La crisis económica provocada por la covid llevó a una agresiva respuesta de la política monetaria y fiscal para evitar el desastre. Cuando la pandemia se iba superando, la guerra de Ucrania, el encarecimiento de los alimentos y la energía y, últimamente, las turbulencias financieras han llenado de obstáculos la recuperación en un contexto de incertidumbre y volatilidad y con una inflación que se disparó el año pasado. Ahora, el Fondo Monetario Internacional (FMI) considera que “los esfuerzos de las autoridades monetarias para que la inflación vuelva al nivel fijado como meta deben complementarse con una política fiscal más restrictiva”, según explica el organismo en su informe Monitor Fiscal, presentado este miércoles en Washington.
La idea es que la política fiscal y la monetaria no remen en direcciones contrarias. Si el ajuste presupuestario arrima el hombro será necesario subir algo menos los tipos de interés. Y “si la inflación resulta ser más rígida de lo esperado, el endurecimiento de las políticas tendrá que mantenerse durante más tiempo”, añade. Eso sí, el Fondo pide que se mantenga el apoyo a los más vulnerables y que las autoridades estén preparadas por si las cosas se tuercen, como sucede últimamente con frecuencia.
El FMI da algunos consejos por si la forma de torcerse es una crisis financiera que pueda comprometer dinero de los contribuyentes: “A fin de salvaguardar los recursos públicos, el proceso de toma de decisiones ha de basarse en principios de gestión de gobierno, respaldados por procedimientos sólidos de insolvencia y de quiebra”. Se trata de intervenir con rapidez, pero a la vez minimizar los costos y mitigar el riesgo moral de que los rescates premien a quienes no lo merecen y acaben incentivando prácticas inadecuadas.
Pero el organismo también pide a bancos centrales y Gobiernos que estén preparados por si lo que se tuerce es el crecimiento y el desempleo aumenta. En ese caso sería necesaria una política menos restrictiva y dejar actuar a los estabilizadores automáticos (el gasto en desempleo sube y la recaudación fiscal baja en caso de frenazo económico, aumentando el déficit), sobre todo en los casos en que la inflación está bajo control y se dispone de espacio fiscal.
El FMI ya había advertido hace unos meses del riesgo de desacople. “Mientras la política monetaria está pisando el freno, no debería haber una política fiscal que esté pisando el acelerador. Esto supondría un viaje muy duro y peligroso”, dijo su directora gerente, Kristalina Georgieva, en octubre. Ahora acentúa ese mensaje: “Es fundamental que las políticas fiscal y monetaria se mantengan estrechamente alineadas para lograr estabilidad financiera y de precios”, dice.
El nuevo informe del FMI admite que la economía mundial se ha recuperado con rapidez de la pandemia y ha ido superando los obstáculos en el camino, pero dejando cicatrices. “Hasta ahora, el tejido económico y social ha resistido las interrupciones en el suministro de energía. Pero los múltiples shocks han anulado los avances en la reducción de la pobreza, y es probable que hayan retardado el cumplimiento de la meta mundial de erradicar la pobreza extrema en 2030″, señala. También se han frenado los avances hacia otros Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que ya eran lentos antes de la pandemia.
El director del área fiscal del FMI, Vítor Gaspar he defendido este miércoles en rueda de prensa el endurecimiento de la política fiscal en muchos países con cuatro argumentos. Primero, “la política fiscal puede y debe apoyar a la política monetaria para que la inflación vuelva a su objetivo”. Segundo, al moderar las subidas de tipos, “contribuye a la estabilidad financiera”. En tercer lugar, “ayuda a limitar los riesgos de las finanzas públicas y crea espacio fiscal para responder a una evolución macroeconómica o financiera adversa”, especialmente en los mercados emergentes. Y por último, “unos equilibrios más sólidos también contribuyen a la sostenibilidad de la deuda a largo plazo en un contexto exigente que incluye tendencias demográficas, digitalización y la transición ecológica”.
Menos deuda pública
La pandemia provocó en 2020 un aumento histórico de la deuda pública, hasta casi el 100% del producto interior bruto (PIB) mundial, al contraerse la economía y dispararse los déficits públicos por la menor recaudación y el mayor gasto. Ahora, “con un fuerte crecimiento del PIB nominal en 2021-22, la deuda mundial ha registrado la disminución más pronunciada en 70 años y se ha situado en torno al 92% del PIB a finales de 2022, todavía unos 8 puntos porcentuales por encima del nivel de finales de 2019″, explica el FMI.
Los déficits primarios, sin contar los intereses de la deuda, se están reduciendo con rapidez y acercándose a los niveles previos a la pandemia en muchos países, pero los déficits globales han disminuido algo menos, debido al aumento en los pagos por intereses, por la mayor deuda y por la subida de los tipos de interés. En 2023, se prevé que los déficits fiscales globales aumenten ligeramente hasta una media del 5% del PIB, tanto por los intereses más elevados como por las presiones para aumentar el gasto público, en especial el gasto en salarios y pensiones, para recuperarse de la inflación. El FMI proyecta que los déficits públicos se mantengan por encima de los niveles previos a la pandemia en los próximos años.
En el caso de España, el FMI ha mejorado sus previsiones sobre la evolución de las cuentas públicas, según los datos adelantados este martes en sus Perspectivas de la Economía Mundial y que recoge también el nuevo informe. El organismo prevé un déficit del 4,5% del producto interior bruto (PIB) este año, en línea con lo que calculaba hasta ahora, pero rebaja la previsión de 2024 al 3,5%, desde el 4,2% que pronosticaba en octubre. La buena marcha de la recaudación, que recibe el impulso de la inflación, está permitiendo a España mantener a raya el desfase presupuestario. A largo plazo, sin embargo, las previsiones del Fondo apuntan a que el déficit público volverá a aumentar, hasta el 3,8% del PIB en 2025 y al 4% a partir de ese año. Con todo, también es una ligera mejora con respecto a las previsiones de hace seis meses.
El déficit español se situará, según estas estimaciones, algo por encima de la media de la zona euro (3,7% y 2,8% en 2023 y 2024, respectivamente), pero por debajo del de los países del G7 (5,6% y 5,3% en esos años) o de las economías avanzadas del G20 (5,3% y 5,1%). Japón, Estados Unidos, Reino Unido y Francia son los más manirrotos.
El FMI también ha mejorado las previsiones de deuda pública. En octubre, su previsión era del 112,1% del PIB para 2023, del 110,1% para 2024 y del 109,0% para 2025. Ahora espera un 110,5%, un 108,3% y un 107,9% para esos mismos años. El crecimiento del PIB nominal está permitiendo que la deuda pública mantenga una senda descendente más acusada. Eso sí, de nuevo el Fondo desconfía de que haya más avances a partir de 2025 y sitúa su previsión de deuda en el 109,3% del PIB en 2028. Japón, Grecia, Italia, Estados Unidos y Francia están entre los países que superan a España en deuda pública.
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