El vacío legal de la ‘rave’, una fiesta sin fin | Cataluña

En municipios como Sarral (Tarragona), con 1.544 habitantes, y Torà (Lleida), con 1.244, las fiestas del pasado viernes se alargaron varios días. Los dos pueblos fueron invadidos por individuos a bordo de furgonetas y autocaravanas que se instalaron en mitad de campos, desplegaron altavoces y a fuerza de decibelios danzaron durante días en lo que se conoce como una rave: una fiesta ilegal al aire libre donde se escucha música electrónica a la que se acompaña de bailes y se salpimienta, y mucho, con drogas.

Cataluña es tierra de raves desde hace décadas. La última más sonada fue la que se celebró en enero de 2021 —en plena pandemia— en Llinars del Vallès (Barcelona). Todas las raves son ilegales — si tienen permisos ya no es una rave— pero, además, la de Llinars se celebró en plena emergencia sanitaria y con decenas de restricciones. Congregó a 300 personas y los Mossos no la desalojaron hasta pasadas 40 horas.

Joaquim Boadas es el secretario general de la patronal del ocio nocturno Fecasarm. Boadas cree que se celebran más raves en Cataluña que en el resto de España por ser frontera con Francia. “Fuera de Cataluña hay más cultura del botellón donde se bebe sin bailar como actividad previa a la discoteca” sostiene el secretario de Fecasarm. “En Europa hay más cultura de la rave —bebida y música— es algo alternativo a la discoteca. Durante la pandemia, como la gente no podía ir a la discoteca, organizaron más fiestas de este tipo pero, por lo general, no es un público que vaya a la disco sino que son defensores de lo underground y del ocio alternativo”, concluye. Boadas cree que la celebración de estas fiestas dañan la imagen de su sector dando una idea de “clandestinidad e inseguridad”.

Las claves que proporciona Boadas coinciden con la de los asistentes a las raves. EL PAÍS ha contactado con varios de ellos. Todos quieren preservar su identidad. Informan de que se enteran de estas fiestas cuando faltan horas para su celebración y gracias a determinados grupos en redes sociales. Una de las 300 asistentes a la rave de Llinars del Vallès de 2021 —entre otras muchas fiestas ilegales— asegura que la imagen que se da de las raves es “delincuencial” a propósito. “Tras una rave hay mucha preparación. No somos terroristas, no queremos molestar a nadie. Hacemos rave porque va directamente en contra del mundo que nos han hecho creer que es obligatorio. En nuestras fiestas no hay porteros, no hay peleas… son fiestas seguras en las que hay mucho respeto”, sostiene esta joven. “No se juzga a nadie. Vamos porque nos gusta la música, queremos bailar…”. No quiere hablar sobre la presencia de drogas pese a admitir que las hay. “Todos sabemos que los que montan la rave tienen mucho trabajo detrás y por eso aportamos lo que podemos a un bote que se les da a los organizadores”, informa. Muchos de estos organizadores atraviesan media Europa rumbo a Cataluña para montar estas fiestas. Por ese motivo matrículas italianas, francesas, belgas… se repiten en los aparcamientos improvisados de las raves.

EL PAÍS ha solicitado a los Mossos d’Esquadra estadísticas sobre las intervenciones en este tipo de fiestas. Un portavoz asegura que no existen este tipo de datos ya que estas incidencias se introducen en epígrafes tan genéricos como “molestias vecinales”. Aseguran que no se trata de un problema grave. “Vamos siempre que se nos requiere pero muchas veces como se tratan de infracciones administrativas solo podemos mirar si los vehículos han pasado la ITV o hacer alcoholemias”, admiten.

Albert Palacio es portavoz del sindicato de Mossos USPAC. “En Barcelona siempre ha habido mucho movimiento okupa y anarquista y además hay mucha permisividad por eso vienen aquí. Cuando se detecta una rave se destinan decenas de agentes para esos lugares. Mientras los policías están allí se desatiende otros lugares”, denuncia.

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La rave de Sarral comenzó el viernes y acabó el martes pasado. Es la primera vez que los vecinos recuerdan una fiesta ilegal en el municipio. La alcaldesa, Victoria Cañís (ERC), recuerda la intranquilidad del pasado viernes: “A la rave fueron como 1.000 personas en furgonetas que como venían usando el GPS les metió en mitad del pueblo. En cuanto les vi llamé a los Mossos”. La anormalidad de la situación hizo que decenas de vecinos se acercaran durante el fin de semana a la fiesta. “Esperemos que no se vuelva a repetir. Parece que lo han dejado limpio pero tenemos que comprobar si han destrozado algunos de los caminos”, advierte.

La rave de Torà duró un día menos que la de Sarral. Para el alcalde de este municipio leridano, Magí Coscollola (ERC), la fiesta ilegal no era nueva. “En septiembre arreglamos el camino de acceso a la masia Ollers que está deshabitada. El 26 y 27 de noviembre, 300 personas celebraron una rave. El 17 y 18 de diciembre la segunda y este 18 y 19 febrero la tercera. Vamos a cerrar el camino porque esto no puede seguir así”, denuncia.

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