Brasil aún espera este lunes que el presidente, Jair Bolsonaro, acepte la derrota. O, al menos, diga algo respecto de los resultados de la segunda vuelta del domingo, que dieron la victoria a Luiz Inácio Lula da Silva por 1,8 puntos porcentuales o 2,1 millones de votos. Bolsonaro se recluyó por la noche en el Palacio de la Alvorada, la residencia de los presidentes en Brasilia, se fue a dormir pronto y no habló siquiera con sus ministros. Esta mañana se ha trasladado a su despacho, en el palacio de Planalto. Tampoco se han pronunciado sus hijos mayores, tres políticos muy activos en redes sociales: Flavio, senador electo y coordinador de su campaña; Eduardo, diputado reelegido por São Paulo; y Carlos, actual concejal en Río de Janeiro. Qué hará Bolsonaro es por ahora un misterio, aunque su margen para impugnar los resultados se estrecha. Aliados de peso ya adelantaron el domingo que “el resultado de las urnas es soberano” y que están listos para ser oposición.
Bolsonaro fue durante la campaña muy crítico con el Tribunal Superior Electoral (TSE), al que acusó de montar oscuras maniobras para perjudicarlo. “El sistema está en mi contra”, denunció durante el último debate contra Lula, el viernes 28 de octubre. El domingo, sin embargo, el presidente del TSE, Alexandre Moraes, dijo que Bolsonaro lo había atendido “con extrema cortesía” cuando lo informó por teléfono del resultado de la elección. Tras esa llamada, Bolsonaro se encerró en la Alvorada y simplemente se fue a dormir. Fuera, unas decenas de seguidores rezaban con sus celulares iluminando el cielo, enfundados en camisetas con la bandera de Brasil y las manos en alto.
De poco sirvió que Lula le exigiese el reconocimiento de la derrota cuando habló ante decenas de miles de seguidores en la avenida Paulista, epicentro de las celebraciones de la izquierda. El presidente electo le exigió también “una transición ordenada”. “Todavía no me llamó y no sé si lo hará”, lamentó Lula. Cómo transcurrirán los dos meses que restan hasta el 1 de enero, cuando Lula jurará en su nuevo cargo, es otra de las grandes incógnitas de la política brasileña. Por ahora, Bolsonaro se ha negado incluso a hablar con sus aliados, muchos de los cuales ya han reconocido la derrota.
Como Tarcísio de Freitas, gobernador electo de São Paulo, militar y hombre muy cercano al presidente. De Freitas dijo que “el resultado en las urnas es soberano”, y se ofreció, como timonel del Estado más grande y rico de Brasil, a dialogar con Lula cuando haga falta. “A partir del momento en que haya una convocatoria para una conversación, nosotros estaremos allí”, adelantó el exministro de Infraestructura de Bolsonaro. Arthur Lira, el poderoso presidente de la Cámara de Diputados, dijo el domingo por la noche que “la voluntad de la mayoría manifestada en las urnas nunca podrá ser contestada”. “Seguiremos hacia adelante en la construcción de un país soberano, justo y con menos desigualdades”, señaló Lira, de un partido aliado al presidente. El diputado electo e influencer Nikolas Ferreira, impulsor de algunas de las noticias falsas que han inundado esta campaña para afectar la candidatura de Lula, también dijo que sabrán “ser oposición”.
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