El peronista Alberto Fernández no buscará su reelección como presidente de Argentina. “El 10 de diciembre entregaré la banda presidencial a quien haya sido elegido en las urnas por el voto popular. Trabajaré para que sea un compañero o una compañera de nuestro espacio político”, ha dicho este viernes Fernández en un video de siete minutos donde su voz se escucha sobre imágenes que lo muestran en gestión. La decisión del presidente abre un nuevo panorama electoral en Argentina. El kirchnerismo llevaba meses exigiendo a Fernández que se bajase de la carrera para allanar el camino a figuras emergentes con mejor imagen. La gestión de Fernánez tiene un 70% de desaprobación en las encuestas, lastrada por la peor crisis económica desde el colapso general de 2001.
“Mi decisión”, ha titulado Fernández el vídeo. No ha sido explícito en su renunciamiento, pero lo ha dejado claro. “No tengo en el Frente de Todos un solo adversario. Dije que volvíamos para ser mejores. para eso debemos democratizar el espacio”, ha dicho Fernández, en alusión a la pelea que desde hace dos años mantiene con su vicepresidenta, Cristina Kirchner. El divorcio del binomio presidencial paraliza desde hace dos años la gestión y alimenta una crisis económica que amenaza la gobernabilidad. La indecisión de Fernández sobre su posible candidatura, según el kirchnerismo, no hacía más que entorpecer la búsqueda de soluciones.
El presidente está bajo fuego amigo, mientras la crisis política y económica se agrava cada día. El dato de inflación de marzo, del 7,7% fue el viernes pasado un durísimo golpe a sus promesas de estabilidad. Esta semana perdió, además, a su jefe de asesores, Antonio Aracre, a solo dos meses de haberlo nombrado. Aracre cayó en medio de rumores de que buscaba reemplazar al ministro de Economía, Sergio Massa, un hombre poderoso que está al frente de una de las tres corrientes peronistas que intregran el Frente de Todo.
El ruido político terminó por derrumbar aún más el peso frente al dólar. La cotización en el mercado paralelo, no regulado por el Estado, subió desde los 408 pesos a los 432 pesos por unidad en solo cuatro días. El Banco Central debió salir al rescate con una nueva suba de las tasas de interés, hasta el 81%, mientras que Economía cerró aún más el cepo que rige para la salida de dólares al exterior.
Sin Fernández, no habrá en las papeletas de octubre ninguno de los nombres que han controlado la política Argentina desde 2003. Cristina Kirchner se bajó de la carrera presidencial en diciembre pasado, tras ser condenada a seis años de prisión e inhabilitación perpetua en una causa por corrupción. El expresidente Mauricio Macri hizo lo propio hace un mes, con el argumento de que era el momento de una renovación generacional en Juntos por el Cambio, la principal alianza opositora.
Fernández ha querido dar a su renunciamiento la dimensión de una gesta. En su discurso achacó a la pandemia, la guerra en Ucrania y, ahora, la sequía, que las cosas no hubiesen salido como todos esperaban. Por eso dijo, sin autocrítica alguna, que prefería abocarse a resolver los problemas antes que una puja partidaria por el poder. “Como militante peronista siempre supe que primero estaba la patria, después el movimiento y por último, los hombres. Es por eso que voy a cumplir con esta escala de prioridades. El contexto económico obliga a dedicar todos mis esfuerzos a atender los difíciles momentos que atraviesa la Argentina”, dijo Fernández.
“Primero la patria”, tuiteó la vocera del presidente, Gabriela Cerruti. El canciller, Santiago Cafiero, consideró que el renunciamiento fue “una responsabilidad histórica y un compromiso con la unidad del peronismo”. Cerruti y Cafiero son de los pocos altos funcionarios que aún responden sin maitices al presidente dentro del Gabinete.
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