bahameñas de que algo no iba bien en FTX provino del círculo de confianza del consejero delegado, Sam Bankman-Fried. El ejecutivo Ryan Salame, director y presidente de FTX digital, alertó al regulador el 9 de noviembre (cuatro días antes de la bancarrota) de que activos de los clientes “se transfirieron a Alameda Research para cubrir sus pérdidas financieras”, según una declaración jurada de la directora del regulador, Christina Rolle, remitida a los tribunales. El fondo Alameda fue creado por Bankman-Fried, y su financiación irregular con dinero procedente de FTX es una de las patas de la investigación abierta contra él. Según Salame, solo tres personas podrían haber realizado la transferencia a Alameda: Bankman-Fried o los dos cofundadores de FTX, Nishad Singh y Gary Wang. “Tales acciones pueden considerarse criminales”, advierte en el documento Rolle. Cuando se le puso sobre la pista, se dio la orden a la policía de investigar el asunto, que finalmente ha derivado en la detención de Bankman-Fried.

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