Recordar, del latín recordis, volver a pasar por el corazón. Hay quien esta etimología tirando a cursi la aprendió leyendo a Galeano, pero para mí es una de esas microlecciones escolares que me metieron a marchamartillo en el cerebro y no podría olvidar ni aunque quisiera. He pensado mucho en ella viendo Fleishman está en apuros (Disney +).
Toby Fleishman (Jesse Eisenberg) es un médico de cuarenta y pocos recién divorciado y con dos hijos, cuya exesposa, Rachel —genuflexión ante Claire Danes—, desaparece. Pero esto no es un thriller: la única búsqueda que hace su irritante protagonista es la de sí mismo. En esa autoexploración, el doctor Fleishman se reencuentra con sus amigos de la universidad, Libby (siempre adorable Lizzy Caplan) y Seth (Adam Brody). Esto, unido a la crisis de los 40 que los tres comparten, les lleva a hacer examen vital.
A partir de cierta edad, es fácil dejarse llevar por el síndrome Cachitos: vivir de y en tu pasado. Incluso cuando la vida te va muy bien (a estos señores la vida les ha ido extraordinariamente bien), nada puede competir con el ballet Zoom de la vida, con el Rockopop de la vida, con el Música sí de la vida, porque no es el contenido lo que importa, es la juventud con la que uno lo protagonizaba. Vuelves a pasar tus vivencias por el corazón, no para comprobar que conservas tus vivencias, sino para asegurarte de que sigues teniendo corazón.
En este camino, los personajes parecen haber olvidado que si lloras por la juventud perdida a los 40, las lágrimas no te dejarán ver que te queda la otra mitad de la vida. Una serie centrada en el pretérito pluscuamperfecto que proyecta un condicional simple acaba siendo una fabulosa oda al presente imperfecto, sí, pero elegido y deseado.
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